— Gonzalo Marroquín Godoy
Han pasado los años –¡y vaya si no!– desde que me inicié como periodista. Debo remontarme a los años setenta cuando comencé a trabajar en lo que pronto se volvería la profesión de mi vida. El coronel Carlos Arana Osorio era el presidente, y luego le sucedieron los generales Kjell Laugerud y Romeo Lucas García. Ya para entonces se había despertado en mí el vicio por la información, convertido pronto en compañero de vida.
Mucha agua ha corrido desde entonces. Cabe destacar como logros importantes ocurridos en el país, que se dejó atrás el pasado de elecciones fraudulentas y el militarismo –aunque este quiere volver–, el analfabetismo se fue reduciendo considerablemente y la modernidad llegó a los centros urbanos. Sin embargo, los problemas más graves se han mantenido o acentuado: pobreza, mala calidad educativa, deficiencia gigantesca en salud pública, desnutrición infantil, destrucción del medio ambiente, falta de infraestructura, violencia, inseguridad ciudadana, narcotráfico y, a nivel municipal, transporte público masivo, tránsito, basura y agua, entre otros.
Viajar al interior para alguna cobertura informativa siempre fue triste. Podía ver la pobreza desgarradora, el abandono de las grandes mayorías por parte del Estado y como crecía el contraste entre zonas urbanas y rurales. Pero al menos en aquel entonces se veían ríos y bosques. Guatemala era un paraíso de recursos naturales, que con el tiempo se ha ido contaminando y depredando.
Pasaron los años, pero los titulares de prensa informan de lo mismo: crisis de hospitales, carencia de útiles escolares y malas escuelas, hambrunas –desnutrición infantil–, asaltos, asesinatos, extorsiones, robo de celulares, congestionamiento vehicular, inmigración. Problemas y crisis por todos lados. No hay escape. Los gobiernos centrales y municipales se han sucedido, muchos políticos se han enriquecido, pero la situación sigue sin una mejora sustancial.
A eso hay que sumar la fuerza que ha ido cobrando la corrupción en toda la administración pública. Los escándalos han sido abrumadores. La corrupción es la causa más fuerte para impedir que el país progrese. Son décadas perdidas y sin cambio. El desarrollo sigue esperando.
Amo a Guatemala. Siempre he querido contribuir con mi país y he intentado hacerlo por medio del periodismo, que es una herramienta indispensable para construir la democracia y combatir todos esos problemas que he mencionado. Ahora ha llegado el momento de buscar hacer aportes desde una trinchera diferente.
Tengo seis hijos y cinco nietos. Los veo crecer y quisiera aportar algo para que ellos y las siguientes generaciones que vengan encuentren un mejor lugar para vivir. Ya no estoy en edad para seguir soñando y esperar que otros hagan algo por nuestro país. Decidí intentar hacer un aporte desde la política.
No es fácil hacerlo con el sistema de partidos políticos que actualmente existe en el país, porque la mayoría de ellos son parte de un sistema nefasto que es gran responsable del atraso en el que se mantiene el país. En otras columnas he calificado de cloaca ese sistema en el que todo se hace por intereses personales y particulares, nunca por el bien común. Encontré en Encuentro por Guatemala (EG) al único partido que tiene valores; ha sido también el único que se ha atrevido a fiscalizar desde el Congreso, con Nineth Montenegro a la cabeza y, aunque ahora se encuentran bajo acoso por su línea independiente, están dispuestos a continuar luchando para promover un cambio.
Si he decidido participar es porque creo que es el momento de demostrar que las cosas se pueden hacer de una manera muy distinta en la administración pública. Que se puede llegar a un cargo para servir y no para servirse de él. La campaña es corta y con muchísimas limitaciones, pero hay que intentar llevar ese mensaje a la mayor cantidad de personas posible, para que se exija de los político mayor transparencia, eficiencia, pero sobre todo, mayor compromiso con Guatemala.
He escrito muchas veces sobre la clase política. A esa es la que pienso que hay que combatir y sustituir. Me he referido a la vieja política , esa que es oscura, mañosa, corrupta. Contra esa debemos estar los guatemaltecos que aspiramos a algo mejor de lo que hasta hoy ese sistema caduco y nefasto nos ha dejado. Le doy gracias a Dios por esta oportunidad y ojalá que, más adelante, pueda demostrar como servidor público que con transparencia y capacidad –además de todo el empeño posible– podemos iniciar el cambio.
Si me convierto en funcionario, mi siguiente deseo es que mi familia sienta orgullo por lo que pueda demostrar y promover que el ciudadano exija más transparencia de gobierno, municipalidades, diputados y jueces y magistrados. ¡Manos a la obra!