Enfoque: El sentido de la Navidad… ¡Felicidades!


Aunque parezca un sin sentido, la Navidad pierde su gran fuerza inspiradora con el paso del tiempo, en la medida en que el consumismo sustituye a la espiritualidad de esta celebración, que sigue siendo, sin embargo, la más grande a nivel global.

Gonzalo Marroquín Godoy

Siendo niños éramos agradecidos con quienes nos llenaban los calcetines por Navidad. ¿Por qué no agradecíamos a Dios que llenara nuestros calcetines con nuestros pies? Esta es una frase escrita a principios del siglo XX por el escritor británico Gilbert Keith Chesterton, que ya reflejaba como el sentido de la Navidad se está perdiendo, aunque sigue siendo la fiesta más celebrada a nivel mundial.

Sin importar si el 25 de diciembre pueda no ser la fecha exacta del nacimiento de Jesús, ocurrido hace más de dos mil años, la verdad es que eso es lo que gran parte de la humanidad celebramos en ese día y, desde semanas antes, nos vemos envueltos en lo que ha dado en llamarse “el espíritu de la Navidad”, que motiva a cambiar las actitudes de millones de personas a lo largo y ancho del planeta.

Solamente en el mundo musulmán y en países comunistas con drásticas restricciones religiosas, así como en aquellos donde predominan el budismo o hinduismo, la celebración de la Navidad se limita a pequeñas comunidades cristianas.  Lamentablemente, en el resto de países que sí la celebran, es evidente que el consumismo de la época suele diluir ese “espíritu navideño” que transmite cuatro conceptos básicos: Esperanza, Alegría, Paz y Amor, los cuales son sustituidos por la compra de regalos, las cenas y comidas, todo en medio de las carreras del mundo moderno que, sin tener nada de malo, hacen que perdamos el foco de lo que verdaderamente estamos celebrando.

La Navidad es una época que nos permite la reflexión, que nos llama a compartir, pero, sobre todo, nos recuerda que debemos vivir en paz, en armonía con nuestro prójimo y contribuir en la construcción de un mundo mejor, algo en lo que el ser humano está fallando del todo en pleno siglo XXI.

El cristianismo sostiene que Jesús vino al mundo como símbolo de su entrega. De ello parte la celebración de la Navidad. 

Luego hay una figura humana que se ha proyectado en la historia de estas celebraciones.  Aunque su naturaleza es correcta –la de entrega y compartir los dones de Esperanza, Alegría, Paz y Amor–, ha sido capturada por el consumismo en su máxima expresión. Se trata de Nicolás de Bari.

Nicolás o San Nicolás, nació en Bari, en lo que hoy es Turquía, y fue un obispo del siglo IV en torno al cual brotaron un sinfín de historias y leyendas, sobre regalos y acciones suyas a favor de niños pobres de su época.  Basado en ellas surge más tarde en Alemania la figura de “San Nikolaus”, que derivó en lo que hoy todo el mundo conoce como “Santa Claus”, una figura cautivadora para trasladar a niños y adultos aquel espíritu navideño.

Lamentablemente, su figura fue prácticamente usurpada por el comercio, que encontró la veta perfecta para imponer y explotar el consumismo en la época, partiendo del concepto básico y real, de compartir.  Lo bueno es que “Santa” representa en gran parte ese espíritu de la Navidad; lo malo es que la celebración se ha centrado más en los regalos que en el mensaje original de esta época y la esencia de su celebración.

No creo que hay que criticar a “Santa”, sino su utilización, que ha llevado a que tengamos más atención a lo que coloca en nuestros calcetines, por encima de reconocer el valor de tener nuestros pies en ellos.

En todo caso, la intención de este Enfoque es la de destacar que esta es una época en la que debemos tener presente nuestra necesidad como personas y sociedades.  En este mundo, en el que nos abruma la información y la desinformación, en la que la inmediatez es más importante que el disfrute de las cosas, cuando “tener más” es sinónimo de éxito, es importante volver a ver los valores y conceptos que han dado el poder al “espíritu navideño” para llevar paz y armonía en medio de un mundo en el que suelen prevalecer la explotación social y política, las guerras, la voracidad y la inequidad individual, colectiva o internacional.

Así como principié esta columna con una frase célebre sobre Navidad, quiero terminar con otra, igualmente impactante.  La escritora sordociega estadounidense Helen Keller dijo sobre esta fecha:  Las únicas personas realmente ciegas en Navidad son las que no tienen la Navidad en el corazón.

El deseo de todos los que celebran la Navidad debiera ser el de recuperar la espiritualidad por encima del consumismo y disfrutar más y mejor las fiestas que la rodean.

¡Feliz Navidad a todos los lectores!… y qué el 2025 venga lleno de Esperanza, Alegría, Paz y Amor (al menos en nuestros deseos).

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