Gonzalo Marroquín Godoy
Este ha sido un año en el que el país parece detenido en el tiempo. Lo mismo se refleja en las relaciones personales, familiares y colectivas.
En diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, China, se detectó el primer caso de covid-19 y muy pronto, el 11 de marzo, la OMS declaró que se había alcanzado el nivel de pandemia, cuando 114 países registraban ya pacientes con la enfermedad, producida por un nuevo coronavirus, virulento y mortal. El día de ayer se registraban 35.8 millones de personas que han sido contagiadas y más de un millón fallecidas.
En Guatemala, estamos por llegar a los 100 mil casos, con más de 3 mil muertos. Pero el agravante de la situación ha sido que, para poder combatir y contrarrestar el agresivo y mortal coronavirus, se han tenido que tomar medidas drásticas, como el cierre de países y ciudades, así como promover el distanciamiento social, situación que ha causado uno de los golpes más fuertes a la economía global que la historia recuerde.
Nuestro país, con una economía pequeña pero estable, ha enfrentado el reto como ha podido, aunque con un costo social enorme. Mucho más de lo que se podría imaginar. La buena fortuna ha sido que las remesas familiares de los migrantes, no solo han continuado, sino se han incrementado, al extremo de que, en julio y agosto, se han registrado ingresos por más de mil millones de dólares cada mes, una cifra que no se había visto nunca antes.
Sin esa inyección a la economía, el descalabro sería mayúsculo, tanto en el orden social, como en la macroeconomía y la situación podría ser caótica. Hay que recordar que el famoso bono familia, llegó poco y tarde, al extremo que después de seis meses, solamente se han logrado entregar dos desembolsos y el tercero puede ser que no llegue a los mil quetzales ofrecidos, de acuerdo con el saldo que tiene el fondo disponible.
En realidad, fue una gran masa monetaria la que se movió en este tipo de ayuda, pero con un efecto bastante relativo, tomando en cuenta que son menos de 500 quetzales por familia\mes, si se toma en cuenta lo retardado de la ayuda.
Lo que no cabe duda es que al terminar 2020, tendremos en el país más pobreza, más negocios golpeados fuertemente y menos posibilidades de ingresos para muchísimos guatemaltecos. Pero hay más efectos negativos que dejará el año de la pandemia, específicamente en el orden personal y familiar. El famoso distanciamiento social, que debemos reconocer que es necesario, está dejando también otro tipo de secuelas, al extremo que ni siquiera se pueden despedir adecuadamente a las personas que fallecen, ya sea por covid-19 o por cualquier otra causa.
Las reuniones familiares se ven reducidas a su mínima expresión, lo mismo que aquellas actividades sociales que sirven de solaz, individual y colectivamente. Las personas y la sociedad en su conjunto, enfrentamos una carga adicional en estrés y ansiedad, porque hay demasiados nubarrones sobre el futuro inmediato. Los economistas hacen previsiones en torno a lo que ocurrirá el próximo año, pero en realidad es arriesgado hacerlo, tomando en cuenta que ni siquiera sabemos cuando podremos decir que la pandemia estará bajo control o que haya vacunas disponibles para todos.
Lamentablemente hay más cosas negativas. Mientras el covid nos cambia la vida y nos mantiene ocupados y atemorizados, la actividad política ha seguido como siempre: la corrupción no cesa y el entramado para controlar la justicia persiste. Suceden cosas insólitas y aberrantes, por las que la ciudadanía ni siquiera reclama o protesta. El Congreso no acata el fallo de la CC, el MP se suma –dizque discretamente– al carro de la impunidad, no se elije a la Corte Suprema y magistrados de sala y, en resumen, la clase política, hace lo que se le viene en gana. ¡Y no pasa nada! Todo el mundo hace como que hace bien, pero en el fondo, la justicia es cada vez menos independiente del poder político y la podredumbre avanza. ¡Ah!, y el narco y crimen organizado, felices ante el desmadre de los políticos.
Si este ha sido un año oscuro, el futuro no pinta con más luz, aunque ojalá y el 2021 traiga al menos la solución para la pandemia. Se vemos para atrás, un año para el olvido; si vemos para adelante, peligros y retos grandes… demasiado grandes.