Diez años después de la catástrofe de Fukushima, la energía nuclear, que produce en torno al 10% de la energía mundial, divide más que nunca.
Entre el abandono alemán y el auge chino, el aumento de costes y la transición energética, he aquí un resumen de un sector con un futuro difícilmente previsible.
Reducción del número de reactores
“En general, es una industria que ya sufría una crisis grave antes de lo que ocurrió en Fukushima”, debido en parte a la inversión inicial alta y a la preocupación sobre la seguridad, recuerda Mycle Schneider, consultor y autor de un informe anual crítico con el sector.
“La crisis se agravó considerablemente a partir de ese momento”, sostiene.
A finales de 2020, había 412 reactores en servicio en 33 países, con una potencia instalada de 367.1 gigawatios(GW), frente a los 429 de una década antes.
Sin embargo, en este periodo, la potencia instalada aumentó ligeramente (365.3 GW a finales de 2010), ya que los nuevos reactores tienden a ser más potentes y las instalaciones existentes están dotadas con equipos más eficientes.
La energía nuclear representa en torno al 10% de la producción eléctrica en el mundo, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Proyectos concentrados en China
En la década de 2011-2020, China ha concentrado 25 de las 57 construcciones de reactores registrados en el mundo.
Otros cuatro países han optado por este tipo de energía en este periodo: Bangladés, Bielorrusia, Emiratos Árabes Unidos y Turquía.
Otros países, sobre todo los que dependen fuertemente del contaminante carbón, desean también lanzarse (Polonia) o desarrollar un sector nuclear ya existente (República Checa).
En cambio, Alemania se ha dado de plazo hasta el 2022 para abandonar la energía nuclear tras el accidente de Fukushima. Suiza ha hecho otro tanto aunque mantendrá a corto plazo algunas centrales. Bélgica espera cerrarlas para 2025.
Costes y ventajas
Además de los problemas que suscita (seguridad, desechos), a la energía nuclear le ha salido la competencia de las energías renovables, que se han abaratado mucho. Y el sector se ha visto obligado a adoptar nuevas medidas de seguridad después de Fukushima, encareciéndolo.
Los costes de las energías eólica y solar han caído 70% y 90% respectivamente en el periodo 2009-2020, según los cálculos del banco Lazard. En el mismo periodo, los de la nuclear subieron 33%, según la misma fuente.
La energía nuclear sigue tiendo sus defensores, que subrayan que se trata de una fuente de energía que emite poco CO2 y puede ser movilizada en función de las necesidades, a diferencia del viento o el sol.
La AIE defiende regularmente su papel en la lucha contra el cambio climático, junto a las renovables. “Una serie de tecnologías, entre ellas la energía nuclear, será necesaria para las transiciones hacia energías limpias en todo el mundo”, considera la agencia, que asesora a los países desarrollados sobre sus política energética.
Es difícil prever lo que ocurrirá en las próximas décadas. Para 2050, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) prevé que la capacidad nuclear mundial se mueva en una horquilla en la que puede aumentar hasta el 82% o disminuir un 7%.
Las pistas sobre el futuro
Tras un periodo en que había una carrera por la construcción de reactores cada vez más potentes, la industria nuclear se interesa ahora en reactores pequeños modulares o SMR (“small modular reactors”).
Se trata de reactores cuya potencia no supera los 300 megawatios (MW), frente a los más de 1.000 de los actuales.
Están concebidos para ser fabricados en serie en fábricas y después transportados al lugar de explotación. Este concepto, que ya se aplica en Rusia, interesa sobre todo a Estados Unidos (que cuenta con el mayor número de reactores en el mundo), Francia (donde el 70% de la electricidad procede del átomo, récord mundial) y Reino Unido.
Varios países trabajan de hecho en reactores de cuarta generación, que pretenden entre otras cosas, minimizar los desechos.