ENFOQUE: Un Trump populista, lanzado a la reelección

Gonzalo Marroquín Godoy

Semana de ensueño para Donald Trump deja claro que está en camino a ganar la reelección ante unos demócratas erráticos.  La clave: el populismo autoritario.

El  preciso show electoral montado por el presidente Donald Trump al presentar su último Informe del Estado de la Nación el pasado martes en Washington, es una pieza genial para el análisis político y sirve para confirmar que los demócratas tienen cuesta arriba recuperar la Casa Blanca, mientras los republicanos disfrutan viendo como su líder aplasta sin misericordia a los desconcertados enemigos, y habla del crecimiento económico, de la magnificencia del país y promete más prosperidad para el futuro.

El mismo Hitler, experto en llevar al extremo el fanatismo nacionalista, envidiaría una frase como la de Trump:  Nuestro ejército está completamente reconstruido, con un poder incomparable en cualquier parte del mundo. Nuestras fronteras son seguras. Nuestras familias están floreciendo. Nuestros valores se renuevan. Nuestro orgullo está restaurado. Y por todas estas razones, le digo a la gente de nuestro gran país y a los miembros del Congreso, el estado de nuestra Unión es más fuerte que nunca.

Durante 1h20m el Presidente hizo alarde de cifras –no todas ciertas, ni precisas– y como si de una gran obra dramática de teatro se tratara, creó momentos emocionales para apelar a los sentimientos de los estadounidenses, aún aquellos que no simpatizan con su causa.  Al mejor estilo de Don Francisco –el famoso animador de Sábado Gigante–, hizo traer a un héroe militar de medio oriente para que en el palco del Congreso y ante los ojos de millones de espectadores, su esposa e hijo lo recibieran con abrazos y besos.  ¡Cuántos se habrán conmovido!

También aprovechó la presencia de Juan Guaidó, presidente encargado de Venezuela y principal opositor del dictador Nicolás Maduro, para azuzar la confrontación ideológica, obligando incluso a que su férrea enemiga, Nancy Pelosi, tuviera que ponerse de pie y aplaudir la presencia del joven líder opositor venezolano.  De poco sirvió que al cierre del discurso la presidenta de la Cámara rompiera el texto del mismo a espaldas del mandatario.

El Presidente escupió una y otra vez, cifras sobre la situación económica, el desempleo, el desempleo de afroamericanos e hispanos.  No había tiempo para asimilar, pero sí era evidente el impacto que causaba con toda la información lanzada.  Dijo que como nunca ha crecido la economía de Estados Unidos, algo que muy rápidamente le rebatieron especialistas en temas económicos –EEUU creció más en un período de Obama y en otro de Clinton–, pero el golpe presidencial ya estaba dado y millones le creen a ciegas y más después de su presentación.

Es impresionante como los demócratas parecen niños de teta, frente al impulsivo presidente y magnate republicano.  Se dio el lujo de dejar a Pelosi con la mano extendida y ni siquiera hizo alusión alguna al impeachment o juicio político que al día siguiente –miércoles– se decidiría, como estaba previsto desde un inicio, a favor de Trump.

No entiendo –yo, al menos– como un partido tan grande y con tantos recursos como el demócrata, no haya tenido la asesoría adecuada para anticipar todo lo que sucedió esta semana.  Ese juicio nació muerto y, lejos de debilitar a Trump, ha contribuido a lanzarlo a una reelección que cada vez parece más segura en noviembre próximo.  ¿Para qué entregarle un triunfo que les sería restregado en su propia cara en algún momento?

En su informe, cada tecla del discurso –tono, presentación de personalidades, ovaciones, y hasta los insultos –especialmente contra los migrantes indocumentados– y mentiras –al extremo de presentarse como defensor del medio ambiente–, lograban su objetivo populista.  Incluso apeló a los más pobres con ofrecimientos y promesas de todo tipo, principalmente en materia de salud y educación.

Pero como los demócratas le sirvieron en bandeja de plata el tema del impeachment, el día jueves volvió a montar otro show, dizque para agradecer a los senadores republicanos que rescataron la institucionalidad.  De nuevo habló de la grandeza de la Nación, de lo que está por venir –incluso un ejército espacial–, y de lo inadecuado de la acusación de los demócratas.  Arremetió contra el hijo del candidato y exvicepresidente demócrata, Joe Biden y, en resumidas cuentas, sumó la semana de ensueño más importante que ha tenido durante su administración.

Para terminar de mostrar su inferioridad, el Partido Demócrata tuvo un arranque desastroso en los caucus o asambleas primarias de Iowa, en donde los resultados de las votaciones no se conocieron sino hasta después de 24 horas, por fallos en el sistema informático.

Por supuesto que el tema de los migrantes volvió a estar en la palestra.  Trump sabe que le ha rendido buenos réditos y no piensa soltarlo.  Para él, los cientos de miles de migrantes que llegan del sur –muchísimos de ellos guatemaltecos, trabajadores honestos que huyen de la pobreza–, son criminales peligrosos.  Cada vez que puede los estigmatiza para que los estadounidenses reaccionen en contra de ellos.

Como los discursos de Hitler, Trump hizo uno brillante…

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