El colombiano J Balvin promociona un nuevo disco sin salir de casa; la chilena Mon Laferte toca un acústico desde su cocina; el argentino Fito Páez hace covers del brasileño Caetano Veloso en el living. Estrellas de la música latinoamericana enfrentan así los duros tiempos de confinamiento por el coronavirus.
Con giras pospuestas o canceladas, y aplazamientos en el estreno de álbumes por la emergencia sanitaria de la COVID-19, los artistas buscan formas de hacer más ameno el encierro y mantenerse en contacto con sus seguidores.
La mexicana Natalia Lafourcade publicó en Instagram una versión de «Amor de mis amores», de Agustín Lara: «Mientras la cantaba pensaba en cómo tantas veces la canté con muchos de ustedes en conciertos», escribió al pie del video.
La ganadora de un Grammy y 11 Latin Grammy es una de las tantas que se vio obligada a cambiar sus planes por la pandemia, que está pegando fuerte en la creciente industria musical de la región y enfrentándola a un futuro incierto.
«Frente a esta emergencia global, lo que deben hacer los artistas es compartir sus canciones con un sentido más humano y menos comercial», dice a la AFP César Rosas, manager y consultor musical en México.
Los primeros y últimos
A mediados de marzo, el coronavirus impuso un freno indefinido a la millonaria industria de conciertos en Estados Unidos y Europa, lo que se replicó en esta parte del mundo.
El apagón ha desnudado una problemática latente entre los trabajadores más desprotegidos: los técnicos de producción, en su mayoría independientes y sin beneficios sociales.
«Nos afecta muy fuerte y directamente, ya que [los conciertos] es una de las primeras actividades que se frenaron en México, y desafortunadamente será una de las últimas en reactivarse», dice Edgar Morales, ingeniero de audio de la banda mexicana Panteón Rococó.
En este contexto, la cantautora mexicana Ximena Sariñana lanzó una iniciativa mediante una plataforma de compraventa de segunda mano, para comercializar parte de su clóset. Lo recaudado será donado a equipos de trabajo afectados tras la cancelación de conciertos.
Desde México, con su vasta oferta de shows y festivales; pasando por Colombia, con el masivo y longevo Rock al Parque; hasta Chile y Argentina, con sus versiones locales del mítico festival Lollapalooza, el sentimiento de incertidumbre es el mismo.
Rosas lo sintetiza: «Jamás una enfermedad nos había puesto a todos los de la industria musical en un mismo barco».
El show no debe continuar
Según la revista Rolling Stone, el entretenimiento en vivo a nivel global deja unos 26,000 millones de dólares al año.
Solo en Norteamérica, las ventas de entradas de las 100 giras más esperadas en 2019 generaron 5,600 millones de dólares, de acuerdo con The New York Times.
En México, la productora Ocesa esperaba retomar sus conciertos el 19 de abril, pero la declaración de la fase dos de la epidemia por las autoridades, que implica el aislamiento social, frustró sus planes.
Ocesa, tercera mayor productora mundial y socia del gigante estadounidense Live Nation, organiza unos 30 festivales anuales en México, incluido el Domination Fest, que ya fue reprogramado para 2021.
El país fue sede del Vive Latino, último gran evento que quedó en pie en la región a mediados de marzo, y convocó a decenas de miles de personas.
En Colombia, el presidente Iván Duque ordenó la cancelación de actos masivos hasta nuevo aviso, provocando el aplazamiento de los festivales Jamming y Estéreo Picnic para noviembre y diciembre.
Las ediciones chilena y argentina del festival Lollapalooza, previstas para marzo en Santiago y Buenos Aires -con Guns N’ Roses como cabeza de cartel-, fueron igualmente postergadas para noviembre. En Brasil, el evento pasó a diciembre.
Para Chucky García, programador artístico del colombiano Rock al Parque, el festival latinoamericano más longevo, el hecho de que la industria musical dependa principalmente de los conciertos y las plataformas de streaming tiene graves consecuencias.
«Uno piensa que en estos momentos habría servido mucho que la gente siguiera comprando CDs y vinilos, y que la industria dejara de decir que ‘el en vivo es el ombligo de este negocio'», señala García.
Otros, como Diego Jiménez, director del festival mexicano Ceremonia, creen que «ante esta crisis inédita, es importante poner una pausa, reinventarse y hacer comunidad. Los que no aprovechen este momento, desperdiciarán una oportunidad muy grande».