ENFOQUE: Narcopolítica, raíces peligrosas y profundas

Gonzalo Marroquín Godoy

Por la mafia se gana dinero

Pero se necesita valor

Porque aquí no hay ningún parentesco

No se permite ningún error

Siempre te andas rifando el pellejo

Con las leyes o el patrón.

Esta es una estrofa de un narco corrido, esas canciones sobre narcotraficantes que se pusieron de moda en México hace algunos años y sirven a veces de fondo musical de las series televisivas que tanto abundan sobre el tema. Por cierto, en esas series –basadas en hechos de la vida real, ligeramente modificados­– se destaca siempre la necesidad que tiene el narco de tener vínculos con el poder político, las fuerzas de seguridad y operadores de justicia.

Recuerdo que a principios de los años 80, tuve algunas conversaciones con un funcionario de la DEA estadounidense como parte de mi labor periodística. En ese tiempo, se decía que Guatemala era bodega de los cárteles colombianos en su ruta hacia Estados Unidos, pero no se hablaba tanto del narco en México. Con un pie dentro del país, cabía esperar que la presencia del narcotráfico aumentara. Así sucedió.

La ambición por el poder y el dinero caminan

de la mano. O, cuando el narco compra a políticos

Los pasos siguientes se dieron en la penetración de lavado de dinero. Surgieron los pequeños cárteles locales, que servían o asociaban con los grupos colombianos. Más adelante se produce la explosión de cárteles mexicanos y la proximidad con Guatemala hace que expandan sus operaciones hacia el sur. Se incrementa la producción de amapola, aquella bodega de cocaína crece y también principian las luchas por territorio, así como la explosión de la violencia.

El cartel de Sinaloa, el los Zetas, y más recientemente el llamado Jalisco Nueva Generación, son algunos de los que han mantenido presencia en el territorio nacional con más o menos fuerza, al extremo que se han dado ya varias narco fiestas, narco matanzas, y otro tipo de acciones que confirman el grado de penetración que tienen, incluso dentro de la sociedad.

En la sección El Peladoro de el diario elPeriódico, desde hace varios años se viene denunciando que alcaldes, funcionarios y otros personajes están involucrado con los los señores del polvo blanco que no es harina, e incluso se han dado nombres de políticos y hasta ex gobernantes que han tenido este tipo de relaciones ilícitas.

Ha sido un secreto a voces que buena parte de las campaña electorales son financiadas por el dinero del narco. Se sabe que estos cárteles desean tener influencias y por eso financian a candidatos para alcalde y diputados, cuando no a los partidos con mayores posibilidades de hacerse del poder por medio del voto.

Ya la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG) ha advertido sobre este tipo de financiamiento ilícito a los partidos políticos, por lo que en el futuro hay que poner mucha atención, para establecer la fuente de financiamiento sobre actividades y hasta el nivel de vida de los candidatos.

Lo sucedido con Roxana Baltetti , que apoyaba las actividades de narcotraficantes, y Mauricio Bonilla, que servía incluso de guardián de sus cargamentos de droga, confirma que el método que utilizaron Pablo Escobar en Colombia o El Chapo Guzmán en México, no es más que un sello común que utilizan todos los narcos. Compran el Estado por medio de funcionarios, diputados y jueces, hasta las más altas esferas.

Hace algunos días decía en este mismo espacio que la actividad política en el país, se ha convertido en una gran cloaca. Ya va siendo tiempo de apoyar con más determinación los esfuerzos de limpieza que llevan a cabo el MP y la CICIG, porque más adelante tendremos más que lamentar con la narco presencia.

 

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