José Alfredo Calderón: Capital versus “interior”

José Alfredo Calderón

Este domingo 11 de agosto podría repetirse un escenario que ya sucedió dos veces en el país.  Por un lado, la victoria “capitalina” de Arzú en 1995 que obtuvo tan solo 4 departamentos en toda la República, pero entre ellos, la poderosa capital.

Petén, Jalapa, El Progreso y la metrópoli fueron los estancos del candidato de las élites[1], con el partido de Avanzada Nacional –PAN–

Guatemala venía de un convulso período en el que Jorge Serrano Elías había dado el campanazo en 1990 al ganarle al favorito Jorge Carpio (UCN).  Luego el autogolpe en 1993, la depuración del Congreso y la designación de Ramiro De León Carpio (ex Procurador de los Derechos Humanos) como presidente “atípico”, sin elecciones generales, sin partido y sin campaña[2]

En las elecciones de 2003, se habló por primera vez de las “dos Guatemalas”, en alusión a la partición electoral del país como se puede ver en este otro mapa.

Aunque Oscar Berger ganó, la fuerza del candidato perdedor (y futuro ganador en 2007), se posicionó en 12 departamentos. Cabe resaltar que Colom ganó en casi todo occidente, con la importante excepción de Quetzaltenango. Por su parte, Berger era el candidato de las élites (al igual que sucedió con Arzú) y ganó en 10 departamentos, incluyendo la capital.

Por primera vez, los mapas electorales partían prácticamente a la mitad a Guatemala.

Pero años más tarde, se tuvo otra experiencia, los resultados de segunda vuelta en 2007, arrojaron un presidente “del interior”[3], no de la ciudad.

Álvaro Colom Caballeros ganaba con un mapa similar a la anterior elección (2003), pero a su favor. Otto Pérez, el candidato perdedor, se imponía en 8 departamentos contra 14 de Colom.

Nótese como le bastó a UNE recuperar Alta Verapaz y Jutiapa para alzarse con la victoria. El resto de departamentos en los que había perdido en 2003, se mantuvo en su contra.

Guatemala ya contaba con dos escenarios ganadores antagónicos: uno de la ciudad y otro del campo.

El país continuó dividido, no sólo en términos políticos y sociales, sino también electorales.

En 2011, Baldizón envió un poderoso mensaje a las élites tradicionales del país y tiñó de rojo gran parte del país. El candidato ganador (perdedor en 2007), logró imponerse en 10 departamentos.

El oriente del país se mantiene fiel a lo que podríamos denominar su “tradición derechista”, y nuevamente Quetzaltenango se mantiene como un lunar diferente en el occidente, como sucedió consecutivamente en tres elecciones (2003, 2007, 2011).

En la penúltima elección, el mapa electoral se volvió a teñir casi de un solo color (Jimmy), salvo dos departamentos (Alta Verapaz y El Quiché).  En anteriores artículos, he indicado por qué la opción verde me parece la ganadora este 11 de agosto, aunque para nada me parecen ninguna de las dos opciones finalistas, las cuales, he dicho hasta la saciedad, son variantes de un mismo proyecto.   

Giammattei se presenta como un candidato urbano y la señora Torres como “del interior”.  Será una elección reñida, pero con ganadora previsible. 

La historia se yergue como una fuente generosa de sabiduría y los datos duros van alimentando las predicciones. En todo caso, estamos muy lejos de lograr lo que Portillo hizo en 1999. Desde 1944 y 1951, el único candidato post 1984 que ha mostrado un liderazgo nacional contundente, ha sido el polémico “Pollo Ronco”.  Con muchísimas sombras, pero también luces, el alicaído ex presidente todavía da muestras de su fuerza. Si no, vean los resultados de ese insulso partido llamado BIEN.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y observador social


[1] Por cierto, que solo en 1995 y 2003 (Berger), las élites apostaron unitariamente a candidatos que los representaban. El resto de elecciones se han dividido.

[2] Sin campaña abierta pero los factores de poder sí se movieron para “regularizar” la situación, de hecho. La Instancia Nacional de Consenso en esa época, si bien se formó con casi todos los sectores del país, era liderada por Juan Luis Bosch (fundamentalmente) y Dionisio Gutiérrez.

[3] La expresión “del interior” no es apropiada, pero la uso para fines didácticos, pues es la expresión política dominante para referirse a los departamentos fuera de la capital.

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