Renzo Lautaro Rosal
El régimen de saqueo presentó un duro revés. Contra todas las apuestas, los actos de corrupción sin límites han llegado a un punto de inflexión. Gobierno tras Gobierno, la escalada ha ido en ascenso. Primero, en la periferia; después, en círculos de mayor peso, hasta animar al propio binomio presidencial a convertirse en los articuladores, padrinos y ejes de un modelo de enriquecimiento donde ellos mismos se beneficiarían primero, para derramar después a diversas estructuras que se han reproducido como una enorme metástasis.
Con la captura de Baldetti se confirma la hipótesis planteada desde abril -e incluso antes-, cuando se advirtió en múltiples investigaciones y rumores que Pérez Molina y Baldetti conjuraron el apetito voraz sobre cuanta posibilidad llegó a sus manos para un único objetivo: saquear el Estado y montar las condiciones para su perdurabilidad en el tiempo. Era obvio que personajes nefastos como Juan Carlos Monzón solo eran operadores privilegiados.
Ver a la exvice en la cárcel, no gozando de privilegio alguno, sumado a la expropiación de sus bienes, representa una imagen que está a la vuelta de la esquina. Eso no es suficiente. La solicitud de antejuicio contra OPM representa el golpe mayor. La evidencia durante más de tres años, solo sirvió a sus intereses rapaces, valiéndose de un contingente de serviles, varios de los cuales ahora buscan salvar su pellejo. Aunque Pérez Molina haya decidido comprar tiempo, traducido en horas y quizás días, su paso por el Gobierno ha sido una vergüenza y una desventura. Más temprano que tarde, se le cayó su castillo infranqueable en un cerrar y abrir de ojos.
El imperativo de su renuncia no debe caer. Verlo pasar rumbo a uno o muchos juicios en su contra representará que el paso de una sociedad anémica a una interesada, activa y no más condescendiente, es posible.
Sin embargo, una de las preguntas que acechan mi pensamiento es la sostenibilidad del momento. ¿Cómo pasar, o mejor dicho, cómo complementar los episodios cargados de emotividad en momentos de mayor contenido racional para evitar volver a caer en este tipo de tentaciones? Si lo que rechazamos como sociedad son los extremos de la corrupción, estamos ante un serio problema. Seguiremos siendo permisivos ante quienes gobiernes y roben, siempre que no se pasen de unos límites que siempre han sido flexibles, en la medida que compartan beneficios o no. Superar esa doble moral será un objetivo de mediano plazo.
La primera prueba está cerca, con las formas de relacionamiento ciudadanía-nuevos gobernantes, producto de las próximas elecciones. ¿Cómo enfrentar el mensaje avasallador de un nuevo partido que contradictoriamente surgirá de unas elecciones legitimadoras de lo que ahora se niega? Lo vivido durante los últimos cuatro meses ha sido satisfactorio, pero insuficiente para lo que viene. Creer que el músculo social nos librará de los nuevos saqueadores, es un grave error.
Hablar de refundar el Estado suena bonito, pero distante y etéreo si las fuerzas motrices del cambio siguen guardadas, jugando a reacciones intermitentes e incluso con la tentación de sacar partido en circunstancias cruciales donde los intereses sectoriales no tienen cabida. Urge prepararnos para pulsos de corto plazo: defender las actuaciones valientes y decisivas del Ministerio Público, su interés en recuperar credibilidad y sentido de independencia; la continuidad de la CICIG sin alteración alguna a su mandato y determinante modo de actuación. A esto se suma incidir por una elección de magistrados de la CC que recupere su orientación y valía original y no siga prestándose a moneda de cambio. Para complementar la agenda, es fundamental exigir de la Corte Suprema de Justicia una actuación distinta, independiente y moralmente comprometida con la justicia, la verdad y la democracia, donde no haya cabida a defensas de los impunes o a quedar bien con el de turno. La agenda de profundos desafíos estaría incompleta si no ajustamos mejor las piezas para ejercer mayor y mejor control social de las actuaciones de los nuevos a elegir. Se vis-lumbra que la correlación del nuevo Congreso será más nefasta a la actual. Desde un inicio los legisladores querrán implantar su modelo cargado de arbitrariedades, intolerancia al diálogo y a las críticas, así como a edificar nuevos esquemas para hacer negocios, para recuperar los esquemas perniciosos que ahora han comenzado a quebrarse. Ante esas realidades tenemos que prepararnos, actuar con sentido estratégico, modelar nuevas alianzas para no solo salir a buscar a los iguales y activar procesos formadores de ciudadanía. De lo contrario, solo habremos experimentado un momento de ficción.
La evidencia durante más de tres años, solo sirvió a sus intereses rapaces, valiéndose de un contingente de serviles, varios de los cuales ahora buscan salvar su pellejo.
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