Jenny Bui, la creadora de las ostentosas uñas-joyas de Cardi B

En una ciudad con miles de salones de manicura, el de Jenny Bui, en el Bronx, se hizo un lugar: la clientela llega desde lejos para que «la reina de las uñas joyas» le haga las manos.

Estamos lejos de los salones elegantes y de ambiente zen de Manhattan o de los lugares de moda donde se concentran los «fashionistas» que asisten a la Semana de la Moda de Nueva York, que comenzó el jueves. Para llegar al «Jenny Spa» hay que pasar por un umbral sucio en un barrio de comercios del Bronx, y subir una escalera empinada.

Jenny Bui es una refugiada camboyana de 50 años, madre de cinco niños. Pero es también la artista de uñas preferida de Cardi B y una celebridad en las redes sociales.

En el salón se exhiben grandes fotos suyas con la rapera famosa por su sencillo «Bodak Yellow» (2017), que lleva en general uñas ostentosas, de cinco centímetros y con apliques de cristales centelleantes. Las exhibe a menudo como plumas de un pavo real.

Cardi B era poco conocida en 2012 cuando «descubrió» a Jenny Bui, que entonces tenía un pequeño salón en Harlem. 

«La primera vez que vino (Cardi B), no tuve tiempo» de atenderla, recuerda Bui, que entonces estaba muy ocupada alimentando su nueva cuenta de Instagram.

Pero la segunda vez Cardi B fue atendida y se fue feliz. La rapera se tornó una clienta regular y comenzó a mostrar las creaciones de Jenny Bui a sus 50 millones de seguidores en la red social.

Ahora es imitada en muchos sitios por personas dispuestas a pagar cientos de dólares por unas uñas extravagantes, que duran de cuatro a seis semanas.

«Me ayudó mucho a que el negocio marchara», dice Jenny Bui sobre la rapera y exbailarina de estriptís. «Es fiel y humilde, no olvida nunca a quien la ayudó en sus comienzos».

Influencias indispensables

Los elogios de Cardi B atrajeron la atención de otras «influencers» del mundo de la moda y la belleza, lo cual contribuyó al éxito de su salón.

Una de ellas es Paula Galindo, de origen colombiano, que tiene un videoblog con 8.5 millones de abonados en Instagram. En enero confió por primera vez sus uñas a Bui y filmó cada etapa de la creación con su cámara de fotos instalada en un trípode.

«Es verdaderamente hermoso», dijo la joven de 25 años, que vive en Los Ángeles, luego de dos horas de manicura. Luego publicó todo en Instagram.

Gracias a las «influencers» que la recomiendan, Bui tiene un contrato con Swarovski y una línea de productos para uñas que lleva su nombre, «Jenny Secret».

Su reputación ha traspasado fronteras: viaja a París y Londres para enseñar su arte.

«Me encanta viajar a través del mundo para enseñar», dice. «Antes de morir, me gustaría mostrar a todo el mundo lo que puedo hacer».

La excepción

El éxito de Jenny Bui es raro en una industria de uñas que empleaba a 24,000 manicuristas en Nueva York en 2018, esencialmente inmigrantes asiáticas de primera generación.

Si bien la facturación de la industria se acercaba a los 4,500 millones de dólares en 2015, varios estudios mostraron que las violaciones de las leyes laborales eran moneda corriente en los salones, desde un salario inferior al mínimo hasta la falta de condiciones sanitarias básicas.

Jenny Bui alcanzó el éxito. Su trabajo duro y el apoyo de su segundo marido jugaron sin duda un rol en los logros de esta mujer que relata cómo escapó de niña a las masacres de los Jemeres Rojos en Camboya. 

«Cuando me pongo a hablar de eso me dan ganas de llorar», dice en un inglés balbuceante, recordando el hambre y los campos de cadáveres sin poder contener las lágrimas. 

Sus padres lograron finalmente que partiese a Canadá, y tras su primer matrimonio se mudó a Estados Unidos.

Primero intentó ser peluquera, sin mucho éxito, antes de hallar un empleo en un salón de manicura.

Tras dos o tres años abrió su propio salón. Al inicio era la única empleada.

Tuvo la idea de hacer uñas extravagantes, brillantes a comienzos del año 2000, tras observar la moda japonesa. «Al comienzo no le interesaba a nadie», recuerda.

Hoy maneja dos salones, tiene 20 empleadas y una clientela regular. «Son adictivas», asegura. «Ya no necesitas llevar joyas».

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