* Mario Fuentes Destarac
Se dice que el Libertador, Simón Bolívar, en las postrimerías de su vida se quejó, con grima y amargura, de haber fundado repúblicas sin republicanos, al percatarse de que los enemigos del sistema republicano de gobierno seguían siendo poderosos y que este era defendido sin entusiasmo por sus partidarios.
El sistema republicano de gobierno se inspira en el principio de la voluntad de la ley, cuyos pilares o bases son el autogobierno; el respeto de los derechos fundamentales; la separación de poderes; la supremacía de la constitución; la emisión de leyes justas; la igualdad ante la ley; la legalidad de la administración pública y responsabilidad de los servidores públicos; la publicidad de los actos de gobierno; la alternancia y la periodicidad en la gestión pública, y el sufragio efectivo.
El autogobierno exige, en palabras de Abraham Lincoln, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, el cual se construye a través del sistema democrático (representativo y participativo). El respeto de los derechos fundamentales supone mecanismos efectivos de protección y defensa; la separación de poderes se traduce en un sistema de frenos y contrapesos que impida la concentración del poder político; la supremacía de la constitución exige el reconocimiento de un valor normativo superior, judicialmente tutelado, inmune a las leyes ordinarias y, más bien, determinante de la validez formal y material de estas; la emisión de leyes justas implica la vigencia y plena observancia de reglas o normas legítimas, abstractas, generales, razonables, permanente y coercibles (que sea previsible su aplicabilidad); la igualdad ante la ley afirma un trato igual a los iguales y desigual a los desiguales; la legalidad de la administración pública y la responsabilidad de los servidores públicos se sintetiza en la sujeción a la ley de los actos de la administración pública y de los funcionarios; la publicidad de los actos de Gobierno está sustentada en la transparencia, la rendición de cuentas y el derecho a saber de los ciudadanos; la alternancia y la periodicidad en la gestión pública demanda que quienes ocupan cargos públicos (por elección popular o por nombramiento) cambien periódicamente; y, finalmente, el sufragio efectivo es el voto universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo.
El eterno enemigo del sistema republicano de gobierno es el despotismo, que, a lo largo de la historia, ha adoptado diversas modalidades: absolutismo, autoritarismo, militarismo, totalitarismo y narcofacismo, entre otras. En Guatemala, si bien siempre se ha proclamado con vehemencia que nos regimos por un sistema republicano de gobierno, lo que en realidad ha imperado desde nuestra independencia es el despotismo, a través de regímenes de corte autoritario y militarista. Es más, aunque nuestra historia registra la presencia activa de individuos y grupos con vocación republicana, jamás el espíritu republicano ha penetrado lo suficiente en nuestra sociedad. Tanto es así, que la mitad de la población aún propugna por que se instaure un régimen dictatorial de mano dura.
Si a esto agregamos que han surgido nuevos enemigos del régimen republicano, como el crimen organizado, que en los últimos tiempos ha cobrado un poder inusitado, y que quienes se dicen republicanos tampoco se muestran lo suficientemente decididos y comprometidos a defender y fortalecer las instituciones republicanas, no debe extrañarnos que varios amorales se hayan convertido en gobernantes, que los delincuentes se estén apoderando del país, que reine la impunidad y la violencia, ni tampoco que nuestros jóvenes estén emigrando masivamente por falta de oportunidades y de esperanza.
Como en la época de Bolívar, hacen falta genuinos republicanos, llenos de confianza en sí mismos, hermanados por la excelsa aspiración al bien común, con energía, audacia y entusiasmo, cuyo amor por su país los haga servirlo desinteresadamente, que estén dispuestos a enfrentar con valor y sin temor a los enemigos de la democracia republicana y que no sucumban ante las comodidades y la seguridad que brinda el dinero.
Mantenerse al margen de la cosa pública y de las responsabilidades públicas ha facilitado que el crimen organizado se apodere del sistema de justicia, provocando el envilecimiento del régimen electoral y de partidos políticos y la instauración de una suerte de cleptocracia (gobierno de los ladrones). Por otro lado, la ausencia de compromiso ciudadano ha impedido que la democracia republicana responda a las impostergables necesidades sociales y económicas de la población, lo que la ha desacreditado y erosionado ante esta, allanando el camino hacia el advenimiento de un neopopulismo autoritario (mesiánico, amoral, demagógico, despótico, expoliador, clientelista y degenerado). En otras palabras, un “chavismo a la chapina”, lo que, además de insufrible y trágico, supondría un costo inconmensurable para nuestra sociedad.
* Abogado y Notario (URL). Máster en Administración de Empresas (INCAE). Catedrático de Derecho Constitucional (URL). Columnista del diario elPeriódico. Vicepresidente de Acción Ciudadana. Exdecano de Derecho (URL). Expresidente del Centro para la Defensa de la Constitución (CEDECON). Expresidente de la Cámara Guatemalteca de Periodismo. Ex vicepresidente del Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala.