ENFOQUE: Ni verde, ni azul… campaña descolorida

Gonzalo Marroquín Godoy

Ni Sandra Torres ni Alejandro Giammattei parecen levantar pasiones, más allá de la duda generalizada: ¿Quién es el menos malo?.  El efecto debate

Para el 11 de agosto, un poco más de ocho millones de guatemaltecos estamos convocados a las urnas para participar en la segunda vuelta electoral, ahora también llamada balotaje –siguiendo la corriente de otros países–, para decidir quién será el sucesor de don Jimmy Morales en la presidencia de la República a partir del 14 de enero de 2020.  La tarea no es sencilla, porque sobre ambos candidatos planea el fantasma del continuismo, la corrupción y la vieja política.

Seguramente a todos nos pasa algo parecido.  En las últimas semanas las conversaciones con amigos o conocidos terminan girando en torno a la política, a lo que le espera al país y casi siempre se incluye la pregunta –de cajón–, que los guatemaltecos nos venimos haciendo desde hace muchas elecciones: ¿quién es el menos malo?

Hace cuatro años, aunque el cómico Jimmy Morales era conocido en ciertos sectores populares de la población por sus programas populacheros en la televisión, también es cierto que en política era desconocido.  En aquel entonces –recordemos que era nada menos que 2015, año en el que la CICIG y el MP se lanzaron a la guerra contra la corrupción–, la frase ni corrupto ni ladrón y un rostro sin pasado político conocido, fue suficiente para captar el voto de la gran mayoría.

Su rival en segunda vuelta fue Sandra Torres, una populista de izquierda que sigue gozando de un fuerte rechazo en sectores urbanos, precisamente por su pasado político, los múltiples vínculos con sectores y fuerzas oscuras y la nada transparente gestión que hizo la UNE cuando ella era la esposa de Álvaro Colom y la mandamás del Gobierno de la esperanza.

Esta vez, en lugar de don Jimmy, el que está es un viejo conocido de la política:  Alejandro Giammattei agota su cuarto intento por acceder al poder, esta vez con su propio partido, porque las tres anteriores las hizo con diferentes organizaciones, aunque siempre con discurso conservador y confrontativo.

Por el resultado de la primera vuelta, es evidente que la exprimera dama aun cosecha los frutos de sus controversiales programas sociales, pues su fuerza está en el interior y especialmente en el área rural.  En un país en donde la pobreza alcanza al 80 por ciento de la población, no debe extrañar que una populista como ella pueda tener buena convocatoria, más si sigue llevando bolsas, láminas y regalos por todos lados.  Le debe costar una millonada que los mediocres magistrados del TSE son incapaces de fiscalizar.  No lo hicieron en la primera vuelta y no lo harán en la segunda.

Además de su populismo, Torres es temida en muchos sectores por su autoritarismo e intolerancia a la critica.  De ganar, tendrá más poder que muchos de sus antecesores, porque además del Ejecutivo, dominará con facilidad el Congreso y –no me cabe duda–, las cortes, incluyendo el último bastión, instancia o contrapoder, como es la CC.

Solo le faltaría realizar una reforma constitucional al estilo de Chávez y Correa, para alterar todo el esquema político nacional.  No se pueden esperar reformas políticas importantes, aunque intentaría hacer cambios sociales en el país.  Cambios que, eso sí, son necesarios, pero no en la forma en que ella los llevaría a cabo.  Sus posibilidades, sin embargo, se han visto mermadas por su miedo a participar en los debates en televisión, un pecado que otros candidatos han cometido antes y pagado con la derrota en las urnas.

Giammattei, por su parte, parece ser más de lo mismo.  Tiene un entorno parecido al de don Jimmy, le gusta el militarismo, es anti CICIG y anti lucha contra la corrupción, algo que gusta a ciertos sectores, principalmente aquellos que no quieren cambios en el país.

Ambos se rodean de financistas con intereses en grandes negocios.  En ambos partidos hay personajes cercanos al narcotráfico.  ¿Qué nos puede esperar? ¿Quién es menos malo? La primera respuesta es nada muy bueno, y la segunda es muy difícil de responder, pero si creo que no es justo para Guatemala que, a estas alturas de nuestra democracia, estemos ante esta escuálida disyuntiva.

Ninguno de los dos presenta alguna propuesta novedosa –que además sea creíble– y cuando salen con algún rollo bueno, la pregunta es si no se trata de las falsas promesas que hacen la gran mayoría de político en su afán por el poder.

Hay que votar y solamente tenemos tres opciones: votamos mal o menos mal… o votamos nulo y les decimos a los políticos que estamos cansados…

La historia muestra que los pueblos aguantan… hasta que estallan.

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