ENFOQUE: Pensar mucho, hablar poco y actuar bien…

Gonzalo Marroquín Godoy

Un presidente no puede hablar o actuar sin pensar, no puede hacerlo sin tomar en cuenta las repercusiones que puedan traer sus palabras y decisiones.

Subir el precio del metro y quitar el subsidio a la gasolina fueron dos acciones –no se si justificadas, pero seguramente poco meditadas– que asumieron los presidentes Sebastián Piñera (Chile) y Lenín Moreno (Ecuador).  En ambos casos desataron una violenta explosión social que les hizo dar marcha atrás para impedir que los disturbios que se sucedieron en Santiago y Quito cobraran más vidas y las protestas subieran de tono.

Primero fueron los indígenas ecuatorianos quienes llegaron a Quito a protestar contra el llamado paquetazo impuesto por Moreno.  La intensidad de la protesta fue tal, que obligó al mandatario a huir de la capital y refugiarse en Guayaquil –la segunda ciudad de aquel país–, desde donde aceptó la vía del diálogo para poner fin al levantamiento ciudadano.  Sin duda el gobernante y sus asesores no midieron el nivel de descontento popular que provocaría el paquete de medidas solicitado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), diz que para estabilizar la economía.

Ahora no solo no se pueden llevar a cabo las acciones económicas, sino que ha quedado abierta una herida político-social que traerá más inestabilidad.  Nadie ganó, muchos murieron y el país perdió. Todo por no pensar, meditar y desarrollar una estrategia adecuada. 

El otro caso es parecido.  El presidente Piñera, en una acción que muchos pensarán es de sana economía, decidió el incremento al pasaje del metro.  Tampoco previó el rechazo popular que provocaría y las consecuencias están a la vista, así como la misma herida político-social.

Recordemos cuando en la época del presidente Romeo Lucas –un gobierno militar fuerte y represivo– se intentó subir el precio del pasaje de los buses de 5 a 10 centavos, grupos de estudiantes de la USAC y de institutos de educación media salieron a las calles a protestar y quemaron varias unidades del transporte público.  Aquel gobierno de mano dura tuvo que recular para que se calmaran las aguas.

Traigo a colación estos ejemplos, porque a nuestros dos presidentes –uno en funciones y el otro electo– les pasa que tienen la boca floja y no miden las consecuencias.  Eso no les debiera suceder y, en el caso de Alejandro Giammattei, debe aprender pronto y mejor si lo hace antes del 14 de enero, pues lleva ya más de un resbalón.

Jimmy Morales ha tenido una larga cadena de palabras y hechos que han provocado que el país se encuentre confrontado como está y que su imagen se vea muy desgastada, con su popularidad por los suelos.

Por ejemplo, reunirse con un candidato presidencial –Mario Estrada (UCN)– a quien ya se vinculaba como cabeza de un partido narco, no era precisamente una idea brillante.  Pero Jimmy Morales va a la reunión y cuando la misma trasciende, porque pretendía ser secreta, sale con el rollo de que fui porque me invitó a comer gallina en crema con loroco, una explicación que en vez de ayudar, hizo que todo el mundo pensara lo peor, sobre todo, porque se supo del encuentro en los días en que el entonces candidato presidencial era capturado por narcotráfico en EEUU, en donde por cierto hace algunos días se declaró culpable de ese cargo.

Sus ataques hepáticos contra la ONU tampoco ayudaron para nada a su administración, que termina mal vista en esa instancia internacional, en donde la que asuma en enero tendrá que hacer mucho esfuerzo por recuperar las buenas y respetuosas relaciones.  Actuar con el hígado y no con la cabeza es malo para cualquier gobernante.

Giammattei se lució también al intentar ingresar en Venezuela con pasaporte italiano, siendo como ya lo es, un representante de Guatemala.  Eso de la doble nacionalidad puede ser de uso común para cualquier ciudadano, pero jamás para un presidente, por más que sea solamente electo.  Lo peor del caso es que quienes se supone que están llamados a asesorar a un político sin experiencia en ese tipo de situaciones –provocada a propósito–, viajaban igual que él, con pasaportes extranjeros.

Papelón el que hicieron.  Es evidente que lo que querían era llamar la atención y criticar el régimen de Nicolás Maduro, pero también es evidente que no lo hicieron bien.  Igual los hubieran expulsado con pasaporte guatemalteco –a mucha honra–, pero el efecto habría sido digno, sin tantos memes y comentarios de burla en las redes sociales.

En fin, son algunos comentarios sobre un aspecto importante para gobernar.  Antes de hablar o actuar, hay que pensar, hay que medir las consecuencias.  En otras palabras, hay que saber a que lío se van a meter.  Por ejemplo, si digo que voy a eliminar la SAAS, debo tener pensada la solución y no solo hacer una declaración populista.  Pensar mucho, hablar poco y actuar bien…

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