ENFOQUE: Una guerra con tres frentes

Gonzalo Marroquín Godoy

No es suficiente ganar batallas en uno de ellos –salud–, si en los otros –social y económico–, el enemigo se impone.

En cualquier guerra, se sabe que librar batallas en frentes simultáneos implica grandes riesgos y demanda de enorme logística, estrategia y planificación casi milimétrica.  Muchas veces son los enemigos quienes obligan a pelear en diferentes frentes y no queda más remedio que empezar la lucha y buscar –sobre la marcha–, la forma de salir victoriosos.

Algo así está sucediendo con la famosa pandemia del coronavirus covid-19, que ha obligado a las autoridades a pelear en tres frentes al mismo tiempo: a) la salud, el más inmediato. Hay que buscar por todos los medios que el contagio no alcance niveles alarmantes y salvar la mayor cantidad de vidas posibles; b) la atención social.  Siendo Guatemala un país con tanta pobreza y economía informal, es imperante atender las necesidades básicas de cientos de miles de familias y; c) la economía nacional –incluye planes de reactivación para más adelante–, que, si no se atiende desde ahora, tendrá efectos negativos en el largo plazo.

En el primer frente, el presidente Alejandro Giammattei y su equipo han actuado con rapidez y bien.  Claro, falta lo más álgido de la batalla, pero aún con limitaciones, la respuesta a la emergencia de salud ha sido hasta ahora eficaz.  Ya estamos entrando en una nueva etapa, en donde se pondrá a prueba la capacidad para atender con eficiencia a todas las personas que resulten contagiadas.

Para combatir el segundo y tercer frentes, que en buena medida van de la mano, se requiere de estrategia, capacidad, transparencia, visión y determinación, además –por supuesto– de contar con las alianzas estratégicas necesarias para salir adelante. El Ejecutivo ha principiado a trabajar en estos dos frentes, pero aquí ya no se ha visto tan eficiente como en el campo de la salud.  Es más, se ha cometido un gran error, al continuar con planes y decisiones que el Gobierno había preparado antes de la llegada del covid-19 y ha sido incapaz de moverse con agilidad para cambiar de rumbo.

¿A qué me refiero?  Muy sencillo. Cuando se pide al Congreso la aprobación de la primera ampliación presupuestaria, se disfraza como si fuera para la emergencia de salud, pero nada qué ver.  Ni siquiera se incluye el elemento social que, para ese entonces, ya era evidente que sería necesario atender por las medidas de semiparalización  de la economía a causa del aislamiento social –que por cierto, no se ha logrado llevar al nivel necesario–.

Luego viene la segunda ampliación presupuestaria, Esa sí lleva entre sus fines atender el tema social y humanitario.  En total, el endeudamiento solicitado por el Gobierno y aprobado por el Congreso, asciende a Q29.4 mil millones!!! Nunca se había aprobado algo así, aunque lógicamente, tampoco el país había vivido algo parecido.  Sin embargo, siendo muy claro, no todo está destinado a fortalecer alguno de los tres frentes mencionados y hoy conocidos por todos.

El Congreso ni siquiera se preocupó en los decretos aprobados, por velar por la transparencia, mucho menos modificar los destinos solicitados por el Ejecutivo. Todo se aprobó como una fábrica de hacer churros.  Si la petición del Ejecutivo estaba mal encaminada, no importó seguir en la misma dirección.

El Gobierno no ha tenido visión de lo que está por venir –aunque supongo que lo intuyen–.  En vez de eso, siguieron con el gasto público previsto para antes de la pandemia, sin sopesar la necesidad de cambios.  La pregunta no es ¿se trata de una inversión necesaria?, sino más bien debe ser: ¿es el momento para este tipo de gastos: mejoras de salarios en Gobernación, los maestros, la Contraloría y Salud, así como dinero para incentivos forestales, aumentar el número de fiscalías, mejoras y más sueldos al Organismo Judicial, dinero al Parlacen, a los exconstituyentes y muchos etcéteras, escondidos en medio de rubros dudosos en los decretos aprobados.

Muchas de las cosas contempladas pueden ser buenas, pero NO ES EL MOMENTO ante la enorme demanda de asistencia social que el país requiere y que, ¡esa sí!, es impostergable.  Tampoco se contemplan medidas de grandes rescates para la economía, por ejemplo, el sector turístico, que será uno de los más afectados cuando salgamos de la pandemia.

El turismo es un sector importante. ¿Cuánto dinero se requerirá para levantarlo y reactivarlo?  Genera empleo directo e indirecto a 500 mil guatemaltecos y además ingresos por más de Q70 mil millones. Entonces hay que pensar en líneas de crédito para hoteles, restaurantes, agencias de viajes, tour operadores y demás.  No solo para que puedan volver a operar, sino para que se sostengan después, porque todas las empresas del sector saldrán a punto de quiebra.

Nadie sabe cuánto durará la emergencia y, por lo tanto, cuánto dinero se requerirá para la atención social y empresarial.  La deuda es enorme, pero hay mucho dinero que no tiene buen destino.  En vez de aumentar sueldos en el Estado, hay que pensar en reducir el gasto burocrático.  Bien en atender el tema de salud –hasta ahora–, pero mal o mediocre en enfocar las batallas en los otros dos frentes.

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