Japón, el país donde el cliente realmente es el que manda

Desde los retretes de alta tecnología a los paraguas de usar y tirar, la vida cotidiana de los japoneses es mucho más fácil gracias a los esfuerzos de los fabricantes y comerciante por satisfacer todos los deseos de sus clientes.

«La atención al cliente es algo anclado en la cultura japonesa», explica Kazuhiro Watanabe, captador de tendencias de consumo en el grupo Nikkei BP. «Aquí, anticipamos sus deseos, y este valor se transforma en objeto, en comportamiento o acción», explica.

Y, los visitantes extranjeros disfrutan también de esta «omotenashi» (hospitalidad japonesa), que Tokio quiere reforzar aún más de cara a los Juegos Olímpicos 2020.

Un compendio no exhaustivo al cabo de una jornada típica en Tokio:

El despertador suena. Dirección: el baño. El archipiélago es célebre por la sofisticación de sus WC, con chorros de agua para limpiarse, taza calefaccionada, sonido artificial de agua para cubrir cualquier ruido molesto, etc.

Los baños públicos, de una limpieza siempre impecable, frecuentemente disponen de un sitio donde ubicar a los bebés mientras la madre utiliza el servicio.

Sin tiempo para tomar el desayuno, usted sale hacia su lugar de trabajo. En el camino, compra un teentempié en un «konbini», supermercados multiservicios abiertos día y noche donde, entre otros, es posible pagar las facturas de electricidad o comprar medias o una camisa de repuesto.

En el peor de los casos, siempre podrá beber un café de paso gracias a unos dos millones de distribuidores automáticos de bebidas desplegados en las calles de todas las ciudades y poblados del país.

Para pagar no es necesario usar monedas, con el smartphone o con una tarjeta monedero electrónica Suica es suficiente. Se roza el terminal de lectura del distribuidor y está pagado. Este mismo recurso se puede utilizar en los transportes (trenes, metros, buses e incluso taxis): en Tokio, casi nueve de cada diez pasajeros utilizan esta tarjeta u otra similar (Pasmo).

¡Vaya, llueve! Unos paraguas transparentes por menos de tres euros están disponibles por todas partes. Antes de entrar a la oficina, se guarda en una bolsa de nailon que se le entrega en los accesos, para evitar que los locales se transformen en verdaderas piscinas, aunque este gesto no sea muy ecológico. En la entrada de las alcaldías o museos, pueden guardarse en ‘lockers’ de consigna con candados.

– ‘La otra cara de la moneda’ –

Es la hora del almuerzo. En las numerosas cantinas de la capital, frecuentemente se exponen en una vitrina reproducciones de los platos a degustar para facilitar la elección al cliente. En las mesas, hay un canasto a disposición para no ensuciar maletines o bolsos apoyándolos en el suelo.

Week-end: escapada fuera de Tokio, a practicar esquí o golf. No es necesario molestarse por el material: llame a un «takuhaibin», un servicio de mensajería para particulares y empresas, que transporta lo que sea puerta a puerta de un extremo a otro del país.

Una vez en el andén de la estación, usted se instala confortablemente en el «Shinkansen», el tren de alta velocidad japonés inaugurado hace ya medio siglo, absolutamente puntual. ¿Quiere un espacio para cuatro? Usted mismo puede rebatir los asientos.

«Los japoneses son muy pragmáticos, el confort, el costado práctico prevalece sobre todo», señala la socióloga francesa Muriel Jolivet, especialista sobre Japón, donde vive desde hace más de 40 años.

Además de las comodidades cotidianas, son comunes los objetos insólitos. Una almohada libro para dormir en el trabajo, un ventilador de camisa para los días caniculares o, por el contrario, pequeños calentadores para poner en los bolsillos o pegar sobre la ropa en los inviernos glaciales («kairo»), o un refrigerador que le avisa que su puerta quedó abierta…

Según Watanabe, «este tipo de objetos -útiles, a veces insólitos- existen desde siempre (…) los japoneses son buenos en la mejora de productos existentes más que en la creación de éstos desde cero».

¿Pero, es Japón el país ideal? Todo está tan controlado, se cuida al cliente en todos los aspectos, al punto que «no se le deja hacer lo que quiere, ésta es la otra cara de la moneda», subraya Watanabe. Y, al estar tan mimados, los nipones son menos autónomos y espabilados que los occidentales, se lamenta.

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