Gonzalo Marroquín Godoy
Si se desarrollara ese departamento, podría provocar crecimiento económico, y migración interna por mano de obra; se necesita voluntad, visión y un plan bien estructurado.
Hace algunos años tuve la oportunidad de viajar a Taiwán, una pequeña isla situada entre el Océano Pacífico frente a las costas de China continental, que por cierto la reclama como parte de su territorio y se mantiene una disputa con etapas de mucha tensión, incluso militar. Visitar esta isla depara múltiples sorpresas para cualquier viajero, no digamos para un periodista.
Lo primero que llamó mi atención es que su extensión es igual al territorio del norteño departamento de Petén: Taiwán tiene 35,980 km2, y Petén 35,874 km2. Por supuesto, no hay más similitudes.
La economía taiwanesa es la número 23 del mundo, en la isla viven más de 23 millones de habitantes y en Petén menos de 1 millón. La productividad, ni se puede comparar, porque aquella es una potencia y la región petenera ni siquiera ha aprovechado el potencial arqueológico y turístico que es único. Tenemos gran extensión de tierra, pero lo más destacado es, quizás, la destrucción que ha sufrido la invaluable Biósfera Maya. La ausencia del Estado es notoria y por eso prolifera tanto el narcotráfico.
En el ya lejano año de 1958, el gobierno militar del general Miguel Ydígoras Fuentes creó por ley la Empresa Nacional de Fomento y Desarrollo del Petén (FYDEP), que funcionó hasta 1986, sin lograr claramente sus objetivos. Si se pobló aquel departamento un poco más, pero lo demás se reduce a repartos arbitrarios de tierras y ha crear ciertos grupos o familias dominantes, casi siempre vinculadas a oficiales del Ejército. Si bien no se puede decir que Petén es tierra de nadie, tampoco hay un plan de desarrollo integral. Como se ha visto con Taiwán, si de extensión de tierra se trata, en ese territorio podría producirse un boom económico que podría cambiar el rumbo del país.
Todo esto vino a mi mente porque hace un par de días tuve una conversación con Eduardo El Chiqui Cofiño, quien ha sido un loco soñador, precisamente sobre Petén. Me contó de su trabajo con varios gobiernos, el esfuerzo para conseguir créditos con el BID, la forma en que se ejecutaron, pero sobre todo, me habló de lo que resta por hacer –que es muchísimo– y de la importancia que podría tener el departamento más grande del país para la economía.
Creo que si se hace algo serio, bien planificado, con mucha visión, Petén podría ser la clave para que Guatemala se transformara de fondo en el tema socioeconómico. Taiwán lo hizo, pero aquí cerca, México también ha desarrollado áreas enteras –como Mérida y Yucatán–, que se han vuelto focos de desarrollo por políticas dirigidas.
Lástima que aquel intento del FYDEP haya sido fracasado tan grande, porque se pudo haber avanzado muchísimo. Lástima que durante décadas Petén ha sido dejado medio a la deriva. Lástima que no se tenga claro el potencial que tenemos en ese territorio.
El Chiqui tiene claro el potencial: Petén tiene la mayor concentración del mundo en centros arqueológicos, la Biósfera Maya es un patrimonio de la Humanidad –que bien vale proteger y recuperar–. Esos ingredientes, más la gran extensión territorial nos permite suponer que algo bien hecho podría inyectarle al país mucho más que la famosa –pero inútil–, Alianza para la Prosperidad. Estados Unidos haría mejor en apoyar iniciativas de desarrollo integral, más que chapuces que no hacen más que tirar el dinero por un tubo. El efecto para detener la migración sería más eficaz.
Entiendo que no podemos aspirar a ser un Taiwán, pero al menos podríamos mejorar las condiciones del país. Eso sí, debería enfocarse con visión de desarrollo sostenible, con el fin de garantizar que se respete el ambiente en todos los proyectos.
Ya he mencionado muchas veces que soñar no cuesta nada. Entonces aquí se permite. Lo primero sería soñar que las nuevas autoridades llegarán con afán de trabajar, más que de robar. Si no, seguiremos en lo mismo de siempre. Lo segundo es que además de ser honestos, sean capaces y trabajadores. De lo contrario, tampoco podrían impulsar un proyecto de gran magnitud.
En resumen, lo que se necesita para desarrollar Petén –creo que todo el país en general mejoraría con estas cualidades–, es un gobierno transparente, honesto, trabajador y muy creativo. Eso sería una bomba –en el buen sentido– que convertiría a Petén en una especie de joya de la corona.
Para terminar, cuento nada más una anécdota que me contó un embajador taiwanés: Tras la derrota de los nacionalistas de Chang Kai-shek a manos de los comunistas, se refugiaron en aquella isla, y una de las cosas que permitió levantar comunidades y apaciguó la falta de vivienda, fue la de construir con bambú millones de casas. Interesante
En fin, son soluciones y acciones que otros han tenido y nosotros podríamos aprovechar para hacer mejor la tarea. Petén tiene enorme potencial.