Gonzalo Marroquín Godoy
Guatemala está repleta de personas luchadoras. El problema es que el sistema político asfixia, limita las oportunidades y concentra el poder.
En ocasión de su 23 aniversario, elPeriódico publicó un suplemento con historias de Guatemaltecos extraordinarios, todas interesantes y enfocadas a demostrar el potencial humano que tiene el país. Entre ellas se incluye la de Marcos Antil, un q’anjob’al, oriundo de una aldea de Huehuetenango, quien migró a Estados Unidos en 1990 y ahora es reconocido internacionalmente como un empresario de éxito en el campo de la tecnología.
En su libro Migrante, cuenta los desafíos que tuvo que enfrentar como un niño indocumentado y la forma en que logró su superación. Me parece que él es un buen referente y ejemplo de lo luchadores y exitosos que podemos ser los guatemaltecos cuando hay oportunidades, esas que tantas veces se niegan aquí a millones de connacionales que, sin otro camino a seguir para lograr su superación, salen hacia el Norte con una mochila de ilusiones, desafiando todo tipo de peligros.
Una frase de Antil que llamó mi atención, es la que dice que debemos crear nuestro sueño guatemalteco, en referencia a lo que antes se llamaba el sueño americano, aunque Mr. Trump se ha encargado de convertirlo en una auténtica pesadilla, al sentir el acoso y discriminación permanente al que ahora son sometidos.
Dice también Marcos Antil que migrar debe ser una opción y no una necesidad. Por el momento, el sueño guatemalteco del que habla está muy lejos, pues ni siquiera principia a escribirse como parte de nuestra historia, lo que deja a una gran mayoría de chapines, sin más remedio que seguir viendo, pensando y anhelando salir hacia los yunites.
Para este ejemplar migrante, somos un país de luchadores, y esto es absolutamente cierto. Cuando cualquier guatemalteco toma la decisión de partir hacia Estados Unidos, sabe los riesgos que corren él y su familia, si viajan juntos: amenaza de abusos, secuestro, violaciones y hasta peligro de muerte. Vaya si no se necesitan dos cosas para tomar tal decisión: gran desesperación –por falta de oportunidades o violencia– y muchísimo valor.
Cuando se encuentran allá, entonces trabajan arduamente y en su conjunto, se convierten en uno de los motores más importantes de nuestra economía y desarrollo social. Muchos de ellos trabajan muy duro y con sacrificios para enviara dinero a sus familias, pero también para preparar su retorno con más oportunidades.
Lamentablemente muchos sectores, encabezados por el gobierno de Jimmy Morales, no les ven como ese motor económico que son, no los ven como seres humanos luchadores, como personas que tienen el derecho de buscar una oportunidad fuera, oportunidad que aquí se les niega por nuestro sistema político marcado por la corrupción e incapacidad para promover desarrollo.
El tridente servil –Jimmy, Degenhart y la Jovel– se han encargado, con la complicidad del nefasto Congreso de la República, de colocar a los migrantes en una posición de parias o escoria, en vez de trabajar para apoyarlos y protegerlos. Incluso han aceptado convertir a Guatemala en un supuesto país seguro, que sirva de muro para los inmigrantes salvadoreños y hondureños, como si estos no fueran seres humanos con problemas y situaciones muy parecidas a las que se viven aquí.
Poco se dijo de la ley para criminalizar a los coyotes, pero se aprobó como medida de coerción. Vergonzoso que el Congreso apruebe estas leyes impuestas por la Casa Blanca, pero no promueva legislación para cambiar las condiciones que fomentan la migración. Mr. Trump es tan miope que no se da cuenta que más importante que perseguir a los coyotes, es perseguir a los corruptos.
Si no hubiera corrupción, si existiera una política de desarrollo integral, tarde o temprano disminuirá la inmigración. Esa ley solo ha servido para encarecer el costo que siguen pagando quienes tienen que huir del país por la pobreza o la violencia imperantes.
La administración de don Jimmy ya se apaga. Su política migratoria pro-Trump será uno de sus legados más vergonzosos –uno, porque hay más–. Lo triste es que aunque Giammattei dice algunas cosas criticando estas actitudes, no ha definido cual será su política a partir de enero en materia migratoria. ¿Cambiará la línea seguida? No parece tan probable, aunque hay que esperar.
Un buen gobierno debe tener dos actitudes en el tema migratorio. La primera, reconocer que el problema existe a causa del abandono en que se les ha dejado a amplios sectores de la población –desde la niñez, cuando se ha permitido, y hasta fomentado, la desnutrición infantil crónica, por ejemplo–. Por lo tanto, hay que atacar las causas. La segunda, mientras se mejoran las condiciones, se debe apoyar a los guatemaltecos que están en el exterior y dejar de perseguir a quienes, con todo derecho, quieren buscar una mejor vida.
El salir del país y ubicarse en otro, es un derecho humano reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos (Artículo 13).