Esto es un ejemplo de que haciendo buen uso del tiempo, voluntad y los recursos adecuados es posible llevarlo acabo en cualquier prisión del mundo. Guatemala con lo rica que es en recursos y tierra fértil podría ser un buen ejercicio de esta práctica de un huerto en las cárceles.
Trabajan diariamente, reciben salarios, han reducido la violencia y producen sus propios alimentos, el excedente, donado a caridad.
Es sumamente positivo cuando una alternativa sostenible surge y cambia la rutina y los hábitos de un grupo en particular. En el Presidio ubicado en la ciudad de Uberlândia, Minas Gerais, Brasil, por ejemplo, hay un jardín construido y cultivado por los detenidos que transforma su relación con la naturaleza y garantiza una fuente natural y orgánica de alimentación diaria.
Cada mes, más de 400 cajas de hortalizas se producen dentro de los muros por un grupo de internos que van desde 15 a 25 personas por día. Además, la preservación del medio ambiente también está presente, ya que hay una estructura para captar agua de lluvia, lo que representa un importante ahorro de agua de riego. Este trabajo diario, según la Junta del Departamento de administración de prisiones de Brasil, es responsable de que el índice de reincidencia criminal baje al 1% entre los reclusos que participan en el cultivo de vegetales.
Se producen y consumen alimentos tales como lechuga, repollo, rúcula, col rizada, pepino, brócoli, mostaza y también algunas hierbas medicinales y arboles frutales. Todo es coordinado por personal de la prisión, quienes afirman que la seguridad en la vida cotidiana también se ha mejorado gracias al trabajo de los presos en el huerto.
Por Elhorticultor.org