Gonzalo Marroquín Godoy
En la familia, colegios, escuelas y universidades se deben enseñar y transmitir las tradiciones culturales, parte importante de nuestros valores como guatemaltecos.
Los gringos tienen su Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day) como la tradición familiar más importante después de Navidad, y nosotros tenemos el Día del Fiambre –vinculado a dos fiestas que se celebran el 1 y 2 de noviembre: el Día de los Santos y el Día de los Muertos–,fechas que forman parte de una valiosa tradición cultural que se ha ido transmitiendo de generación en generación desde los siglos XVI y XVII.
Comer el fiambre se ha vuelto un momento especial para reunir a la familia en torno a la mesa y disfrutar del plato que ha llegado a convertirse en el más representativo de la cocina guatemalteca, al extremo que se le reconoce como algo original nuestro y no se encuentra en otros países latinoamericanos, incluso en aquellos que celebran ambas fiestas religiosas del catolicismo.
Para mí, el fiambre tiene el sello de mi linda madre, Victoria Godoy Cofiño de Marroquín, quien entre sus muchos atributos tenía el de hacer un fiambre con dos cualidades importantes: ser sabroso –y vaya que era EXCEPCIONAL– y ser hecho con mucho amor, porque sabía que lo comerían personas a las que amaba, ya fuéramos de la familia o amigos muy cercanos.
La tradición continúa y seguramente no morirá en la familia, porque siempre hay hijas o nietas que disfrutan durante tres o cuatro días con la preparación y luego compartiendo un plato, producto de la receta familiar. Lo mismo sucede en muchísimas familias.
El fallecido historiador y antropólogo, Celso Lara, decía constantemente que las tradiciones hay que alimentarlas y valorarlas para que no mueran. Vaya si no están llenas de verdad esas palabras. Se puede decir que a partir del Día del Fiambre arranca una época llena de tradiciones en Guatemala, que incluye, el mismo 1 de noviembre, la presentación y vuelo de los famosos barriletes gigantes, principalmente en Santiago Sacatepéquez y Sumpango.
Esta tradición colorida tiene que ver también con los muertos, porque se trata de una forma de espantar los malos espíritus, que molestan a los seres queridos que han fallecido y descansan en sus sepulcros. Por eso, el vuelo se realiza en los cementerios.
Luego nos vamos a diciembre y el día 7 tenemos la tradicional Quema del Diablo que, aunque ha variado un poco por el tema de cuidar el ambiente –ahora las fogatas son más pequeñas y menos contaminantes– sigue siendo de las tradiciones que hemos mantenido durante siglos, argumento suficiente para que pensemos en cuidarla y protegerla.
Las posadas, no son exclusivas de Guatemala –hay en México y casi todos los países centroamericanos–, pero en nuestro caso es importante destacar que las trae al país –lo mismo que los nacimientos– el ahora Santo hermano Pedro de Betancourt, en la segunda mitad del siglo XVII. Es decir que han logrado sobrevivir como tradición religiosa-cultural por más de tres siglos.
Triste es tener que reconocer que el aspecto de inseguridad ciudadana, presente en casi todas las zonas y ciudades, ha provocado que sean menos las posadas que recorren las calles a partir del 15 de enero, lo que significa que la tradición ha perdido fuerza y presencia, a lo que hay que sumar que los cristianos evangélicos, que cada vez son más en el país, no participan de este tipo de actividades eminentemente católicas.
De la Navidad no podemos decir que sea tradición chapina, pero si lo es el compartir un tamal con la familia, más allá de que ahora se ha introducido en el menú navideño de muchos hogares el pavo con las viandas que le acompañan. En todo caso, la Navidad es una tradición cristiana que se celebra en todo el mundo. Nuestras variantes culturales propias son el nacimiento y el tamal.
Las tradiciones son costumbres que se van adquiriendo y se transmiten hasta que llegan a ser parte del bagaje cultural de las personas, familias y naciones. En Guatemala las tenemos muchas y variadas durante todo el año. Ojalá que lejos de ver como se pierden, podamos decir que se mantienen y enriquecen, como sucede con el fiambre.
Con noviembre llega también un período especial en el ambiente socio-político chapín. En las redacciones de los periódicos y medios de prensa se suele comentar que los meses de noviembre y diciembre bajan en actividad las noticias políticas, porque toda la sociedad parece entrar en una especie de marasmo, en el que hay menos conflictos y muchas cabezas se centran más en el mundo de consumismo que en los problemas cotidianos.
No está de más alertar sobre el abuso que funcionarios y políticos hacen de estos meses de fin de año y aprovechan el relajamiento social que se produce para hacer de las suyas, es decir, hacer cosas turbias –¡corrupción!– que quieren que pasen desapercibidas para todo el mundo, principalmente para los periodistas.
Ahora, a prepararnos para comer fiambre, el plato nacional más importante para mi gusto, aunque me encanta toda la comida chapina.