Gonzalo Marroquín Godoy
Tenemos un ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales –creado desde 1986–, pero no hay ninguna política pública de protección ambiental, como pudieran ser la de control de emisiones de CO2 para contribuir a evitar mayor calentamiento global, la del uso de aguas –ríos, lagos y demás–, el manejo de basura y muchas otras actividades que se desarrollan a la libre, sin certeza para población e inversionistas de que las cosas se harán correctamente.
La generación de electricidad por medio de hidroeléctricas, si bien tiene enormes beneficios –incluso ambientales–, se ha convertido en tabú, simple y sencillamente porque no se ha establecido una política de Estado al respecto, al extremo que cualquier proyecto hidroeléctrico se convierte en foco de conflictividad, cuando no en generador de violencia, como ya ha sucedido en varios casos.
Medio ambiente, generación eléctrica y manejo de recursos humanos en el Estado, algunos ejemplos.
Ahora mismo hay otro tema de debate y malestar entre la población, derivado de la falta de una política pública eficiente en materia de recursos humanos o, lo que es lo mismo, que controle a la voraz y muchas veces ineficiente burocracia. Por eso se recetan bonos, aumentos salariales y se suscriben pactos colectivos mientras crece el número de burócratas de manera desmedida, con un impacto cada vez mayor en el Presupuesto de Gastos de la Nación.
En las empresas se dictan políticas específicas –varía según la actividad que se desarrolla– para evitar conflicto, ganar eficiencia y alcanzar los objetivos, que por cierto, también se definen cada año y para períodos más largos, de acuerdo con la visión que se tenga.
En el Estado, en cambio, se trabaja sin objetivos específicos, sin controles y sin políticas definidas. En vez de encontrar mayor rigurosidad –porque se trabaja supuestamente por y para el pueblo–, lo que hay es exagerada transigencia y una falta de responsabilidad en los más altos cargos, desde presidentes y vicepresidentes, pasando por ministros, directores, presidentes de instituciones, alcaldes, magistrados y demás altos funcionarios en cargos de responsabilidad.
Una de las razones para explicar estas actitudes, es la hoy destapada corrupción, la otra la irresponsabilidad y, la tercera, la incapacidad de quienes llegan a manejar la cosa pública.
Ahora mismo vemos que Guatemala tiene que pasar una vergüenza internacional a causa de la contaminación que hemos provocado del océano Atlántico en la costa hondureña, específicamente en la desembocadura del río Motagua. Basura y más basura llega al vecino país, igual que sucede aquí con los lagos Amatiltán y Atitlán.
¿Por qué las empresas y las personas contaminan así ríos y lagos? Sencillo y triste a la vez: el ministerio de Ambiente no toma vela para ese entierro y prefiere hacerse de la vista gorda, dejando entonces el corral sin trancas para que los aprovechados e irresponsables desechen su basura en el río.
¿Por qué la conflictividad social con las hidroeléctricas? Porque el Estado, a falta de una política pública clara, definida y bien enfocada, deja en manos de autoridades locales e inversionistas un tema que es delicado, sin buscarle nunca una solución que sea de beneficio para la colectividad y el país. Ni siquiera se han regulado, hasta las fecha, las famosas consultas populares ordenadas por la CC.
Hay que hacer ver que este no es un problema del gobierno de Jimmy Morales. Tampoco sus antecesores promovieron políticas de Estado en áreas sensibles y conflictivas. Pero en otras áreas tampoco se vaya a creer que hay grandes decisiones o políticas claras. Al contrario, las pocas que se han ido impulsando, se botan o cambian con la llegada de una nueva administración.
Así como cambian los colores de los partidos y sus canciones, así cambian también las políticas de Estado, que jamás han llegado a ser parte de una estrategia de desarrollo del país, mucho menos han trascendido de gobierno a gobierno.
Por supuesto, para entender en buena medida porque persiste esto, se debe tener presente el refrán popular que explica muchas cosas: en río revuelto, ganancia de pescadores.