- En el Día Internacional de las Cooperativas 2024, reflexionamos sobre cómo estas entidades construyen un futuro más justo y equitativo para todos, enfrentando los desafíos actuales y creando un impacto duradero en las comunidades guatemaltecas.
En el vibrante y diverso país que es Guatemala, las cooperativas emergen como motores de cambio social y económico. Por 48 años, FEDECOVERA ha liderado esta transformación, integrando iniciativas innovadoras que empoderan a mujeres y jóvenes de etnias mayas Q’eqchi’ y Poqomchi, a través de la cooperativa COOPSEJOVE, R.L., fundada por jóvenes para jóvenes, y COICMAN, R.L., conformada únicamente por mujeres.
Las estructuras creadas bajo los principios del cooperativismo rompen continuamente barreras y crean oportunidades, no solo para mejorar la calidad de vida de sus miembros, sino también fortaleciendo el tejido social del país.
A diferencia de los enfoques tradicionales del mercado, basados en competencia feroz e individualismo, el movimiento cooperativista promueve la colaboración y el apoyo mutuo.
Este cambio de paradigma no solo es idealista, sino también pragmático, permitiendo que las comunidades trabajen juntas para lograr objetivos comunes que beneficien a todos sus miembros, aún en regiones donde los recursos son limitados y las oportunidades escasas. En tales escenarios, las cooperativas emergen como faros de esperanza, ofreciendo a las personas una manera de unirse y fortalecer sus capacidades colectivas.
El compartir recursos, conocimientos y habilidades, permite que incluso las comunidades más vulnerables logren autosuficiencia y resiliencia. Este modelo es especialmente relevante en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático y las crisis económicas.
El impacto de las cooperativas va más allá de las necesidades económicas, al impactar profundamente el tejido social de las comunidades. Así mismo, al fomentar la participación activa y democrática, empoderan a sus miembros, dándoles voz y voto en las decisiones que afectan sus vidas.
Este enfoque participativo no solo mejora la toma de decisiones, sino que, además, fortalece la cohesión social, al crear un sentido de pertenencia y solidaridad crucial para el desarrollo sostenible.
En una era donde la explotación desmedida de los recursos naturales ha llevado a crisis ecológicas, la sostenibilidad ambiental se ha convertido en un pilar fundamental. Las prácticas adoptadas por las cooperativas protegen el medio ambiente y aseguran la viabilidad a largo plazo. Estas prácticas incluyen la rotación de cultivos, el uso de bio insumos y la conservación del agua, todas ellas diseñadas para mantener la salud del suelo y reducir el impacto ambiental. La agricultura sostenible no solo beneficia al planeta, sino que también mejora la resiliencia de las comunidades agrícolas, asegurando que puedan seguir produciendo alimentos de manera efectiva en el futuro.
Los grandes desafíos
La innegable crisis climática ha afectado gravemente a nuestro país, uno de los más vulnerables ante los efectos que provoca. La elevación de temperaturas y la disminución de las lluvias –o su exceso– han perturbado significativamente la agricultura, un sector que no solo constituye una parte fundamental del PIB, sino que también es la principal fuente de empleo para una gran parte de la población.
Cuando logremos que mejoren las condiciones de vida de nuestra gente, cuando logremos que tengan buena educación y las herramientas para enfrentarse al mundo, entonces habremos alcanzado el éxito. Si construimos en base a principios podemos llegar muy lejos. (Leonardo Delgado)
Los fenómenos climáticos han incrementado la frecuencia y severidad de desastres naturales como inundaciones y sequías, comprometiendo la seguridad alimentaria y exacerbando problemas de salud pública, como pueden ser el aumento de enfermedades relacionadas con el clima, como dengue y malaria.
Las cooperativas desempeñan un papel crucial en la mitigación de estos efectos climáticos. Adoptar prácticas agrícolas sostenibles, como la rotación de cultivos y el uso de bio insumos, puede mejorar la resiliencia de las cosechas frente a condiciones adversas. Invertir en tecnologías de riego eficiente y en la conservación del agua es esencial para asegurar la producción agrícola en el futuro.
Además, las cooperativas mantienen programas de capacitación para educar a sus miembros sobre técnicas de agricultura sostenible y manejo de recursos hídricos, promoviendo la innovación y la adaptación al cambio climático.
La movilidad forzada –migración– es otro gran desafío que enfrenta Guatemala. Los problemas señalados, combinados con la falta de oportunidades económicas y la inseguridad, están forzando a cientos de miles de guatemaltecos a buscar mejores condiciones de vida en el extranjero, con el peligro que esto supone. Este fenómeno no solo desarraiga a las personas de sus hogares, sino que también crea tensiones en las comunidades.
Las cooperativas pueden mitigar la migración creando oportunidades de empleo local y desarrollando proyectos comunitarios que generen trabajo y mejoren la infraestructura, así como crear redes de apoyo entre cooperativas para ayudar a las familias afectadas por el fenómeno de la migración, proporcionando recursos y asistencia para facilitar su adaptación e integración en nuevas comunidades.
Las dificultades económicas, caracterizadas por una profunda desigualdad y pobreza, perpetúan un ciclo de miseria que es difícil de romper.
Es trabajo del cooperativismo promover iniciativas para fomentar la igualdad de género y la inclusión social, empoderando a mujeres y jóvenes para que participen activamente en la economía y en la toma de decisiones. Además, mejorar el acceso a servicios de salud, educación y justicia en áreas rurales y urbanas resulta una necesidad para poder hablar de desarrollo sostenible.
La educación y capacitación son elementos esenciales en este modelo. Las cooperativas invierten en el desarrollo continuo de sus miembros, proporcionando programas de formación que abarcan desde técnicas agrícolas hasta gestión empresarial y liderazgo.
Un aspecto inspirador es la forma en que el cooperativismo fomenta la igualdad de género y la inclusión social, al proporcionar a mujeres y jóvenes oportunidades para participar activamente en la economía y en la toma de decisiones. Las cooperativas ayudan a desmantelar las barreras tradicionales que limitan el potencial de estos grupos. Este enfoque inclusivo no solo enriquece a las cooperativas, sino que, además, tiene un impacto positivo en toda la comunidad, al promover una mayor equidad y justicia social.
La capacidad de crear redes de apoyo entre diferentes cooperativas es otra de sus grandes fortalezas. Al colaborar entre sí, pueden compartir recursos y conocimientos, enfrentar desafíos comunes y aprovechar oportunidades de crecimiento. Esta red de cooperación fortalece a las cooperativas individuales y crea un movimiento global cohesionado que puede influir en políticas y prácticas a nivel local e internacional.
En un mundo globalizado, donde los desafíos son cada vez más complejos e interconectados, el cooperativismo ofrece un modelo de desarrollo tanto inclusivo como sostenible.
Al priorizar la cooperación sobre la competencia, la equidad sobre el lucro y la sostenibilidad sobre la explotación, este enfoque tiene el potencial de transformar nuestras economías y sociedades. El cooperativismo es una fuerza poderosa para el cambio positivo, y al trabajar juntos, podemos enfrentar los desafíos globales y construir un futuro más justo y sostenible para todos.