Escenario donde se juega con fuego

RENZO ROSAL


Primero, cuestionamientos al vicepresidente Cabrera, después al círculo familiar cercano del presidente Morales. Dos frentes donde se ha acentuado una nueva etapa de crisis política que parece no parar. Cada evento la profundiza, le da sentido mayor, involucra a más actores, pero lo más grave, expresa que la múltiples carencias de un ejercicio del poder que desde el año pasado gravita alrededor de un mismo epicentro: las fragilidades son muchas, se expresan en ciertos momentos (coyunturas), pero los remedios del entuerto deben salir de procesos serios, profundos y transformadores.

Está visto que las elecciones no son (ni han sido) las opciones para producir transiciones políticas. Más bien, han ayudado a la reproducción de los males por la vía de mutación. Ese modelo que tantos libros e investigaciones señalaron hace algunas décadas como las mejores vías para las transformaciones políticas, al menos en el caso guatemalteco, parecen desfasadas e inservibles. Esto queda al desnudo con la pérdida de gasolina del presidente Morales, quien hace menos de 10 meses fue electo como opción en un momento de cambio, pero que en la práctica, solo ha sido el personaje que representa la continuidad de la caída libre.

El proceso actual corre por varios escenarios al mismo tiempo. En cada uno deambulan diferentes actores y sus correspondientes intereses persiguiendo detener o avivar los fuegos. En uno, están los interesados en el juego institucional. Apelan a que se calmen los ánimos, a brindar respiración asistida a la alicaída institucionalidad, a los electos en septiembre del año pasado; intentan reconducir los cortos circuitos de las últimas semanas. Tienen como propósito la estabilidad, aunque ésta siga siendo temporal y frágil. Al final de cuentas, ya nos acostumbramos al ciclo engañoso de la combinación entre los temporales y los momentos de supuesta calma. En la pista de al lado están los interesados en las reformas moderadas. Apelan a continuar con las reformas electorales, ya que las aprobadas en abril pasado son insuficientes. Consideran básica la aprobación de las reformas constitucionales en materia de justicia; creen necesarias las reformas fiscales. Están conscientes de que el Gobierno no va a ninguna parte, pero que si se llevan a cabo ciertas operaciones de limpieza de personajes oscuros, J. Morales podría estar en mejores condiciones para dejar que continúe la lucha contra la impunidad. Tampoco es que den la vida por el mandatorio. Si las metidas de pata siguen, también piensan que es posible prescindir de su presencia. No tienen claro la vía legal que el cambio podría implicar, tampoco sobre las rutas de futuro inmediato; pero eso se podría diseñar en el camino.

En la otra pista se ubican los transformadores. Su apuesta radica en impulsar procesos de más largo aliento. En ese sentido, importa si Morales sale pronto, mejor si Cabrera también, para continuar la barredora. Anticipan que ello podría inaugurar la cadena de gobiernos provisionales, pero ese paso es necesario para ahondar hacia lo profundo. El objetivo radica en que cada gobierno, por breve que sea su paso, debe agregar algo de valor al sentido de reformas sustantivas. Una asamblea constituyente es un paso necesario, aunque los partidos que deberán impulsar semejante actividad sean los mismos que hemos tenido por décadas y que están agazapados por el temor a ser atrapados en sus múltiples fechorías. Les parece necesario replicar, en la medida de lo posible, similares etapas como las consumidas en Ecuador, Bolivia o en menor medida, en Paraguay (países donde los gobiernos transitorios fueron la moda por varios años hasta llegar a cierto momento de estabilidad acompañada de procesos rupturistas, al menos sobre la visión del estado necesario).

En una cuarta pista están aquellos interesados en aprovechar el momento pero para provocar transformaciones aún más radicales que en la pista anterior por la vía del empoderamiento de actores políticos territoriales, nuevos y ya existentes. Empujar procesos de nacionalización, sacar de la jugada a los actores tradicionales, desarrollo rural integral, promover las agendas invisibilizadas, son parte de su agenda. Al lado se localiza otra pista, las estructuras criminales interesadas en detener la agenda de los cambios. A su interior, están los mismos involucrados en los casos de corrupción y sus círculos de influencia, así como los amedrentados, los temerosos, los que ahora han puesto pies en polvorosa y están escondidos; pero quieren volver por sus fueros.

Todos atentos a los desenlaces de las siguientes semanas, y de allí la importancia, no solo de estar atentos, sino de considerar las repercusiones que cada paso aportará a este rediseño que puede ser oportunidad irrepetible para el trazo del futuro inmediato.

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