ENFOQUE: Jimmy en el país de las maravillas

Esa Guatemala con la que todos soñamos, pero está muy lejos de ser realidad, es la que trata de presentar al mundo Jimmy Morales. ¿Quién le cree?

Gonzalo Marroquín Godoy

A don Jimmy Morales, a quien le gusta tanto la actuación, hace este miércoles su última presentación ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), y su libreto es, como en las ocasiones anteriores, un largo argumento para presentar un país –Guatemala–, en el que todos los problemas se han solucionado o están en vías de corregirse. Ese país con el que los guatemaltecos soñamos de una u otra manera.

Se preparó bien para la ocasión. Como tendría una primera intervención con el tema ambiental, hizo que el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) corriera para elaborar el acuerdo gubernativo que prohíbe –para dentro de dos años– el uso de plásticos desechables, y decir así que somos pioneros en ello. Además, aprovechó para presentar internacionalmente el gran invento chapín, las ‘biobardas’ (especie de mallas para detener los desechos sólidos en los ríos) que incluso quiere patentar para que su uso en otros países pueda producir alguna regalía.

Este día llega su gran momento. Tendrá ante sí cientos de delegaciones de todos los continentes, a las que presentará ese país de las maravillas que ha logrado construir como ningún gobierno anterior. No sé si repetirá aquella charada de que somos el único país en el mundo en donde se persiguen aviones con camiones, pero seguramente mencionará el tema.

También dirá que es el único que ha levantado la red vial, que su gestión se ha caracterizado por la transparencia y la lucha contra la corrupción; hablará del excelente Censo Nacional de Población, de los avances para impedir la inmigración hacia Estados Unidos y dirá que es un gran aliado de aquella poderosa nación, a la que ayuda para detener narcos y hasta terroristas. Por eso quiere convertir a Guatemala en Tercer País Seguro.

Destacará las mejoras en educación y el rescate del sistema de salud pública. Si los delegados de muchos países subdesarrollados llegan a creer todo lo que diga, pensarían que el país ha cambiado sustancialmente durante los últimos cuatro años. ¿Piensan así los guatemaltecos?

¡Para nada! No hablará del fracaso de la lucha contra la desnutrición infantil crónica –¡ni modo!–, como tampoco dirá que la recuperación vial se llevó a cabo hasta que medio mundo puso el grito en el cielo porque sus dos primeros años no se tapó ni siquiera baches. Sobre la educación, no mencionará nada de las escuelas en las que los niños no cuentan con escritorios y tampoco mencionará el contubernio permanente que se mantiene con el sindicato de Joviel Acevedo.

Sacará pecho para decir que hay medicinas en los hospitales, pero obviará que Guatemala sigue siendo uno de los países en los que las medicinas son más caras y que el sistema de salud presta un servicio ineficiente e insuficiente a la población.

Por supuesto que, al sacar el pecho sobre ser ni corrupto ni ladrón, no mencionará cuando le descubrieron su sobresueldo que recibía de parte del Ejército a manera de bono. Tampoco se referirá al nepotismo y amiguismo que ha fomentado en el aparato burocrático. Eso sí, hará responsable de todos los males del país a la CICIG y a la propia ONU, la institución que apadrinaba a la desaparecida Comisión Contra la Impunidad, porque atropelló nuestra soberanía. Se dirá respetuoso de los Derechos Humanos, por más que se negó a enviar una delegación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), porque al tratar el caso de Guatemala, está interfiriendo en asuntos internos de un Estado soberano. Otro tema ignorado serán las encuestas que muestran que su gestión tiene el 72 por ciento de desaprobación y que su credibilidad ha caído por los suelos. Son muy pocos quienes creen que es el paladín de la lucha contra la corrupción. Es vox populi que el oficialismo en el Congreso ha sido partícipe –y hasta motor de empuje–, del llamado Pacto de Corruptos. En efecto, todo depende del cristal con que se mire lo que sucede en el país. Don Jimmy se deja llevar por lo que le dicen sus ministros. Los funcionarios –que para esto no tienen nada de babosos– no le cuentan el lado oscuro de sus gestiones. Por el contrario, le dicen al oído que todo lo que dice la prensa, lo que opinan los analistas y lo que siente el pueblo, son puras babosadas.

En fin, seguramente el discurso pueda estar bien empacado, pero el contraste llega con los índices que nadie puede negar. La pobreza continúa y, sumado a la falta de oportunidades, impulsan la inmigración. En educación y salud estamos entre los peores países latinoamericanos y en desnutrición infantil crónica somos el número uno de todo el hemisferio.

Está bien que un gobernante se engañe a sí mismo, pero da pena ajena que pretenda –ilusamente– engañar a todo el mundo. En el caso de la ONU, eso de todo el mundo es literal.

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