El presidente Biden ha invitado a la Cumbre de líderes por la Democracia y ha excluido de la lista de invitados al presidente Alejandro Giammattei… ¿Por qué será?
Gonzalo Marroquín Godoy
La democracia no es un sistema político perfecto, pero al menos es el mejor de todos los que la humanidad ha probado a lo largo de la historia. De hecho, las fallas que muestra son más producto de la actitud de políticos y gobernantes que de la propia democracia, concebida para generar gobiernos que trabajen por y para los pueblos.
Para poder calificar a cualquier democracia –de hecho, hay varios estudios a nivel mundial para tener un índice puntual–, se debe medir el nivel de respeto a los principios y valores fundamentales, tales como la independencia de poderes, libertades en general, transparencia, legislación y funcionamiento de su sistema de partidos políticos y elecciones, entre otros.
Igual a como sucede con los índices que miden el Desarrollo Humano, Guatemala no tiene buenos resultados. El Índice de Democracia que todos los años mide el semanario británico The Economist, nos ubica en el puesto 87, pero solamente por encima de Haití (102), Nicaragua (122), Venezuela (134) y Cuba (141), entre los países Latinoamericanos.
De tal cuenta que una radiografía de nuestro bello país no daría resultados halagüeños. Más bien parece que nuestra democracia está atascada, pero cada vez el lodazal luce más peligroso, desagradable y difícil de superar. Todo esto es producto de un sistema político caduco, corrupto y disfuncional, alimentado por la mediocre clase política que nos gobierna y que se recicla cada cuatro años.
Efecto de ese deterioro democrático es la exclusión del presidente Alejandro Giammattei de la lista de invitados del presidente estadounidense Joe Biden a la Cumbre de líderes por la Democracia, la cual tendrá lugar –de manera virtual– los días 9 y 10 de diciembre. En realidad, al no ser considerado digno de la invitación, se coloca al mandatario guatemalteco la etiqueta de atidemocrático y, por supuesto, el mensaje es también que no es visto por buenos ojos desde la perspectiva de la Casa Blanca.
Hay que decir que la participación de Giammattei en dicha cumbre no hubiera sido sencilla, puesto que lo que Biden pretende es lograr tres compromisos que serían difíciles de cumplir para nuestro gobernante: a) Defensa contra el autoritarismo; b) Combate a la corrupción; y c) Promoción al respeto a los derechos humanos. Tres cosas que no aparecen en su agenda.
Veamos por partes. El autoritarismo se impone en Guatemala desde el momento en que no hay respeto a la independencia de poderes y el sistema de justicia se ve controlado y manipulado desde el Congreso y el Ejecutivo. La corrupción se ha vuelto un cáncer voraz que no se detiene y mas bien se fomenta desde las más altas esferas gubernativas.
Ahora es fácil de comprobar la forma en que se destruye lo poco o mucho que se había avanzado en la lucha contra la corrupción. Se ha destapado descaradamente el compromiso que existe para fortalecer el marco de impunidad y beneficiar a exfuncionarios y funcionarios implicados –incluso– en casos verdaderamente graves y escandalosos.
Finalmente, sería difícil para Giammattei hablar de respeto a los derechos humanos, cuando él mismo dictó el abusivo estado de sitio en El Estor, en donde se ha pisoteado la dignidad de las personas, solamente para salvaguardar los intereses de una empresa rusa que no ha mostrado respeto hacia la comunidad.
Aunque ahora se ha pedido al canciller Pedro Brolo que vea como consigue la pinche invitación para figurar entre los líderes por la Democracia, la verdad es que se miraría fuera de lugar, pues hasta ahora Giammattei no ha mostrado tener sangre democrática, sino mas bien autoritaria o antidemocrática.
Lo que sí nos debe preocupar a los guatemaltecos en general –ricos, pobres, indígenas o ladinos, empresarios, trabajadores, jóvenes o viejos– es que nos vean como un país gobernado por una especie de parias de la democracia y que el efecto de esto termine siendo el aislamiento internacional.
Miremos a quienes más se excluyó de la lista de invitados: Daniel Ortega (Nicaragua), Nicolás Maduro (Venezuela), Miguel Diaz-Canel (Cuba), Nayib Bukele (El Salvador) –entre otros–, curiosamente todos gobernantes autoritarios que controlan sus respectivos sistemas de justicia
En conclusión, además de todo lo señalado, es evidente que las relaciones entre la Casa Blanca y la administración Giammattei distan mucho de ser normales. Biden bien podría decirle, como lo hacía el famoso Quico con el Chavo del ocho: ¡No me simpatizas! ¡No me simpatizas!… ¡Chusma! ¡Chusma!