Gonzalo Marroquín Godoy
¿Cuáles son las fuentes de información más confiables?; el peligro de la información engañosa y la creciente circulación en redes sociales de fake news (noticias falsas).
El calor mata el virus covid-19; tal o cual medicina sirve para prevenir el contagio del coronavirus; gárgaras con agua tibia con sal o vinagre lo eliminan; doctores japoneses recomiendan tomar agua cada 15 minutos como un medio de protección contra el contagio. Estas y otras noticias han circulado profusamente en las redes sociales en los últimos cuatro meses.
Recientemente se hizo viral –bueno, más o menos– que el premio Nobel de la medicina, Tasuko Honjo, declaró que el covid-19 es producto del ser humano, una teoría de la conspiración que ha circulado con diversas hipótesis, todas apuntando a señalar a China o Estados Unidos como responsables.
Lo escrito en los dos párrafos anteriores son noticias falsas, como otras cientos y miles que circulan en Facebook, Twitter, YouTube, Instagram y demás redes, así como en las aplicaciones de mensajería, principiando WhatsApp, la más popular de todas. La gente llega a creer tanto todo lo que recibe o lee sin verificar su autenticidad, que se cometen auténticas estupideces.
Yo le llamo al momento que vive el mundo, desde que las redes sociales irrumpieron a principios del siglo XXI, la era de la híper información y mega desinformación. La razón de esto es porque las noticias se transmiten de forma masiva, con inmediatez y por medio de una gran diversidad de medios, pero además, con una gran facilidad para poner a rodar las famosas fake news, con usuarios que las reciben, asimilan y comparten con enorme ligereza, sin reparar en su veracidad o la credibilidad de la fuente.
En días pasados, el reconocido estratega y promotor de ideas, Derek Steele, tuvo a bien enviarme un interesante estudio realizado por la Universidad de Oxford y el Instituto Reuters en seis países –Alemania, Argentina, Corea del Sur, Estados Unidos, Gran Bretaña y Argentina–, con el fin de conocer como se informan las personas en este período de pandemia y cuáles fuentes de información son las que más credibilidad tienen.
Las conclusiones son interesantes, aunque para mí no tan sorprendentes. La primera de ellas es que la demanda de noticias ha aumentado en todos los países. También en el nuestro, estoy seguro. La gente está más pendiente de lo que sucede, porque finalmente el ser humano busca noticias para saber de todo aquello que le afecta o puede afectar de manera directa o indirecta.
Claro, el tema del coronavirus nos interesa porque afecta a todos, sin importar clase social, sexo, edad, ideología, religión o ubicación. Es algo que a cualquiera le puede llegar.
En esta encuesta múltiple, me llama la atención positivamente el que sea un alto porcentaje de personas las que están confiando más en las organizaciones de noticias por su credibilidad. Entiendo que organizaciones de noticias, son periódicos, agencias de noticias internacionales, programas de televisión y radio y las plataformas en internet de los medios de prensa.
Esto es algo que bien vale la pena aconsejar. Si cualquiera de nosotros recibe por cualquier red social o plataforma de mensajería una noticia, lo mejor es validarla de acuerdo con la fuente. Si no tiene detrás un medio o agencia de noticias conocida, hay que dudar primero. Luego, tratar de verificarla y evitar así que una posible fake news se multiplique en nuestras redes sociales. Son demasiadas noticias falsas las que se viralizan hoy en día.
No me extrañaría que el presidente de la nación más poderosa del mundo, Donald Trump, haya caído en la inocentada de creer una fake news. Sola eso explicaría cuando en medio de una conferencia de prensa aconseja a las personas para que se inyecten un desinfectante para combatir el virus. Pienso que pudo caer de baboso al leerlo en alguna red social, porque estoy más que seguro que sus asesores en materia de salud no se lo dijeron, como lo demostró la cara de sorpresa que puso la doctora Deborah Birx, coordinadora sanitaria de los Estados Unidos, cuando escuchó atónita lo que su jefe decía. ¿El resultado? Hubo muchos que le creyeron al mandatario, aunque tuvo que recular en su siguiente conferencia, porque seguramente sus asesores le dijeron que era un gran disparate lo que dijo.
No tengo demasiado espacio para comentar todos los aspectos de la citada encuesta, pero también me resultó interesante ver que en los países donde el gobernante es de derecha, lo que dice no tiene mucha credibilidad entre las personas de izquierda y viceversa. Eso nos demuestra por qué están tan divididas muchas sociedades, como por ejemplo la estadounidense. Los conservadores le creen a Trump, los opositores no. Eso me hace suponer que los que se inyectaron desinfectante, eran republicanos!!!
Una conclusión –mía, no del estudio–, es que los gobernantes deben ser muy cuidadosos con lo que dicen en estos tiempos de coronavirus. Casi todos caen en la tentación de convertir el momento en una oportunidad para hablar y promocionarse, pero hay que recordar que el que mucho habla… mucho puede equivocarse, y una frase mal empleada, inexacta o engañosa, termina fácilmente en desinformación.