Gonzalo Marroquín Godoy
La ciudad necesita cambios URGENTES. Necesita acciones de fondo y, sobre todo, que se piense en las personas como la razón de ser de la municipalidad.
¿Quién no se ha quedado atrapado en un atasco de tráfico? Imposible no hacerlo. Hay atascos por toda la ciudad: la Roosevelt, Aguilar Batres, Calle Martí, Liberación, Reforma, calles de la zona 1, zona 6, carretera al Atlántico, carretera a El Salvador, Vista Hermosa… ¿sigo? Mejor resumo diciendo que hay atascos por todos lados.
La administración municipal arzuísta, de la que el alcalde Ricardo Quiñónez ha sido siempre parte, no quiso abordar el tema del transporte público y el tráfico como uno solo y ha creído que con pasitos a desnivel va a mejorar la situación. Nada que ver. Esa es una solución que funciona los días de asueto cuando disminuye el número de vehículos circulando, y no lo digo yo, lo dicen los expertos en el tema de desarrollo urbano.
La solución es de fono y se debe trabajar en muchos frentes, pero ¡en serio!, y no solamente con maquillaje.
En los últimos meses se ha visto que el tránsito se ha vuelto todavía más asfixiante, al extremo que los viernes la ciudad queda casi paralizada por las tardes. Y no se hace nada.
Ese es un problema que nos golpea a todos los capitalinos, directa o indirectamente. Pero hay más problemas muy serios que se deben abordar con la celeridad debida. El tema del agua es otro ejemplo de algo que no se ha trabajado seriamente. Hay que cuidar la que tenemos y pensar como vamos a revitalizar nuestros mantos friáticos, controlar el abuso del uso, dejar la corrupción en los negocios de compra de agua en bloque y, en fin, hacer lo que hay que hacer, pero sobre todo, atender las necesidades de aquellos a los que no les llega el servicio de agua.
Ni que decir de la basura. El basurero hay que cerrarlo y pensar en una solución definitiva al tratamiento de la misma. Hay ejemplos en el mundo de ciudades que han convertido la basura en un ingreso para la autoridad municipal. Aquí en cambio, se beneficia a unos pocos y se contamina a toda la ciudad, con el riesgo –además–, para las personas que viven de la basura –los guajeros–.
Esos son tres de los grandes retos que debe enfrentar la administración municipal. En las pasadas elecciones fue ganador el alcalde Ricardo Quiñónez. Lamento el uso y abuso de los recursos municipales en su campaña, pero eso ahora es cosa del pasado. Lo único que cuenta es que él es quien tiene la responsabilidad –y oportunidad– de mejorar las condiciones de vida de los capitalinos.
Quiñónez estuvo siempre a la sombra de Álvaro Arzú. Quienes conocieron al fallecido expresidente y alcalde por casi 20 años, saben que no podía haber ninguna persona a su alrededor que le cuestionara sus decisiones. Todos, absolutamente todos, tenían que decir ¡amén! a lo que se le ocurriera o dejara de ocurrírsele. De tal cuenta que no debe extrañar que Quiñónez no pudiera influir en la conducción de la municipalidad.
Pero ahora la situación es muy diferente. Ya tiene el control por mérito propio –bueno, con bastante ayuda de los fondos municipales– y ya no está a la sombra de nadie. Es EL alcalde y la persona que debe poner en marcha todos los proyectos necesarios que Arzú no quiso principiar.
Ya no le pueden decir que hacer ni los unionistas, pues desde el palacio de La Loba dispone del poder suficiente para ser –incluso–, el nuevo líder del partido, por más que pueda molestar a los miembros de la familia Arzú.
Ya es tiempo de reconocer que no se han hecho muchísimas cosas necesarias para tener una ciudad más humana y eficiente. No tiene por qué decirlo, claro, pero si puede ponerse a trabajar de forma muy diferente
Es claro que no debe quitar las cosas cosméticas que son también importantes. Sus programas culturales, deportivos y de esparcimiento, deben continuar –y mejorarse–, pero hay que arremangarse la camisa y trabajar en lo que los vecinos necesitan con urgencia.
Ricardo Quiñónez ya no es más concejal, ni el alcalde que heredó el puesto. Ya cuenta con el voto popular. Ahora debe convertirse en EL alcalde de la metrópoli más importante de Centroamérica.
Los vecinos queremos una ciudad en la que se pueda vivir mejor. Por ahora, la movilidad es nula y asfixia. Las familias, los negocios y la salud de las personas se recienten. El agua es vital y hay que ponerse a trabajar en el tema, porque de lo contrario, mañana estaremos llorando por lo que no se ha hecho, lo mismo sucede con la basura.
Urge el metro –y no la estafa del aerómetro entre Mixco y la ciudad–, mejorar y ordenar el transporte público existente, así como dictar una serie de medidas de emergencia para paliar esos atascos. No tengo más espacio. Pero está claro que la ciudad necesita un señor alcalde en estos momentos. Ricardo Quiñónez tiene que actuar ya como tal… por una ciudad más humana.