Gonzalo Marroquín Godoy
No lució habilidad el presidente electo Alejandro Giammattei para introducir cambios a un Presupuesto mal estructurado por el Gobierno y empeorado por el Congreso.
De poco ha servido la larguísima transición entre la administración de Jimmy Morales y la que pronto asumirá, encabezada por Alejandro Giammattei. Por lo que se ha sabido hay ministerios, como los de Gobernación –Enrique Degenhart– y Relaciones Exteriores –Sandra Jovel– que no se han abierto a dar información, mientras que el equipo de Vamos no tuvo capacidad suficiente para lograr que el Congreso aprobara el Presupuesto 2020 con los cambios por ellos sugeridos tardíamente.
Hubo, eso sí, muchos viajes, declaraciones de supuestos logros cacareados –¿no será demasiado pronto para alardear de algo que puede no suceder?– y, finalmente, como dice un refrán conocido mucha bulla y pocas nueces, es decir que se habló mucho y en la práctica no se avanzó lo debido.
Hablando específicamente del Presupuesto 2020 que finalmente el Congreso decidió no aprobar, caben hacer varias consideraciones, porque en realidad se trataba de un proyecto que nació plagado de defectos en el Ministerio de Finanzas, sin marcar un rumbo de desarrollo y, por el contrario, reflejando el poco interés social existente, al afectar negativamente o ignorar, la atención a problemas sensibles como salud, lucha contra la desnutrición crónica infantil y educación, para solo citar los más evidentes.
Por eso en la revista Crónica destacamos que era un Presupuesto sin visión ni corazón.
Así llegó a este vergonzoso Congreso, el cual se ha caracterizado por promover solo las iniciativas que son de interés para el bloque oficialista-aliados dominante o, en muchos casos, aquellas que les convienen a los diputados porque llegan acompañadas de un regalito dinerario.
En la Comisión de Finanzas, como sucede cada año, se introdujeron modificaciones según interés de los diputados. Se desvió dinero que no se concedía, por ejemplo a la lucha contra la desnutrición o para promover la cobertura educativa, para entregarlo a ONG amigas de grupos políticos sin fines claramente establecidos.
El mamarracho de Presupuesto elaborado por el Ejecutivo llegó al Congreso el 23 de septiembre. ¿Qué significa eso? Pues sencillamente que el equipo de transición del gobierno de Giammattei tuvo tiempo para hablar y negociar antes de esa fecha con el ministerio de Finanzas, pero no lo hizo. Luego, dispuso de cerca de dos meses para intentar influir en los diputados. En vez de eso, lo único que pudo verse, es que a última hora, la semana pasada, a pocos días de vencer el plazo fatídico del 30 de noviembre para la aprobación, presentaron cerca de 40 enmiendas para readecuar, algunas de ellas muy importantes, como suprimir el uso de ONG, las que han sido fuente de corrupción en el pasado.
Se notó entonces que el esfuerzo llegaba tarde y sin músculo o estrategia inteligente para negociar con las bancadas dominantes en el Congreso, específicamente la de la UNE y la oficialista de FCN-Nación.
¿Qué sucederá ahora? Al no quedar aprobado el Presupuesto 2020, queda funcionando el de este año, lo que obliga a Giammattei y su equipo a readecuarlo y negociar cada cambio que quiera con el nuevo Congreso. Aquí hay que recordar que la bancada oficialista –Vamos–, no tiene visos de ser dominante de entrada. En cambio la UNE, aún con las divisiones que se avizoran, tendrá más fuerza para imponerse o negociar. Es, en realidad, empezar con el pie izquierdo la gestión.
La UNE tiene el triple de diputados que los 17 que principiarán como oficialistas, una desventaja muy grande como para pensar que las readecuaciones que necesitará el gobierno en funciones sean aprobadas con facilidad. Será entonces cuando se lamenten no haber aprovechado correctamente el largo período de transición.
Cabe insistir que el defenestrado Presupuesto 2020 tenía muchas falencias y modificado por los diputados resultaba peor aún. Las propuestas de Vamos posiblemente lo hubieran mejorado un poquito, pero no lo suficiente como para promover desarrollo en el país.
Ahora que se ven tantas explosiones de protestas sociales, sería interesante que la clase política –esa misma que hasta ahora ha fracasado gobierno tras gobierno–, entendiera que hay que hacer cambios profundos en el país, si no queremos que algo igual o peor pueda suceder en Guatemala.
Si todavía no se ha entendido que el flujo migratorio a Estados Unidos es producto de la falta de atención a los problemas sociales, entonces estamos verdaderamente jodidos, porque veremos más de lo mismo. Si no nos damos cuenta que no se pueden arrastrar más los problemas de falta de educación, salud y oportunidades, entonces nos acercamos al precipicio.
Percibo cierta euforia en algos sectores. No es malo ser optimista. Sin embargo, si el exceso de optimismo nos nubla la vista de lo real, entonces chocaremos con una realidad que puede llegar a asustar. Se perdió el tiempo de la transición… cuánto más se perderá???