ENFOQUE:  Maduro al mejor “estilo Jalisco”… ¡arrebata!


En México se conoce un refrán popular que dice: “Jalisco nunca pierde… y cuando pierde, arrebata”.  En ese país, se considera como una especie de “grito de guerra” que demuestra obstinación.

Gonzalo Marroquín Godoy

No una, sino varias encuestas, mostraron antes de las elecciones del domingo 28 de julio en Venezuela que una gran mayoría de la población estaba a favor de un cambio y que el voto popular favorecería al candidato opositor Edmundo González.  En una auténtica democracia esas encuestas habrían anticipado el fin de la dictadura de Nicolás Maduro y el chavismo.

La fuerza de González no era por él, su personalidad o ideas.  No, simple y sencillamente era el único representante opositor que podía terminar con más de dos décadas de un sistema dictatorial que ha sumido a los venezolanos en mayor pobreza y borrado las libertades básicas que existen en cualquier democracia.

Como antecedente, hay que destacar que en Venezuela la democracia se difuminó desde la época de Hugo Chávez, pues él inició el camino que luego ha seguido quien fuera uno de sus lugartenientes, el hábil y firme Nicolás Maduro, un piloto de transporte pesado que, como él mismo se identifica, se forjó en las calles y ahora es un político duro de roer y dispuesto a llegar a las últimas consecuencias.

La definición más sencilla de dictador es la que dice que “es la persona que detenta todos los poderes del Estado”, sin permitir la existencia siquiera de contrapesos.  En Venezuela Maduro tiene en su puño a los militares, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) baila al son que el presidente toca, la legislatura es apenas una caricatura de lo que debe ser un parlamento democrático.  Ni siquiera en apariencia hay independencia entre los tres poderes del Estado.

Pero hay más: no existe libertad de prensa y se ha promovido el surgimiento de prensa progubernamental mientras se asfixia a los medios independientes. Se fomenta a los “influencers” que defienden el “valor e integridad” de Maduro para proyectar su imagen como hombre “probo”, “democrático” e “interesado en su pueblo”… un “fiel cumplidor de la ley”.

Según organismos que trabajan el tema de las migraciones, unos cinco millones de venezolanos han salido del país huyendo del chavismo, sus políticas y represión.  El chavismo es un sistema aplastante.  Claro, quienes gozan de sus mieles, no quieren perderlas ahora, porque el poder político ha servido para que la cúpula del chavismo disfrute, en muchos casos, de auténticas fortunas.

Ese es el resultado de una dictadura. Los Ortega en Nicaragua están en las mismas, aferrados al poder político, que camina de la mano del poder económico, porque nadie puede cuestionar la forma en que se enriquecen. 

Hago este escenario para mostrar la difícil situación en que ha caído Venezuela.  Sin duda Maduro perdió las elecciones –y eso que no se facilitó el voto de los millones de exiliados–, pero reconocer la derrota significa que tienen que entregar el poder y perder todos los privilegios que hasta ahora han gozado de manera abusiva… Y, quizás, tener que enfrentar la justicia.

Pensar que Maduro no haría las de Jalisco –arrebatar–, era ser ilusos.  Tenía que llevar a cabo un fraude, por más burdo que pareciera, y luego, por supuesto, hacer que el triunfo fuera ratificado por las instancias legales. “Aquí nadie está por encima de la ley y lo que diga el TSJ será la última palabra, yo me someto”.  Eso dijo Maduro, porque sabe que la información para tener en cuenta la dará el Consejo Nacional Electoral (CNE), por cierto, otro organismo que está en manos, cien por ciento, del chavismo.

El círculo se cierra. Maduro tiene el poder, las armas y las instituciones.  También tiene fuerza a nivel internacional, con el apoyo de países como Cuba, Nicaragua, Bolivia y Honduras en Latinoamérica, pero además potencias de ultramar, como Rusia y China, así como otros países asiáticos y de Medio Oriente. Todos –salvo Honduras– autocráticos.

En el lado de la oposición está la fuerza popular, que puede ser reprimida y atemorizada, y una comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, que presiona, pero no siempre funciona.  Por eso Maduro no da un paso atrás y arma todo un show para decir que hay una “conspiración” dirigida desde Washington para darle un golpe de Estado.

Ya hay muertos y más de mil detenidos. El escenario es complejo y, aunque las condiciones pueden cambiar en cualquier momento, los dados están cargados y favorecen abrumadoramente, por ahora al menos, al dictador chavista, todo un especialista, en crear conspiraciones en cada esquina.

Hay muchas interrogantes.  ¿Hasta dónde permitirá el pueblo venezolano que llegue el chavismo? ¿Estarán los militares dispuestos a reprimir con fuego al pueblo? ¿hasta qué punto llegará la presión internacional?

Hay muchas más.  Se trata de un tema escabroso. Al fin de cuentas, veremos si hay libertad y democracia para Venezuela… o imposición, más chavismo inútil y la dictadura consolidada.

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