Belfast, Reino Unido | AFP | por Julien LAGACHE
La provincia británica de Irlanda del Norte, escenario hasta hace 20 años de un sangriento conflicto sectario, cumple un año sin gobierno por la incapacidad de los principales partidos unionista y republicano de formar coalición.
El Partido Unionista Democrático (DUP, en inglés), partidario de seguir en el Reino Unido, y el Sinn Féin, inclinado a unirse a Irlanda, están obligados a gobernar en coalición en virtud de los acuerdos de paz de 1998. Sin embargo, desde la dimisión del viceprimer ministro Martin McGuinness, el 9 de enero de 2017, no se ponen de acuerdo.
Las dos formaciones han desempolvado el discurso comunitario, más aún con el Brexit, porque son «incapaces de formular una política común» sobre la salida de la Unión Europea, sostuvo John Coakley, profesor de historia de la Universidad Queen’s de Belfast.
En el referéndum de junio de 2016, el DUP pidió el voto a favor de la salida de la UE y el Sinn Féin de la permanencia. Al final, los norirlandeses votaron a favor de seguir en la UE pero se verán arrastrados a la salida porque el conjunto del país lo decidió.
Desde entonces, y aprovechando su nueva posición de fuerza desde que asegura la supervivencia parlamentaria del gobierno conservador de Theresa May, el DUP se ha opuesto enérgicamente a la idea de un estatuto particular para Irlanda del Norte que evite la reinstauración de una frontera física con Irlanda, lo que llegó a retrasar un acuerdo Londres-Bruselas sobre la primera fase de las negociaciones.
– Antagonismo tradicional –
Esta influencia de los unionistas irrita al Sinn Féin, que afronta un «dilema», según el profesor Coakley: repetir el gobierno con el DUP, «dándole más poder», o persistir en su negativa y «decepcionar a los electores».
Los norirlandeses ven con inquietud la falta de gobierno regional pese a haber votado en marzo, y cómo podría desembocar en la toma de control de los asuntos de la provincia por Londres, como ha pasado en cuatro ocasiones desde los Acuerdos del Viernes Santo.
En su mensaje de fin de año, Arlene Foster, la líder del DUP, dijo que la intervención de la autonomía «sería una alternativa menos buena» a que los norirlandeses se pusieran de acuerdo, pero que al menos alguien estaría gobernando, aunque fuera desde Londres. Los republicanos, por su parte, defienden un gobierno temporal conjunto desde Londres y Dublín si las negociaciones no prosperan.
Éstas están atascadas por varias reivindicaciones del Sinn Féin, que pide la aprobación del matrimonio homosexual y que se reconozca a la lengua irlandesa, puntos que Foster considera «líneas rojas».
Para John Coakley, no son estos temas los que bloquean el acuerdo, sino el antagonismo tradicional entre los leales al Reino Unido y los partidarios de la reunificación con Irlanda.
«Ambos partidos afrontan el enfado del público y desde este punto de vista tienen tanto que perder uno como el otro», advirtió este historiador, que ve posible un acuerdo teniendo en cuenta que en el pasado se superaron otras tensiones.
Las negociaciones se reanudarán en enero, pero la dimisión el lunes del ministro para Irlanda del Norte, James Brokenshire, sustituido por la que era hasta ahora secretaria de Estado de Cultura Karen Bradley, podría retrasarlas, porque le corresponde al representante de Londres organizar la mediación entre ambos campos.