Chile, Bolivia, Hong Kong, Cataluña, Venezuela, Nicaragua y Ecuador… ¿Qué tienen como denominador común los levantamientos que se han producido en estos países?
El escritor argentino Jorge Luis Borge dejó plasmado un pensamiento que puede aplicarse perfectamente a los acontecimientos que se vienen registrando en diferentes partes del mundo, con causas en apariencia distintas, pero con un hilo conductor que muestra que existe un denominador común. Esto escribió Borge: Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos.
Analizando los casos de las protestas violentas y explosivas que hemos visto en los países arriba citados, es evidente que el hilo conductor nos muestra que la causa de fondo de esos levantamientos son los gobiernos, incapaces de anticipar que sus actitudes han creado un malestar social que termina estallando en las calles, desafiando incluso a fuerzas represivas que han causado demasiadas muertes.
Los casos de Nicaragua y Venezuela tienen muchísimas similitudes. Gobiernos autoritarios, con presidentes que se han perpetuado en el poder y niegan libertades fundamentales a la población, además de un manejo de la economía caótico. Tanto Daniel Ortega como Nicolás Maduro respondieron de la misma forma: brutal represión de las manifestaciones y radicalización de sus posturas dictatoriales.
Ortega, uno de los héroes que derrocó al dictador Anastasio Somoza en 1979, le ha superado, por mucho, como dictador. Somoza estuvo 11 años en el poder en dos períodos separados, mientras que Ortega lleva 13 años corridos y 5 más que gobernó después de la revolución sandinista. Como Somoza, Ortega es autoritario y como él, se ha vuelto multimillonario. Ambos han limitado las libertades política y de prensa, entre otras.
Por eso han salido a las calles los jóvenes y luego varios sectores más y no me cabe duda que, más tarde o más temprano, las protestas volverán. Un pueblo sin libertad, lucha por recobrarla.
Similar es el caso de Maduro y el resultado es el mismo. Sin respeto al pueblo no hay democracia, como tampoco hay paz social. El continuismo irracional, que no es más que una dictadura antidemocrática, genera malestar.
Si nos vamos hasta Asia, en Hong Kong los universitarios insisten en desafiar a uno de los regímenes más poderosos del planeta. Exigen más libertades de parte de China, y cada vez se les reprime más, sin que hasta la fecha cesen en sus exigencias. Otra vez, el gobierno de Xi Jinping, no quiere ceder en reconocer los derechos de la población.
Los catalanes también salen a cada rato a las calles a protestar. Ellos lo hacen con espíritu independentista, pero en el fondo, se debe a la falta de respeto del gobierno español ante el anhelo catalán a tener mayor autonomía. Si Madrid escuchara más el sentir catalán –y lo atendiera–, no habría tanta violencia y malestar.
Volvamos a América. En Ecuador el disparador es una modificación al régimen. De nuevo, un gobierno que no escucha, que no conoce el sentir de su gente. Aparentemente la calma ha vuelto, pero hay que esperar para ver si se toman los correctivos de fondo o las protestas pueden volver.
Y Chile. ¿Quién pensaría que Chile, el país que ha vivido lo que se califica como milagro económico, vería un levantamiento social como el que se ha dado? Después de todo lo sucedido, ahora se sabe que se trata de malestar e insatisfacción por la enorme brecha que hay entre ricos y una clase media emergente que no se siente bien atendida por su propio sistema económico.
La brecha se fue abriendo durante sucesivos gobiernos, y la frustración popular explotó bajo el gobierno de Sebastián Piñera, quien ha tenido que aceptar los errores, se abre al diálogo y propone la redacción de una nueva Constitución.
En Bolivia, Evo Morales se aferró más de la cuenta al poder –los mismos pasos de Chávez, Maduro y Ortega– e incluso se habla de un fraude electoral para evitar la segunda vuelta. Primero se levantan los que ya están cansados de tanto Evo y, cuando este renuncia presionado por los militares, otros gritangolpe de Estado, y son ellos los que ahora están en las calles protestando, con el mismo resultado: muertos, heridos, capturados.
Si Evo fuera un demócrata auténtico, hubiese preparado a alguien de su partido para que pudiera sustituirle y evitar lo ocurrido. En vez de ello, provoca ese desastre y ahora advierte desde México que puede haber una guerra civil.
Curioso que en Guatemala no andemos en lo mismo, con Gobierno, Congreso y Justicia por la calle de la amargura. Vivimos el fracaso del sistema político y somos el país con mayor brecha entre ricos y pobres. Además, la corrupción y la impunidad campean, sin visos de que alguien tenga interés auténtico de combatirlas. El peligro latente es que el cansancio por tanto fracaso, abuso y falta de soluciones de parte del sistema político, nos lleven a confrontaciones nuevamente.
Me pregunto: ¿Mereceremos no tener gobierno algún día?