ENFOQUE: ¿Y ahora qué?… A hacer las cosas diferentes

Gonzalo Marroquín Godoy

En poco tiempo se sabrá si podemos esperar un cambio o, por el contrario, veremos que viene más de lo mismo.  Giammattei y su equipo tienen la palabra. (Al escribir esta columna no sabía del contubernio del partido oficial con la UCN, el narcopartido).

¡Si, lo juro! Pocas palabras que, al decirlas, Alejadro Giammattei ha aceptado un enorme cúmulo de responsabilidades y obligaciones, así como retos gigantes. De esta manera inició ayer su mandato de cuatro años, luego de recibir la banda presidencial y una triste herencia que deja Jimmy Morales, destacada por la abrumadora corrupción que priva en la clase política y el debilitamiento institucional, aspectos que mantienen en el abandono los siempre presentes problemas sociales del país.

Tras varios gobiernos marcados por la incapacidad y corrupción, la principal obligación de Giammattei y su equipo es la de demostrar que se harán las cosas de manera distinta.  No se sabe con precisión quien dijo la frase Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes, pero no hay que ser un genio para comprender que está llena de sabiduría.  Su antecesor fue incapaz de innovar y, en muchos casos, repitió como un simple mono amaestrado, lo que le dictaban aquellos que han formado parte de la clase política que ha sumido al país en la pobreza y subdesarrollo.

Jimmy Morales cedió a todas las tentaciones que se le presentaron.  Veamos algunas: fortalecer su bancada con sangre de tránsfugas –casi todos de los repudiados partidos Líder y PP–; no vetar una reforma electoral porque beneficiaba a la clase política, que pudo así, seguir dominando los sistemas político y judicial; anteponer su interés personal y de grupo, para frenar de golpe la lucha contra la corrupción y la impunidad; entregar la soberanía nacional, en vez de proteger a los migrantes en EEUU; aceptar en su cohorte todo tipo de nepotismo, falta de transparencia, compadrazgos y abusos de poder; irrespetar fallos de las cortes y; –entre otras muchas cosas negativas–, promover la división en la sociedad.

El 50 por ciento –o más– de su esfuerzo total, lo dedicó a su lucha contra la CICIG.  Posiblemente, si hubiera mostrado la misma vehemencia para combatir la pobreza, mejorar la educación, reducir la desnutrición infantil crónica e impulsar la economía, Guatemala podría ser un país distinto y estaríamos caminando hacia un mejor futuro.

Pero los gobiernos son como agua que corre en un río.  Ya lo pasado, pasado está y hay que ver hacia delante.  Jimmy Morales y sus Moralejas, ya son parte de la historia.  Ahora es Giammattei, el vicepresidente Guillermo Castillo y su equipo de trabajo, quienes tienen la palabra.  Muchas de las tentaciones a las que Jimmy sucumbió se volverán a presentar: fortalecer con tránsfugas su bancada en el Congreso; meter las manos en la elección de magistrados para controlar la Justicia; no promover una reforma política para que sea la misma clase la que se mantenga en las instituciones y los poderes del Estado; mantener la política de sumisión en el tema migratorio; no luchar abierta y claramente contra la corrupción y la impunidad.  Estas son algunas de las tentaciones que el nuevo Gobierno debe vencer.

Si se sigue negociando bajo la mesa con Joviel Acevedo, la educación permanecerá como hasta ahora –¡muy mal–, si no se pone como prioridad de primera fila la lucha contra la desnutrición infantil, la niñez guatemalteca seguirá creciendo sin grandes oportunidades y con enormes desventajas; si se sigue bajando la cabeza ante los mandatos de Washington, nos e recuperará la dignidad y soberanía nacional, pero también hay que promover desarrollo para que –lo antes posible–, se elimine la principal causa de la inmigración hacia EEUU, que no es otra que la falta de oportunidades.

Hay otros indicios que nos podrán dar una idea del camino que se piensa seguir.  Por ejemplo: ¿Se aceptarán todos los nombramientos diplomáticos que se hicieron por compadrazgo a última hora por la canciller Sandra Jovel? ¿Se promoverá la investigación de negocios oscuros de la anterior administración? ¿Se respetará –absolutamente– la independencia de poderes? ¿Habrá una política de Estado para luchar contra la corrupción y la impunidad?

Las respuestas a estas preguntas se podrán ver pronto.  Si no se ven en el corto plazo, es difícil que luego se puedan dar resultados positivos, porque el mensaje que se estaría enviando es que el sistema ha asfixiado cualquier posibilidad de buenas intenciones que, suponemos, deben existir.

El sistema político está urgido de una profunda reforma.  El sistema de justicia de igual manera.  Impulsarlas con imparcialidad, respeto y, sobre todo, con amor a Guatemala, debiera ser parte de la tarea de un gobernante que quiere dejar huella positiva en la historia.  Si se hace lo mismo… seguiremos igual.  Y aunque el pobre Jimmy crea que deja un país de las maravillas, la triste realidad es la que cualquiera, con dos dedos de frente sabe: seguimos siendo un país marcado por la pobreza y el subdesarrollo social, político y económico.

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