Gustavo Leiva
“No engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros. Se puede admitir ser llamados inocentes, pero no ingenuos”. Erich Fromm, Ser o Tener, 1982; página 162.
En las conclusiones de su famoso libro, Ser o Tener, Erich Fromm escribió este pensamiento que cito arriba para definir una de las características esenciales del Hombre nuevo. Escrito con H mayúscula para que se entienda que comprende a toda la humanidad. A partir de las elecciones que ganó Serrano Elías, los guatemaltecos hemos caído en la trampa de ir a votar por políticos que son, en verdad, bandas de delincuentes, criminales y narcotraficantes. Hemos ido a votar, como decimos en buen chapín para el 28 de diciembre, ¡por inocentes!
Todavía en las últimas elecciones, una gran mayoría de nosotros volvió a caer por enésima vez en la farsa de las elecciones, movidos por la idea de no dejar que el más malo ganara. Si alguien nos hubiera dicho que rojos y anaranjados terminarían como socios en el Congreso, nunca le habríamos creído. Fuimos, pues, otra vez, inocentes. Pero estamos perdonados.
Pero si, dentro de 10 días acudimos a las urnas de votaciones con la misma idea de no dejar que los malos ganen, ya no iremos como inocentes. Seremos unos ingenuos y no mereceremos perdón alguno.
El problema real es que los guatemaltecos estamos divididos en dos bandos: los que somos inocentes, que somos la mayoría, y tenemos perdón al ser engañados por otros; y los que somos ingenuos, que, cuando otros nos engañan, no hay perdón que nos salve.
¿Quién quiere ser usted?
¿Inocente o ingenuo?
Antes de ir a las urnas, votemos por nosotros mismos. Definamos de qué lado de la vida queremos estar.
Estas elecciones están fuera de la moral, aunque estén consagradas en la ley y ante los ojos del mundo internacional que nos ve como bichos raros.
No es moral avalar un proceso de elecciones que está hecho para que la mayoría de los guatemaltecos que viven en el campo, que no están bien informados, sean manipulados para ir a votar, valiéndonos de su ser noble pero inocente. Esto es una canallada, y los políticos lo saben.
Escuchen este consejo:
si usted es candidato a alcalde, diputado, vicepresidente o presidente, y si se tiene un poco de respeto, cariño y mucho de vergüenza, lo mejor que puede hacer en estos momentos, a 10 días del 6 de Sep-tiembre, es renunciar.
Sálgase de esta farsa.
Hágase a un lado.
Respete el clamor popular.
Únase a esa gran mayoría de chapines de corazón que piden a gritos unas elecciones donde el voto nulo sea vinculante.
La gente inocente de Guatemala, que ya despertamos, esto es lo que estamos pidiendo: primero, legalizar el voto nulo; luego, con mucho gusto, vamos a votar.
Cuando este país tenga unas elecciones cargadas de moral, ustedes, los nuevos políticos de corazón que renuncien a 10 días de estas elecciones inmorales, van a ser reconocidos. Van a tener la oportunidad de su vida: van a demostrar que no son unos ingenuos -que es el peor de los pecados que podemos tener los seres humanos: lo que natura non da salamanca non presta-.
A veces es necesario ir más lejos y definir con más claridad quién es una persona inocente y quién es una per-sona ingenua.
Los inocentes caemos en la misma trampa varias veces, pero despertamos y nos convertimos en guerreros de la vida.
Si uno tiene una buena idea que tiene un camino, que tiene corazón, no importa caer diez o veinte veces en el fracaso. Con cada caída estamos más cerca de nuestro ideal. Somos inocentes, porque confiamos en nuestras intuiciones y, con cada golpe que la vida nos da, despertamos. Esto es, al final, el gran regalo de vivir.
Los ingenuos, dicho en buen chapín otra vez, son los brutos, los que ni a palos entienden; son los políticos tradicionales que creen que, teniendo las oportunidades en sus manos, como cuando el Congreso convocó a la sociedad civil para rehacer las leyes más importantes de la nación, pueden jugar a ser dioses y que pueden engañarnos una y mil veces.
Ser ingenuo, es lo mismo que ser bruto. Ser bruto es parte esencial de la naturaleza del ser corrupto, delincuente, mafioso y criminal. Porque el ingenuo cree que, por torpe que es, puede saltar las trancas y ser tramposo por unos instantes de la vida, aunque después se descienda a los infiernos eternos.
Ser ingenuo, es lo mismo que ser bruto. Ser bruto es parte esencial de la naturaleza del ser corrupto, delincuente, mafioso y criminal.