Gonzalo Marroquín Godoy
Guatemala no necesita de aviones –menos comprados de manera tan oscura–, lo que necesita es atención a los verdaderos problemas nacionales.
Sin duda somos no solo un país de grandes contrastes sociales, sino también contradicciones. Somos el país No. 1 de Latinoamérica en desnutrición infantil crónica y necesitamos de un crédito de US100 millones del Banco Mundial para iniciar un programa para combatirla, pero si tenemos en caja US$28 millones para comprar un par de aviones Pampa III y cerca de US$12 millones para un buque para la marina.
La justificación para este desembolso –más de Q300 millones– es la lucha contra el narcotráfico, pero además de haber serias dudas sobre la efectividad que se pueda alcanzar –principalmente con los aviones–, ambas compras se hicieron de manera escondida, casi secreta y ninguna de ellas cumple con los requisitos contemplados en la Ley de Compras y contrataciones del Estado.
Al parecer, a Jimmy Morales le interesa más quedar bien con sus amigos militares, los que –hay que recordarlo–, le dieron un sobresueldo ilegal de Q50 mil mensuales que, de no haber sido descubierto por la prensa y denunciado por la Contraloría de Cuentas, le habría representado un incremento de Q600 mil al año en su ya abultado salario presidencial, uno de los tres mejores entre sus colegas latinoamericanos.
Nuestro ya nada simpático presidente aprovechó la existencia de viejos convenios para evadir la Ley de Compras, lo que demuestra –una vez más– su poco respeto por la transparencia y su afán de comportarse como un desdibujado gobernante autoritario, que hace y deshace a su antojo, sin respetar el sentir popular y lo peor, no tomar en cuenta las necesidades que existen en el país.
En ninguno de los casos se recurrió a una licitación internacional para hacer la compra más eficiente y clara. No, se hizo a dedo, negociada únicamente entre militares guatemaltecos y autoridades argentinas y colombianas.
Hay que aclarar que los Pampa III son pequeñas aeronaves diseñadas principalmente para capacitación y aprendizaje de pilotos, aunque tienen alguna capacidad para tareas ofensivas y defensivas, militarmente hablando. Sin embargo, se sabe que una de las mayores debilidades que tenemos en el país en esta lucha contra el narcotráfico es la carencia de una red eficiente de radares, que permita la detección de las aeronaves que usan los carteles, sin la cual, pasan desapercibidos los cargamentos de droga que llegan al país por la vía aérea.
Como ya nos tiene acostumbrados don Jimmy, sus actitudes son poco reflexivas y muy erráticas. Por un lado se pelea con los gringos por los famosos Jeep J-8, pero por el otro acepta órdenes para legislar y apretar los controles migratorios, al extremo de criminalizar la inmigración, como si no existiera una justificación para que cientos de miles de guatemaltecos intenten huir del país.
En todo caso, este era un buen momento para recordarle a Estados Unidos que el narcotráfico existe en nuestro país, porque el mercado estadounidense –consumidores– es gigantesco y somos un puente de paso. Es decir que ellos ponen la demanda y nosotros ponemos ya no solo muertos, sino también recursos que tanta falta hacen en materia de educación, salud –desnutrición infantil crónica, por ejemplo– y seguridad, además de gran carencia en infraestructura.
Hay que tener en cuenta otro aspecto: no se debe descartar la corrupción en la negociación. Como hemos estado acostumbrados, detrás de cada negocio hay la famosa coima, el soborno o comisión, como se menciona en los negocios de cuello blanco.
Jimmy Morales está por irse y no debió haber realizado esta ridícula compra. Buenos radares y helicópteros, que Estados Unidos debiera proporcionar, son mejor solución que los dos avioncitos argentinos. ¡Ah!, por cierto, mientras Guatemala compra estas naves para aprendizaje, Argentina compra aviones de verdad a Corea.
¿Por qué el vicepresidente Jafeth Cabrera intentó negar la noticia hasta el último minuto? Fue tan burda su postura, que pareciera que se le mantuvo al margen del negocito y entonces cabe otra pregunta ¿Por qué?. Alguien mal pensado podría decir que para que el reparto fuera entre menos, pero no hay pruebas que sustenten tal cosa, más allá que la triste y oscura historia de nuestros gobernantes más inmediatos.
Como ya no está la CICIG -porque el mismo Jimmy la descabezó–, queda la responsabilidad de investigar en manos de la Contraloría y el Ministerio Público (MP), dos instituciones que están en deuda en cuanto a demostrar su absoluta independencia. Veremos qué es lo que hacen.
Aún sin corrupción e ilegalidades de por medio, queda en el ambiente el gasto militar de Q300 millones, cuando siguen las muertes por mala atención médica, la pobreza extrema no disminuye, la educación es mediocre, la inseguridad ciudadana persiste y hay carreteras muy deterioradas, mientras otras siguen esperando por pavimento. Costa Rica –de ejemplo otra vez– no tiene aviones militares.
Para Jimmy Morales, el Ejército es prioridad. Para la mayoría de guatemaltecos, la prioridad son sus necesidades.