Gonzalo Marroquín Godoy
Lo que tenía que pasar… pasó!!! El Gobierno debe ser cuidadoso con su comunicación, para evitar que el pánico explote y se haga mayor ante la presencia del coronavirus.
Todas las medidas de prevención ante el avance de la pandemia mundial del coronavirus COVID-19 son, no sólo adecuadas, sino indispensables. Sin embargo, los guatemaltecos –al menos los capitalinos– estamos reaccionando de una manera desproporcionada ante las noticias, aún antes de que ayer el presidente Alejandro Giammattei anunciara que se ha confirmado el primer caso de una persona contagiada con esta enfermedad.
En efecto, durante toda la semana, miles de personas han abarrotado los supermercados y han acaparado, dentro de sus posibilidades, productos como jabones antibacterianos, cloro, desinfectantes, papel de baño y productos alimenticios, en cantidades exageradas, al extremo que las grandes cadenas se han visto en la necesidad de limitar el número de producto que permiten a cada consumidor.
La situación que estamos viviendo con el desabastecimiento de estos productos es similar a la que hace varios años se daba cuando se disparaba el rumor de que habría escasez de gasolinas. Todo el mundo acudía a las gasolineras y en poco tiempo se hacía realidad el rumor: se acababa la gasolina que estaba disponible, aunque en los puertos hubiera más.
El otro aspecto que está sobredimensionado y ayuda a generar caos, es el uso irresponsable de las redes sociales. Todo el mundo reenvía cualquier tontería que les llega, dándole valor como si fuera cierto, aumentando la incertidumbre y creando ese ambiente tan denso que estamos viviendo desde hace varios días y ayer se disparó.
El pánico no es un buen compañero de este tipo de crisis, porque lo único que hace es aumentar el problema y crear uno adicional, provocando zozobra social. No hay ningún indicio de que pueda haber desabastecimiento de los productos básicos, aunque por ahora, en ciertos momentos, se pueden ver las góndolas vacías, pero ello es por la exagerada –y hasta abusiva– demanda de ciertos productos.
El Gobierno –y particularmente el presidente Giammattei–, deben ser cuidadosos con la forma de manejar la crisis y, particularmente, con su estilo de comunicación. En lo personal, no creo que el vocero de todo lo que pase con el coronavirus deba ser el mandatario. Él es la instancia superior. Debiera salir –cuidadosamente–, en los momentos en que sea requerida su imagen… para calmar!!! Lo que dice un presidente cobra una notoriedad más significativa y una mala comunicación suya puede disparar el pánico
Así como se hacen protocolos para atender los casos de salud –y para otras actividades–, se debe hacer un protocolo de comunicación, dirigido a lograr dos fines: que la población esté bien informada y que no cunda el pánico. El ministerio de Salud tiene la obligación de controlar la expansión del virus, y las autoridades de mantener el control de la situación y que no se sobredimensione la situación.
Cuando el pánico domina, todo se complica. Por ejemplo, la caída de Wall Street que hemos visto esta semana, estuvo alimentada por la mala comunicación que hubo desde la Casa Blanca. Se entró en pánico y el resultado es lo que hemos visto. El coletazo de esta caída bursátil traerá repercusiones mundiales.
Hay que tener claro que lo que la lógica nos dice, es que después del primer caso vendrán otros. Si estamos conscientes de ello, la alarma cuando se diga que hay 2, 3 o muchos más, no nos hará correr desesperadamente. Si todo el mundo se abastece por medio de acaparamiento, lo que tendremos es que se hará realidad la escasez y el problema será mayúsculo.
El tema de la desinformación también está afectando en medio de esta crisis global. No sucede solo en Guatemala. Es uno de los efectos que llegan con la fuerza de las redes sociales. Lo importante sería que no se crea todo lo que se recibe y que no se convierta en viral si no se confirma la veracidad de la noticia y de la propia fuente que la está enviando.
La teoría de la conspiración aparece por todos lados. Ya habrá tiempo más adelante para que se pueda investigar. Por ahora, lo que la situación demanda, es que actuemos con responsabilidad, que reaccionemos con la mayor tranquilidad posible y que no se crea que de la noche a la mañana tendremos miles y miles de contagiados y muchos de ellos muriendo.
Para que golpee un poco nuestra conciencia, voy a decir algo muy claro: es mucho más grave la presencia de cientos de miles de casos de niños guatemaltecos que padecen la desnutrición infantil crónica –uno de cada dos niños menores de 5 años–, y no hemos visto que el Gobierno reacciones más allá de los discursos y promesas de siempre.
Esta otra crisis de salud, como no es importada ni internacional –es tristemente autóctona–, debiera haber movilizado, alguna vez, al sistema de salud en pleno, para atenderla. Por todos esos niños que se ven y serán afectados para siempre en sus vidas –si sobreviven–, nadie corre. El Congreso, que ahora aprueba con prontitud lo que le pide el Ejecutivo –lo que no critico–, tardó años en aprobar un pinche crédito para esos niños. Estoy seguro de que en el año 2020 morirán más niños por desnutrición, que enfermos por coronavirus COVID-19. Ya veremos.