Todas las acepciones de la palabra DESASTRE aplican para nuestro país, pero principalmente en el orden político y social. Basta con mirar a cualquier lado.
Gonzalo Marroquín Godoy
Cuando señalo que Guatemala es un desastre de país, no me refiero únicamente a lo que dejaron las tormentas Eta e Iota, o los efectos de la pandemia fuera de control por el covid-19. Me refiero –además– a los acontecimientos políticos y sociales que se están sucediendo, los cuáles muestran de cuerpo entero a nuestro sistema político fallido, corrompido, sin corazón y sin ofrecer una alternativa positiva a la población en general.
Hoy debería escribir sobre el cambio de presidente en Estados Unidos y el efecto que la llegada de Joe Biden puede tener para nuestro país. Sin embargo, las noticias de nuestro entorno más inmediato me hacen reflexionar sobre lo que está pasando en el país. ¡Es un desastre por todos lados!
Un juez que tiene en la frente la marca IMPUNIDAD –servidor fiel de los corruptos–, Mynor Moto, resultó electo por el Colegio de Abogados de Guatemala (CANG), para convertirse en magistrado y asegurar el control de la Corte de Constitucionalidad, al sumar su voto al de Roberto Molina y Dina Ochoa.
Aquel famoso pacto de corruptos sigue funcionando y aún nos falta ver más, pues pronto principiará el proceso para elegir a la nueva CC, que debe tomar posesión en abril. Lo triste, es que las cinco instituciones que deben hacer los nombramientos –Giammattei, el Congreso, la CSJ, USAC y CANG–, están todas comprometidas y alineadas para seguir en la misma línea de impunidad y control de la máxima sala de justicia.
Sin una CC independiente, no se puede esperar que cumpla con el papel de dar certeza jurídica y constitucional, ni que ejerza el papel de contrapeso, cuando los poderes del Estado se descarrían… como sucede en la actualidad.
Lo único pendiente para consumar la llegada de Moto al equipo oficialista, es resolver el recurso de apelación que interpuso –correctamente– el abogado Alfonso Carrillo.
¿Qué más veremos? Pues el Congreso hará en su momento lo propio para asegurar que la nueva CSJ, cuando la quieran elegir, sea también a la medida de esos intereses espurios.
El sistema de justicia seguirá a merced de los grupos políticos, las mafias y las estructuras de corrupción. Cabe todavía la posibilidad de promover presión ciudadana y esperar que la comunidad internacional aporte algo positivo. La esperanza es lo último que se pierde.
Por otro lado, no puedo dejar de mencionar la brutalidad militar con la que se ha recibido a puros pencazos a los pobres migrantes hondureños, sin importar si se trata de hombres, mujeres o niños. Pareciera que el presidente Giammattei, al dar la orden –pues es el comandante en jefe del Ejército–, se olvida de que esa pobre gente huye de otro sistema fallido –el hondureño–, tan corrupto e incapaz como el nuestro. Se olvida que hay decenas de miles de guatemaltecos saliendo también hacia EEUU todo el tiempo. Se olvida que como centroamericanos debiésemos ser más solidarios.
Se le olvida que todos los seres humanos tienen el derecho de migrar y que sus derechos humanos deben ser respetados por donde pasen. Ni el gobierno de Honduras, ni el de Guatemala, han creado las oportunidades necesarias para que el flujo migratorio cese. Lanzaron golpes y más golpes, sin ver nuestro techo de vidrio. ¡Qué desastre de país! Siento pena, pero también vergüenza ajena, al ver la forma en que se trata a esa gente, que solamente quiere que le permitan tener una oportunidad.