Los catalanes han salido varias veces a las calles a exigir su independencia de España.
Los independentistas catalanes ganaron las elecciones legislativas el domingo pasado y el panorama de España se vislumbra sombrío. El fantasma de la secesión ha cobrado fuerza, al extremo de obligar al Gobierno central español a colocar como su primera prioridad el inicio de un diálogo con Cataluña para evitar la división de su territorio.
Carlos del Pozo
Madrid – En Cataluña la voz de los independentistas se escuchó y se escuchó con mucha fuerza en las urnas. Aunque aún no existe la determinación total de una separación unilateral de España, el sentimiento es muy fuerte, y obliga al Gobierno de Mariano Rajoy a modificar su estilo de diálogo y de relación con el Gobierno y pueblo catalanes.
El resultado del 27-S es más que un aviso. Es un fuerte golpe para el Gobierno de España, que ha sostenido hasta la fecha que no se permitirá la independencia de Cataluña, pero no propone ningún cambio en la relación con esta comunidad autónoma que representa el 15 por ciento de su población y el 20 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB).
Si los independentistas fueron los grandes ganadores de los comicios, el PP –partido de gobierno español– ha sido el gran perdedor, porque vieron cómo la izquierda, representada por el partido Ciudadanos, ganó los escaños en detrimento suyo. Ahora el proceso de secesión cobra fuerza y en la próxima legislatura será el tema de los debates; sobre todo, si el Gobierno central sigue sin hacer nada para ahuyentar el malestar de los catalanes, cansados, como dicen, de dar más de lo que reciben.
Ahora se juega la continuidad histórica de España. El expresidente, José María Aznar, ha dicho que hay que reafirmar el orden constitucional, pero reconoce que no se puede desoír la voz de los independentistas, por lo que ha llamado a Rajoy para que reflexione y actúe.
El problema es que ahora no hay consenso constitucional, porque una comunidad autónoma se ha manifestado prácticamente en contra de mantener la unidad nacional. Hay un problema gigantesco entre manos, ya que ahora es Cataluña, pero cualquier cambio que se produzca –independencia o mayor autonomía–, producirá de inmediato la reacción de otras regiones. Particularmente, el País Vasco, que ha mantenido un reclamo similar.
Ya empezaron a escucharse las voces a favor de unas elecciones legislativas nacionales adelantadas, para que sea el país el que decida en su conjunto el rumbo a seguir. Eso no es lo que los catalanes esperan ni quieren.
De poco han servido esta vez las advertencias y amenazas que los catalanes escucharon desde la Unión Europea y los grandes organismos financieros internacionales, que a priori rechazan cualquier posibilidad de un reconocimiento a un Estado catalán independiente. Quedar fuera de la zona euro parece que no atemoriza al pueblo catalán, que votó masivamente en estas elecciones.
Así como Rajoy es blanco de críticas en Madrid, el presidente de la Generalitat y líder del principal partido, el Convergencia Democrática de Catalunya, Artur Mas, es también señalado como responsable de que no se haya alcanzado la mayoría absoluta necesaria, y de no haber sabido manejar mejor la comunicación con el pueblo catalán. Su liderazgo tambalea.
El sentir general es que los independentistas ganaron las elecciones, pero no el plebiscito, y por eso, la Candidatura d’Unitat Popular (CUT) destaca que no se ha visto legitimada una declaración unilateral de independencia, aunque sí un proceso que llaman de ruptura, en el que el partido está dispuesto a continuar participando, aunque no bajo la conducción de Mas.
Por ahora habrá que esperar un tiempo relativamente breve para saber el camino que seguirá Cataluña. Lo que sí se tiene por seguro en todos los sectores, es que el statu quo no permanecerá indefinido, quedando la opción de intensificar la búsqueda de la independencia o buscar un camino menos traumático, pero con mayor autonomía.
La resaca electoral no terminará pronto. Al contrario, no es difícil anticipar que el tema ocupará a todos los españoles -incluyendo catalanes y vascos– durante los próximos meses. Hay una agitación política como no se veía en el país desde el reinicio de la democracia.
Ah, los coletazos se harán sentir incluso en la Unión Europea, en donde se predicen efectos negativos en caso de una independencia unilateral de Cataluña.