ENFOQUE: ¡Vulnerables!… en todo sentido

Gonzalo Marroquín Godoy

Nuestro maltrecho sistema de salud será puesto a prueba; la crisis socioeconómica puede tener repercusiones imprevisibles si no se atiende.

Pablo Diego –son su nombre y apellido– es un lustrador de 65 años que todos los días llega a trabajar a la Plaza Barrios en el centro de la ciudad.  Lo conozco desde hace dos décadas y tenemos una amistad que valoro.  Él es de San Pedro Soloma, Huehuetenango, a donde viaja regularmente para reunirse con su esposa Candelaria y atender la milpa, que es su otra fuente de ingresos.  Sus tres hijos –creo que ya lo he compartido antes– son migrantes indocumentados en Estados Unidos, en donde se esfuerzan y trabajan en el área de la construcción.  Se marcharon con mucho sacrificio, para buscar una vida mejor que aquí no hubieran encontrado.

En días buenos de trabajo, Pablo hace Q50, Q60 y excepcionalmente Q100.  Con eso, tiene que comer, pagar un cuarto y ahorrar un poco de dinero para enviar a su esposa y otros familiares que viven en su humilde vivienda en la aldea Extichecán. Sin duda, es uno de los muchísimos guatemaltecos que viven en extrema pobreza y su familia es una de las que pasará más duro este tiempo que nos toca vivir por el coronavirus COVID-19.

A veces, en las regiones urbanas –particularmente en la capital–, no pensamos en esa realidad nuestra que es tan dura.  Si, en nuestra linda Guatemala, la pobreza abunda.  Casi uno de cada 4 chapines vive en esa pobreza extrema, ese nivel en donde lo único que se tiene, es para sobrevivir. Según el último dato disponible en el Instituto Nacional de Estadística (INE), un 23.4% de personas están en este nivel.  Eso significa que hay 3.7 millones que apenas tienen para vivir.  Pero además, un 59.3% son menos pobres, pero aún viven en niveles de pobreza. Esa es una cifra alarmante en cualquier tiempo, pero es un drama de incalculable magnitud en este momento en particular.

Hablé ayer con Pablo por teléfono para ver como está.  Me dijo, palabras más, palabras menos, lo siguiente: — Pues bien. Aquí descansando frente a mi cuarto, porque en la Plaza no hay nadie y los que pasan, no se lustran. Eso significa que ayer no tuvo ingresos, lo mismo que días anterior y hoy, mañana, pasado mañana y así, mientras dure la emergencia del COVID-19. 

¿Cómo va a sobrevivir él y su familia?  No se escuchaba preocupado, seguramente porque es alguien que ya sabe lo que es tocar fondo. Y podemos sumar a su crisis que sus hijos seguramente no podrán enviar la misma cantidad en remesa familiar desde Estados Unidos, porque allá el colapso empieza a sentirse fuerte.  La situación de Pablo se tornará desesperada, pero como él, serán millones de guatemaltecos que sufrirán en extremo. 

El presidente Alejandro Giammattei ha dado algunos pasos importantes sobre el tema económico y habla de un plan de reactivación.  Eso no es malo, pero poco ha dicho sobre atender a estas personas que están en una situación similar a la de Pablo, que llega a ser dramática.  Por supuesto que hay que preocuparse en atender a las pequeñas y medianas empresas –importantes para el empleo y la economía en general–, pero hay que recordar también que la llamada economía informal representa el modo de vida de millones de personas.  Hay mucha gente, muchísima en realidad, que muy pronto no tendrá ni para comer.  Si ya la situación de desnutrición infantil crónica es algo para llorar, pues ahora la situación será peor. 

El famoso paquete de ampliación presupuestaria por Q7 mil millones no contempla ningún tipo de ayuda para esta gente marginada por siempre.  Eso sí, hay Q1.03 mil millones para aumentos para los maestros.  No me opongo a que un maestro pueda ganar más, pero en este momento hay seguramente otras prioridades.  Además, hay que lamentar que ese aumento pactado por el tristemente célebre Jimmy Morales no significa, de ninguna manera, que el sistema educativo vaya a mejorar.  Se hizo para satisfacer a Jovel Acevedo.  ¿Qué tal sería dedicar este dinero para atender la urgencia alimentaria de este sector de la población que pronto clamará por algo de atención?

Aplaudo al sistema bancario por las medidas paliativas anunciadas, así como la SAT, el IGSS, el IRTRA y otras instituciones.  Aplaudo también la ayuda que han dado empresas como la Cervecería Centroamericana.  Lamentablemente de esa ampliación presupuestaria que pidió el presidente al Congreso, no hay nada –o es mínimo–, lo que se contempla para atender esta crisis humanitaria que tenemos a la vista. Esa deuda pública que se adquirirá –porque eso es, deuda pública–, servirá para que el Estado gaste más y la economía en general se beneficie.  Pero no se contempla nada, como ya dije, para esta emergencia que es adicional a la de salud pública derivada directamente del coronavirus. 

Empleados domésticos, vendedores callejeros, lustradores y todos los que se ganan, a duras penas, la vida con su trabajo e ingreso diario, pero que ahora están paralizados en su subsistencia, estarán en peligro, tan grave como es este virus que ha puesto de rodillas al mundo.

Ojalá que el Gobierno o el Congreso dispongan atender de manera urgente esta situación que no todos han visto.  ¡Por favor!, es un drama que ya está sufriendo un gran sector de la población. 

El COVID-19 nos pega en el área de salud y en la economía… pero también en el orden socioeconómico. Ayudemos a quienes tenemos cerca en esta situación.

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