El filme autobiográfico «Padrenostro» del italiano Claudio Noce, sobre los violentos años de la década de los 70, en competición en la Mostra de Venecia, causó división y lanzó el debate sobre el perdón y la reconciliación.
Con los ojos de un niño, Noce, cuyo padre era un dirigente de la policía que fue víctima de un tiroteo a las puertas de su casa, narra, asimismo, los complejos «años de plomo» en Italia, en la década de los 60 y 70.
El país estaba azotado por los numerosos asesinatos, secuestros y atentados a trenes, edificios públicos y eventos políticos perpetrados por grupos armados de extrema derecha y de extrema izquierda.
«La película no logra comunicar la verdad», sostiene Emilio Monreale, crítico del diario La Repubblica, al referirse a la cinta que aborda esa época.
«Usa el mismo esquema de los filmes hechos para la televisión… ese imaginario está desgastado», sentencia implacable el periodista.
- Tratar un tema tan delicado, marcado por la escalada de violencia, con secuestros y asesinatos por motivos ideológicos
- es tocar una herida profunda que al parecer no ha sido cerrada.
«‘Padrenostro’ no es un manifiesto político, ni tiene una lectura histórica», se defiende Noce, que quiere enviar un mensaje a favor de «la reconciliación».
Contar el propio recuerdo del atentado sufrido por el padre en Roma en 1976, que destruye su familia y desata todo tipo de temores, ha sido «un viaje largo y doloroso», confesó el cineasta en el encuentro con la prensa.
«Esos hechos fueron borrados por nuestra familia durante años», contó.
Una generación invisible
A través de «Padrenostro», el realizador ha querido también dar la palabra a esos niños que escuchaban escondidos en la cama hablar a los padres sobre lo que ocurría, y que, detrás de una puerta o espiando las llamadas telefónicas, descubrían la realidad.
Para ello reconstruye el propio apartamento, los trajes, los automóviles, las calles de una Italia que crecía económicamente.
«Es la lectura de toda una generación sobre ese pasado, para tratar de superarlo», explica otro crítico, Adriano De Grandis, en el Gazzettino de Venezia.
Los sentimientos del pequeño Valerio, interpretado por el niño Mattia Garaci, resultan tan invisibles como los de Christian, un joven de 14 años, quien aparece sin explicación en su vida y lo ayuda a superar gradualmente su trauma.
«Somos una generación, los de 50 años, que no participó en grandes hechos históricos y se arrinconó»,
resume el actor Pierfrancesco Favino, en el papel del padre y coproductor del filme.
«Sentimos la vulnerabilidad de nuestros padres y de alguna manera crecimos con esos miedos, con la idea de que nos podía pasar algo. Mi infancia se quebró con eso», confesó Favino, nacido justamente en 1969.
A la gala de la proyección, asistió en esmoquin el líder ultraderechista Matteo Salvini, representante de la misma generación, un gesto que desató polémicas y fue rechazado por los mismos autores.
«No es un filme que se puede manipular políticamente. No defiende a la policía ni está contra los guerrilleros. Lo que queríamos era contar cómo fue nuestra infancia en esos años. Ese es el verdadero mensaje político», respondió Favino.