Gonzalo Marroquín Godoy
En la era de la hiperinformación, las redes sociales se utilizan para confundir, atacar, desviar la atención y desinformar; en la otra cara de la moneda, son de gran ayuda.
Las redes sociales llegaron para cambiar muchas cosas en la comunicación de las sociedades. Las noticias se conocen con inmediatez –a veces incluso en vivo–, funcionan a las mil maravillas cuando tocan el corazón de las personas y se acude en ayuda de alguien que la necesita. Hasta se conocen personas que inician una vida en común fructífera en todo sentido. Hay muchas cosas buenas que se derivan de este moderno medio de comunicación.
Pero ¡cuidado!, en ellas hay cualquier cantidad de trampas y aspectos negativos, sobre todo, en aquellas diseñadas para ser masivas e influyentes –como Instagram, Fecebook y otras–, porque pueden convertirse en algo totalmente oscuro y peligroso, cuando se utilizan más bien como una poderosa arma destructiva.
Esto no es nuevo, pero se discute poco. Lamentablemente las redes sociales se han convertido –para algunos– en un vehículo de combate, un medio para librar batallas destructivas y aprovechan la fuerza que tienen, para sembrar zozobra, confundir y desinformar, afectando muchas veces a las personas o instituciones que son blanco de las acciones de los famosos net center, verdaderas máquinas de la manipulación informativa.
Hace dos días se conoció mundialmente la noticia de que la Junta Directiva del club Barcelona y, especialmente su presidente, Josep Maria Bartomeu, ha pagado un millón de euros a una empresa de comunicaciones –en realidad un vulgar net center, como los conocemos aquí–, para desprestigiar y atacar a sus rivales políticos –aspirantes a su cargo– así como a jugadores como Messi y Piqué, simplemente por el hecho de no querer renovar contratos o aceptar otros temas de interés del club.
En resumen, se aprovechan de las redes sociales para ir en contra de sus objetivos particulares. Lo interesante del caso –al menos para mí–, es que está poniendo en evidencia la forma en que muchas veces se utilizan las redes sociales. En el caso en cuestión, se ha llegado al extremo de involucrar en las noticias o comentarios que se filtran a las redes, con perfiles falsos, a la esposa de Messi, seguramente con el fin de indisponer anímicamente al brillante jugador, considerado por muchos como el mejor del mundo.
Esta noticia es nueva y popular por estar vinculada a uno de los equipos más famosos del mundo. Pero ya antes hemos sabido de la forma en que se ha manipulado las redes sociales en la campaña electoral de Estados Unidos. Donald Trump, un hábil tuitero, convertido en influencer, sabe de su importancia. Por eso, se han dado denuncias contra Facebook, al que se le exige que tenga mayor rigor en el control de sus cuentas, sobre todo, por la facilidad que hay para que se construyan toda una masa de falsos perfiles que terminan influyendo en la opinión pública.
Al genio del mal, el nazi Joseph Göebbles, sea le atribuye la frase una mentira repetidas cien veces se convierte en verdad. Él lo aplicaba y hacía que los alemanes creyeran que triunfarían, aún cuando rusos, estadounidenses e ingleses avanzaban hacia la toma de Berlín. En ese entonces, los medios de comunicación eran la radio, televisión y periódicos, ninguno de ellos, con toda la tecnología que hoy conocemos. ¡Y lograba su objetivo mintiendo!
Hoy el mundo de la información es diferente. La radio es mucho más dinámica, la televisión tiene inmediatez y los periódicos han mejorado muchísimo. Pero además, están las redes sociales e internet, lo cual hace que haya sociedades hiperinformadas y altamente confundidas.
En México se conoció el caso de una empresa que creaba páginas web y las hacía acompañar de gigantescas redes sociales falsas –o parcialmente falsas–, desde las cuales desviaban la atención del público por alguna noticia, atacaban a candidatos o simplemente creaban una confusión informativa con algún fin político.
En nuestro país todo eso existe. Las redes sociales se han vuelto un arma destructiva, en vez de ser un medio de comunicación sano y adecuado. Los poderes ocultos trabajan con esas redes sociales, los políticos y gobiernos lo hacen, y ahora vemos que ha contaminado hasta el deporte. Este es un mal de nuestra era, es un mal con el que tenemos que aprender a vivir, porque será imposible hacer que las redes sociales desaparezcan.
Lo que nos queda es principiar a discernir, aprender a diferenciar entre la verdad y aquellas mentiras que se repiten una y otra vez. Eso no es fácil, pero muchas veces es evidente. Si no tomamos en cuenta que detrás de un comentario en las redes sociales puede haber un interés oculto –y hasta maldad–, podemos ser víctimas de esa mala intención y caer en la manipulación, que es lo que se pretende.
Me temo que, salvo en aquellas redes que se mantienen sanas –cada vez hay menos– o en las que se utilizan únicamente entre círculos afines, lo que estamos viendo es pura desinformación mal intencionada… y seguramente pagada por intereses espurios que prefieren no dar la cara.
Lo malo no son las redes sociales. Lo malo es como se utilizan. Bien dice el refrán popular: hecha la ley, hecha la trampa. La ley puede ser buena, pero se manipula y los abogados y políticos hacen la trampa.