Gonzalo Marroquín Godoy
No se podía esperar otra cosa. El presidente de Estados Unidos hace un papel al estilo de las democracias “bananeras” o de las dictaduras tipo Venezuela o Nicaragua.
No hay peor cosa que ver a un presidente, supuestamente democrático, comportándose como un anarquista autoritario, negando la realidad de haber perdido la Casa Blanca en las urnas, cuando los resultados le son adversos y el pueblo estadounidense le ha enviado un claro mensaje: ¡NO!, a su reelección.
Hoy es sábado y Estados Unidos sigue sumido en la incertidumbre y el temor, pues Donald Trump insiste en que no pudo haber perdido y está dispuesto a llevar la disputa a un plano judicial y, por sus mensajes, quizás a una peligrosa confrontación social.
En Estados Unidos es casi una tradición política que el presidente logre su reelección y gobierne ocho años. Desde 1980, solamente Jimmy Carter y George W. Bush (padre), no lograron permanecer por un segundo período en la Casa Blanca. Hoy, muchos trumpistas estarán decepcionados por la inminente derrota del presidente, una derrota que, en realidad, él mismo se buscó.
Lo que hace un año parecía imposible está sucediendo. El triunfo demócrata puede darse por varios factores atribuibles al egocéntrico y autocrático presidente: pésimo manejo de la pandemia –llegó a convertir el uso de la mascarilla en debate político–; constante afán por dividir al pueblo; mensajes racistas y a favor de los grupos supremacistas; y sus grotescas políticas migratoria y ambiental, entre otros.
Biden no la tendrá fácil al llegar a la Casa Blanca, pues le tocará pegar muchas cosas que el presidente ha roto, principalmente en materia de política exterior y la atención al tejido social estadounidense, dañado y peligrosamente polarizado.
Este recambio de republicanos a demócratas llega en un momento clave para la poderosa nación, que en muchos aspectos sociales ha venido en franco deterioro, no durante el período de Trump, sino por políticas erráticas de los últimos años.
Algunos índices medidos por la organización Social Progress, y otros datos públicos, muestran que EU ha dejado de ser un ejemplo en muchos aspectos. Por ejemplo, entre las potencias del G7, los países con mayores ingresos, es el más inseguro, por la elevada tasa de homicidios.
Aquel ejemplo de democracia, ha perdido mucha credibilidad por todo lo que está creando Trump en torno a las elecciones –¿cuándo oír la palabra fraude en las votaciones de EU?–. Pero sigamos con los índices sociales. Impensable hace algunos años, pero tiene malas calificaciones en Educación y salud.
En el tema ambiental no hay duda del fracaso de EU. Solamente China produce más CO2 en el mundo. Por eso lució como locura que Trump abandonara el Acuerdo de París, al que Biden ha prometido volver después del 20 de enero.
El candidato demócrata asegura que gobernará para todos los estadounidenses. Debe buscar que el Senado y la Cámara de Representantes vuelvan al llamado bipartidismo, con el fin de enviar un mensaje de cambio radical en la Casa Blanca. Ya no habrá tuits amenazadores y divisionistas. En el caso de Guatemala, ojalá que se mantenga el mensaje contra la corrupción y la impunidad, y prive el respeto hacia los guatemaltecos migrantes.