Gonzalo Marroquín Godoy
Banderas blancas, pobreza, desnutrición infantil crónica, escuelas sin agua, la economía informal… brota la realidad social y desnuda la falta de información oficial.
Un lustrador de Huehuetenango de 65 años tiene casi dos meses sin ganar dinero, no digamos los Q50-Q70 que antes hacía en un buen día de trabajo. Un jardinero que todos los días venía a la capital desde Barberena para poder cobrar Q125 diarios, se encuentra sin ingresos desde la segunda quincena de marzo. Él también pertenece a la tercera edad. Ambos están desesperados. No han recibido la afamada caja de alimentos, nunca los registraron en el programa del adulto mayor, ni tienen opción a los Q1 mil mensuales ofrecidos por el Gobierno y, para colmo de males, alquilan cuarto y el propietario es el que paga la electricidad, por lo que no reciben ese subsidio tampoco.
Esos son trabajadores informales aquí en la capital. En el interior la situación es más dramática. El Gobierno no ha encontrado la forma –y no es fácil hacerlo–, para atender las necesidades de cientos de miles de personas que no figuran en los planes como los han estructurado. Así es como han ido brotando las ahora famosas banderas blancas, con las que sectores que han quedado marginados de la ayuda estatal, tratan de llamar la atención.
El Gobierno restringió al concepto de economía informal a aquellos vendedores ambulantes que se han registrado en las municipalidades de todo el país, pero estos son apenas la punta del iceberg de todos los que trabajan en esas actividades, porque la enorme mayoría no se registra y, por lo tanto, no son sujetos de la ayuda estatal. Como se puede ver, hay muchos baches en el plan y por eso las banderas blancas.
Pero en la clase media también hay mucha preocupación, principalmente en aquellos negocios que han tenido que cerrar completamente y deben mantener salarios o despedir personal. El Gobierno anunció también la suspensión temporal para pagar hasta Q75 diarios. Muchas empresas han buscado acogerse a esta mecánica de ayuda, pero resulta que la respuesta es lenta y la crisis agobia. Apenas ayer salió la primera lista de empresas que han aplicado. El agua está llegando al cuello, cuando no a la nariz.
Algo que ha salido a relucir con este desastre de la pandemia por el coronavirus covid-19, es que los distintos gobiernos no han sido capaces nunca de tener una foto o radiografía totalmente clara y detallada de la problemática social del país. La tristemente célebre Sandra Torres debería ahora sentir vergüenza, porque se llenaba la boca diciendo que sus programas sociales eran la maravilla del momento para atender a los más pobres. ¡Babosadas! Era pura demagogia y ayuda social dirigida con fines clientelares. Lo que buscaba ella eran simplemente los votos. Los siguientes gobiernos hicieron más o menos cosas parecidas, pero ninguno se preocupó verdaderamente por levantar lo que podría llamarse censo de la pobreza. Es decir, obtener datos totalmente confiables para saber el cuándo, dónde y por qué de la pobreza.
El presidente Alejandro Giammattei dice que las banderas blancas son personas acarreadas. No tengo conocimiento de quienes serían los supuestos acarreadores, pero me he tomado la molestia de hablar con algunas de las personas que se ponen en esquinas estratégicas. No suena a que tengan fines políticos. Me da la impresión de que son personas que efectivamente ya no encuentran otra forma de sobrevivir más que buscando la ayuda solidaria de los guatemaltecos en la calle. Es eso, robar o empezar a padecer hambre.
El lunes leía la noticia sobre la forma en que se está agudizando la desnutrición infantil crónica, especialmente en el llamado corredor seco. Lo mismo ha sucedido. Los gobiernos llegan, sacan dinero dizque para combatir la desnutrición, pero la situación no cambia y los índices continúan igual al término de su período. Y ahora se suma ese coronavirus.
La situación del país es más que dramática y mucho me temo que lo peor aún está por venir. La educación, por ejemplo, también es ahora un problema. Están viendo que hay escuelas que ni siquiera tienen agua, como para pensar en el lavado de mano de los niños cuando vuelvan a clases. Todos los años se plantea que hay escuelas en condiciones paupérrimas, pero nada se hace año tras año y las condiciones mejoran. ¡Ah!, pero eso sí, Joviel Acevedo y sus huestes no se preocupan más que por exigir aumento salarial. Nunca hacen nada a favor de los niños. La educación sigue siendo un desastre y las escuelas igual.
Obviamente no es culpa del actual Gobierno. Lo que si, es que la respuesta al tema social ha sido más lenta de lo debido. Ha estado bien ante la crisis de salud, pero tampoco se ha trabajado bien el tema de la transparencia. El presidente dice que lo peor está por ocurrir, y es cierto. Él se refiere a la situación sanitaria, pero lo peor está por venir también en el orden social. Ojalá y de esta sí tengamos una radiografía fiel y puntual de la crisis social permanente.