A finales del siglo XVI, las incursiones piratas al llamado Golfo Dulce se repetían y aumentaban en violencia, lo cual obligó a las autoridades españolas a construir las primeras defensas. Así principió a construirse la fortaleza que más tarde llegó a ser el Castillo de San Felipe de Lara. Hoy convertido en un centro de atracción turística por su valor histórico.
Redacción de Crónica Cultura
La piratería de ingleses, holandeses y portugueses se hizo fuerte y frecuente, primero en el caribe español, pero más adelante, entre los siglos XVI y XVII, fue común y temida su presencia en las costas de la capitanía de Guatemala —actualmente Centroamérica—. La respuesta tenía que ser militar, y así sucedió.
Las incursiones de piratas como Diego el Mulato, William Jackson o William Parker —entre otros— tenían lugar desde el Caribe hacia el lago de Izabal, en donde estaba Puerto Bodegas, el lugar escogido para almacenar los productos que llegaban y/o se enviaban a España, sin que hubiera siquiera una guarnición espacial para hacer frente a los corsarios, estos aguerridos, bien armados y crueles en sus acciones.
El punto estratégico resultaba ser la entrada de Río Dulce al lago en su parte más angosta, por lo cual el Rey Felipe II de España ordenó personalmente que se construyera una fortificación que defendiera ese paso. En 1595 se decidió levantar una torre en la que 12 soldados dispondrían de 12 piezas de artillería para disparar contra las embarcaciones piratas. Esa fue la Torre de Sande.
Además de la función militar, se utilizaba como un medio para cobrar tributos a las naves que entraban y salían, pero su enfoque estaba dirigido a la defensa contra los bucaneros. No existe suficiente documentación histórica que respalde todo lo sucedido en aquella época en ese lugar, pero se sabe que en 1604, durante una incursión, los piratas logran impactar fuertemente aquella torre hasta destruirla. El entonces capitan Pedro de Bustamante, sabiendo de su importancia estratégica, ordena su reconstrucción inmediata, pero le cambia nombre a Torre Bustamante.
De lo que sí se tiene conocimiento, por diversas fuentes y correspondencia entre las autoridades de la Capitanía General de Guatemala y España, es de que la milicia española apostada en el país tenía serios problemas de abastecimiento de armamento, como también de soldados, lo cual repercutía en verse muchas veces en condiciones de inferioridad ante las incursiones piratas.
Construcción del fuerte
La Torre Bustamante sobrevivió durante cerca de cuatro décadas a los ataques de piratas ingleses y holandeses, pero finalmente terminó destruida. La respuesta no se hizo esperar, pues en dos ocasiones las torres levantadas habían mostrado gran vulnerabilidad ante la fuerza de los bandoleros del mar. Es entonces cuando el oidor —especie de juez en la época colonial—, pero también miembro de la Audiencia Real, Antonio de Lara y Mogrovejo, ordena que se reconstruya la torre, pero que se agregue el complejo de un fuerte para aumentar la guarnición y el potencial de artillería. Él mismo decide ponerle el nombre del Rey (Felipe II), y le agrega su propio apellido: San Felipe de Lara. Esto ocurre en 1689.
Según Yvonne Putzeys y Edgar R. Ortega, quienes hicieron un estudio sobre el estado del Castillo tras un sismo que le dañó bastante en 1999, el diseño del fuerte, como se encuentra hoy, es obra del francés Vauban.
Otra vez, sin demasiado respaldo histórico comprobable, se estima que fue atacado unas cien veces y destruido y quemado en varias ocasiones, mas siempre se reconstruyó con rapidez, para que siguiera cumpliendo con su misión principal: detener a los piratas.
Para 1655 las incursiones bucaneras habían decrecido, y las autoridades españolas decidieron utilizarlo como cárcel —aún hoy se pueden apreciar las bartolinas—, hasta que cinco años después vuelven a verse con frecuencia embarcaciones piratas, por lo cual vuelven a utilizar el fuerte como bastión militar.
La situación cambió poco hasta inicios del siglo XIX. Se tiene registro de que el último ataque pirata tuvo lugar en 1819, ya en las vísperas de la independencia de Centroamérica y con la piratería venida a menos en la región.
Es en 1524 cuando las autoridades de la Guatemala independiente deciden abandonar el fuerte, el cual principió en ese momento a sobrevivir sin ningún tipo de cuidado, hasta que en el siglo XX empieza a verse como un atractivo turístico por su pasado histórico y heroico.
Para 1955, cuando se encontraba prácticamente en ruinas, el arquitecto, escritor e historiador español Francisco Ferrús Roig se interesa por este viejo Castillo, y principia una investigación con la finalidad de llevar a cabo su reconstrucción. Es así como, después de una larga búsqueda, logra visitar y localizar en el Archivo General de Indias, en España, los planos originales de aquella construcción.
Descripción del Castillo
Siguiendo el estudio de Putzeys y Ortega se puede establecer que el edificio se compone de un baluarte semicircular de 4 m de alto sobre el nivel del río, con un ancho máximo de 20 m, encerrado en dos paredes divergentes que concluyen en dos torreones ligeramente cuadrados, tiene un artesonado de madera y de teja de barro, correspondiente a la guardia que protegía el fuerte en la época colonial conocido como Pennol; además, consta de tres plantas a diferentes niveles y un foso en el ingreso principal con un puente levadizo.
El Castillo de San Felipe de Lara se encuentra ubicado en una zona arqueológica en la que se han realizado varios descubrimientos a partir de 1964, con hallazgos de los tres períodos mayas Preclásico, Clásico y Clásico tardío.
Los cañones antiguos son la muestra más clara de la forma en que se defendía desde este fuerte la entrada hacia el lago de Izabal.