Gonzalo Marroquín Godoy
El reciente viaje del presidente Jimmy Morales a Miami no le ha dejado una cosecha satisfactoria. Por el contrario, ha visto golpeada su imagen, producto de malas decisiones y costosos errores que han mostrado su falta de liderazgo en situaciones que debe asegurarse de no repetir en el futuro, pues tienen alto costo político y en su imagen.
No es difícil entender que como padre, el presidente Morales siga molesto –sin importar si es justo o no– con la Fiscal General Thelma Aldana y el comisionado de la CICIG, Iván Velázquez. Lo que es un terrible error, es que el Presidente de la República, quien está llamado a ser guía, líder institucional, representante del pueblo y garante de las leyes y la Constitución, se muestre como un ser pequeño, vengativo y con visión de poco alcance.
Un presidente debe ser certero,
actuar con inteligencia; además, ser líder y dar ejemplo.
No ha sabido canalizar ese malestar e indignación que siente por la acusación contra de su hijo Manuel y su hermano Sammy. Jimmy, el padre, podría manifestar sus sentimientos de muchas maneras, pero el Presidente Morales no puede darse ese lujo. No basta con decir “soy respetuoso de la Justicia”, sino debe demostrarlo a cada momento. ¡Y más cuando se trata de un evento internacional!.
Eliminar a la Fiscal General de la comitiva oficial, ha sido un error tremendo, que golpea su imagen y liderazgo, no solo a nivel de la opinión pública nacional, sino también a los ojos de los gobiernos participantes en el encuentro: Estados Unidos, el Salvador, Honduras y México.
No quiere decir que se hubiera visto como todo un estadista si la hubiera incluido, pero no me cabe la menor duda que los funcionarios de esos países lo verían con más respeto, como un gobernante de altura que sabe anteponer los intereses de la Nación, a los sentimientos propios –que insisto, son naturales y, por lo tanto no cesurables en sí mismos–.
Pero no, su hígado pudo más. La sacó del viaje y hasta se tuvo que modificar el programa y eliminar un foro en el que hubiera podido presumir con el sombrero ajeno de la lucha contra la corrupción –que no ha liderado en realidad, pero si usa como tarjeta de presentación internacional–. En ese panel, estaba programado que hablara, precisamente junto a Aldana y Velázquez, es decir, toda una oportunidad para ubicarse del lado de la transparencia y contra la impunidad.
Para colmo de males, el presidente Morales acepta una entrevista en Miami con el periodista Jorge Ramos de Univisión. No hay que ser un genio para saber que las preguntas no serían un flan. Así es Jorge, un entrevistador que no cede, que busca sacar información y es agudo en cada tema. Por eso es respetado y reconocido.
Recordemos que aquí los periodistas de Palacio sacan fácilmente de sus casillas al mandatario, a quien aparentemente le siguen gustando más las entrevistas que le hacían cuando era parte de la farándula y las preguntas eran medio chistosas.
Aceptar esa entrevista sin estar preparado para lo que vendría, fue otro error. El resultado fue que el Presidente de Guatemala lució mal, tan mal como lo hizo al negarle un espacio a Aldana en la delegación oficial.
Para colmo de males, el tema que le hizo perder el control y la concentración fue el mismo: el caso de su hijo y hermano. En Guatemala, ciertamente, se ha desarrollado y fortalecido una cultura de corrupción en la sociedad, pero ni eso supo explicar correctamente, y termina justificando el caso porque en el país siempre ha existido la corrupción.
Aun los políticos con mayor experiencia meditan siempre sus decisiones. Es posible que sus asesores tampoco entiendan de política, comunicación, liderazgo y lo que significa Poder.