Gonzalo Marroquín Godoy
Las medicinas siguen con precios astronómicos, lejos del alcance de la gran mayoría de guatemaltecos, la corrupción galopante… ¿Y las autoridades?
En diciembre y enero pasados, el doctor Román Carlos –Moncho le digo desde patojos–, inició lo que considero una auténtica cruzada para denunciar el abusivo, insensible y corrupto manejo de los precios de las medicinas en Guatemala. En contraste, somos uno de los dos países con mayor índice de pobreza y con un Estado que tiene enormes falencias en el sistema de salud a nivel nacional. ¿El resultado? Un pueblo que tiene en la desnutrición crónica infantil, una vergonzosa tarjeta de presentación, pero hay muchos ejemplos más.
Ese nivel de pobreza que impera –uno de cada dos guatemaltecos es pobre y uno de cada cuatro extremadamente pobre–, hace que en la mayoría de hogares, la preocupación primaria sea la alimentación diaria. La salud se convierte entonces en un lujo, porque a la hora de cualquier enfermedad no hay recursos para medicamentos ni atención médica. El cuerpo solo, debe defenderse.
La voz de Román Carlos –profesional humano, con experiencia y, por lo tanto, con conocimiento de causa– se alza para denunciar lo que a todas luces es un abuso de farmacéuticas y empresas dedicadas a la venta de medicamentos: los precios son estratosféricos, al extremo de ser Guatemala uno de los países con medicinas más caras en el mundo.
Irónico, pero cierto. Un país con tanta pobreza y deficiencias en salud pública, tiene los precios de las medicinas por las nubes.
En el Estado también se compran las medicinas exageradamente caras. Hay algunos ejercicios que desnudan la corrupción que ha existido. Por ejemplo, la compra de medicamentos por medio de UNOPS –una ONG vinculada al sistema de salud de la ONU–, ha permitido ahorrar cientos de millones de quetzales en la compra de medicinas al IGSS. Pero no todo el Estado compra de esta forma, sino la mayor parte de dependencias siguen haciéndolo de manera directa a representantes de las farmacéuticas.
Tengo entendido que Román enfrenta demandas por lo que escribió. Nada más injusto y una burla para los guatemaltecos. En primer lugar, él lo hizo al amparo de la libertad de expresión que tenemos todos en este país y que está garantizada plenamente por el artículo 35 de la Constitución y la Ley de Emisión del Pensamiento. Así es que los jueces no pueden retorcer esto. pero además de hacerlo al amparo de esta libertad, lo hizo en defensa de todas las personas, de todas las familias, pero en especial de aquellas que no tienen recursos, siquiera, para salvar la vida de sus hijos comprando los medicamentos necesarios.
El colegio de Médicos y Cirujanos se pronunció a favor de su colega. Bien hecho. Román ha puesto un tema de trascendencia –de vida o muerte, en realidad– en el tapete. Interesante sería que lo tomara el ya no tan nuevo gobierno como algo propio. Sería ejemplar que las autoridades promovieran que en el país se pagaran los precios justos por los medicamentos y no solo impactar con declarar “Estado de calamidad” a la espera del coronavirus. Si ya hubiera medicina para esa enfermedad, aquí sería prohibitiva.
Son muchísimos los guatemaltecos que a diario tienen que pasar penas para comprar medicinas. Hablo de medicamentos no tan sofisticados, aquellos que sirven para atacar virus, bacterias y demás, esas enfermedades que solemos llamar comunes. Pero la situación se vuelve dramática en los casos de enfermedades más graves y delicadas, como pueden ser el cáncer, la hepatitis C, deficiencias renales y otras que pueden cobrar la vida del enfermo si no se atienden adecuadamente.
Hace algunos años pude comprobar en mi familia que el cáncer es una enfermedad que se puede curar si se atiende a tiempo y adecuadamente… y si se tiene el dinero –o seguro médico– para pagar las quimioterapias y demás tratamientos, cosa que está muy lejos del alcance de la mayoría. Recientemente en un caso muy cercano, se tuvo que conseguir el medicamento en México por lo caro que es en nuestro medio. La diferencia de precio es abrumadora, una tercera parte.
Román hizo su primer comentario en respaldo a una columna publicada por el Dr. Gert Rosenthal, de la cual me gustaría tomar un párrafo para ilustrar el nivel de precios al que se nos somete en el país. Estos son tres ejemplos, pero sucede lo mismo con casi todos los productos. Veamos: Al acudir a una droguería en París, nos llevamos la sorpresa que el broncodilatador que cuesta el equivalente de US$33.74 en Guatemala se obtiene por el equivalente de US$9.04. Lo mismo ocurre con el antiinflamatorio que se cotiza en US$34.40 contra US$9.53 en ambos sitios. Se trata del idéntico producto de la misma marca, solo que en Guatemala se presenta en cajitas de 30 cápsulas, mientras que en Europa la cajita trae el doble. En cuanto a la insulina, cuya unidad cuesta el equivalente de US$21.60 en Guatemala, el idéntico producto en París se obtiene por el equivalente de US$8.19. Cuando le comentamos lo anterior a nuestro pulmonólogo en Guatemala, su reacción fue que “por eso en Guatemala enfermarse es un lujo…”
Un lujo inalcanzable que, con tanta pobreza, se traduce muerte. ¿Qué nos pasa? La indiferencia de la sociedad y las autoridades favorece este abuso inhumano.