Gonzalo Marroquín Godoy
¡Que desmadre armó el presidente Jimmy Morales! Ha creado un laberinto político que más parece una estrategia para defender el andamiaje de corrupción que a lo largo de los años ha construido la clase política para saquear los recursos del Estado, que una acción de dignidad nacional o de defensa de la Constitución, como intenta hacer creer a todos los guatemaltecos.
Repasando la situación a la que hemos llegado desde el fallido intento –por ahora– de sacar al comisionado Iván Velásquez, podemos ver que no hay soluciones sencillas, porque cualquiera de los posibles escenarios a futuro presenta un panorama sombrío.
El sistema de corruptos se defiende; intento de expulsar al Comisionado de CICIG causa mucho daño.
Morales, al borde del precipicio, decidió dar un paso al frente… y ahora, haga lo que haga, tendrá un costo muy grande para su administración y para él mismo. Temeroso de terminar en la cárcel como su antecesor, Otto Pérez Molina, decidió quitarse de encima a la CICIG, sin llegar a comprender que, aún logrando su cometido, el desgaste al que se está sometiendo en su credibilidad le dejará como un gobernante más débil de lo que ya era.
Seguramente era más fácil esperar el resultado del antejuicio, sabiendo que sus compinches de la clase política en el Congreso le defenderían a capa y espada, porque al fin y al cabo muchos de los diputados son coyotes de la misma loma y es difícil pensar que puedan dejarlo a su suerte en el caso de financiamiento ilícito de campaña por el que se le quiere investigar.
Pero en medio de tanta desinformación y opiniones de fanáticos, se pasa por alto el efecto real que tiene la salida de Iván Velásquez, que finalmente es el objetivo de Jimmy Morales: Sin el comisionado al frente de la CICIG, es cuestión de tiempo ver que se desquebraja –por no decir termina– la lucha contra la corrupción y la impunidad.
Vamos por partes. Lo primero que sucedería sería la renuncia de la Fiscal General Thelma Aldana, y aún si alguien lograra convencerla para que continúe al frente del MP, su tiempo en el cargo es ya corto, cerca de 9 meses. La elección del sustituto(a) de Aldana está nada menos que en manos de Jimmy Morales. No hay que ser un adivino para saber que escogerá al candidato más pueda pusilánime –débil, inútil– entre la lista que le proponga la comisión de postulación.
Eso del lado del MP. Ahora veamos que puede pasar en la CICIG. Primero, la ONU debe buscar un buen candidato. Pero ¿habrá alguien de gran cartel en su país e internacionalmente, que estaría dispuesto a venir por apenas dos años a Guatemala?, un país en donde las autoridades no quieren estar a favor de la lucha contra la corrupción y, por lo tanto, no será bien recibido si viene a trabajar correctamente.
Supongamos que existe un fiscal que quiera correr esos riesgos. El mandato de la CICIG –que no será renovado por Jimmy Morales-, tiene apenas dos años más de existencia. En ese tiempo, el sucesor de Iván Velásquez tendría que conocer el país, ambientarse con los casos, para trabajar luego sin el apoyo del MP, porque recordemos que el Fiscal General será seguramente santo de la devoción de Jimmy.
La verdad es que el Presidente la cantó –literalmente–. Aún Otto Pérez Molina, que se sabía acorralado, prefirió la renuncia, antes que arrastrar más al país. Eso es lo mínimo que se espera de un gobernante, aunque se vea atrapado.
Los que están a favor de la salida de Velásquez por razones ideológicas, debieran meditarlo despacio. Será que los gobiernos de derecha o conservadores de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, España, Francia y Canadá, financiarían a la CICIG si su trabajo lo hicieran con fines ideológicos de izquierda. Esa es una acusación que han vendido quienes quieren que la corrupción continúe.
Se esperaba que el sistema corrupto se defendiera y opusiera a la CICIG. Que lástima que el presidente de la República sea el alfil que utilicen para ello.