Gonzalo Marroquín Godoy
Terminan las celebraciones y descanso de fin de año. Es tiempo de prepararnos para lo que viene, con sus cosas buenas y malas… Los desafíos son enormes y están a la puerta.
No fue demasiado alentador encontrar en las redes sociales el mensaje –supuestamente motivador–, del presidente electo, Alejandro Giammattei, desde una piscina en algún lugar del Pacífico, en donde dijo estar “compartiendo con unos buenos amigos, de esa amistad que nos une a los guatemaltecos” y anticipó que llegará al gobierno “con la frente en alto, con los valores, los principios y los ideales” que le han impulsado “para hacer las cosas por el bien de Guatemala”.
Por supuesto, en la comodidad y disfrute de una piscina –no recuerdo a ningún gobernante anterior o de otro país haber hecho algo parecido–, no se pudo referir a los grandes retos que tendrá por delante, como la lucha contra la pobreza, la desnutrición infantil crónica, la pésima educación o cualquiera de esas cosas que requerirán de mucha seriedad, determinación y transparencia para ser atendidas como Dios manda.
El jueves pasado escuchaba una de las interesantes entrevistas matutinas que hacen Felipe Valenzuela y Marielos Fuentes en Emisoras Unidas, en la que se abordaban temas relacionados con ese futuro inmediato que nos espera a los guatemaltecos con el cambio de administración. Raquel Zelaya, presidenta de Asíes, mencionaba que había que motivar a los jóvenes para que se interesaran en la política. Decía también que los medios –nosotros, la prensa– debíamos destacar las cosas “buenas” que se hacen para lograr esa motivación.
En principio suena bien, pero en realidad, no es la prensa la causante del desanimo generalizado… ¡son los políticos con sus actitudes! Son ellos los que tienen que hacer las cosas correctas y, entonces, el cambio principiará. Digo esto, porque no me pareció, en lo más mínimo motivador, ver al futuro gobernante improvisando un mensaje metido en una piscina. Si así son las vísperas, ojalá que cuando lleguen las fiestas se ponga serio.
La prensa no tendría que informar de corrupción… si no hubiera. La prensa no tendría que mencionar las chambonadas que hace el gobierno… si hiciera bien las cosas. Los periodistas no tendríamos que hablar de payasadas… si los políticos fueran serios.
Escucho también declaraciones de Jimmy Morales, presidente saliente –¡menos mal que termina su administración!–, quien hizo un desvergonzado papel en la Casa Blanca, donde Mr. Trump se propasó en su cara calificando a los migrantes guatemaltecos de “peligrosos”. No bastando con ello, un día después de recibirlo en Washington, dijo en un mitin para reelegirse: “Antes les dábamos US$500 millones. Solo les dije ‘ahora ya no les vamos a dar nada y ahí sí corrieron diciendo ‘te amamos, los queremos de regreso’”.
Pues don Jimmy dice ahora que uno de sus logros más importantes fue el de “recuperar la dignidad nacional”, dizque por haber sacado a la CICIG y terminar así con la lucha contra la corrupción y la impunidad.
Me pregunto: ¿Será sólo por estos ejemplos que los jóvenes están desencantados? Claro que eso no sería suficiente.
Desencanta ver noticias como la brutal corrupción que hubo durante el gobierno del PP, pero también en el del afamado “ni corrupto ni ladrón”, quien –entre otras muchas cosas sucias–, permite que su amigo y ministro de Ambiente, Alfonso Alonzo –sí el mismo que voló en helicóptero pagado por el ministerio para ir a votar a su natal Santiago Sacatepéquez– se dispare con compras fraccionadas de última hora por valor de más de Q2 millones, a todas luces otra movida chueca, o que su fiel canciller, Sandra Jovel, se despache con nombramientos de amigotes en diferentes embajadas, a menos de un mes de salir.
No es tapando el sol con un dedo que este deja de brillar. Las cosas malas apestan. Las cosas malas se ven. El problema no es que se publiquen, el problema es que ocurran. Claro que sería sencillo solo citar al presidente diciendo que rescató la red vial, pero más interesante es hacer un comentario sobre el pésimo estado en que se encuentran algunas de las vías más importantes, como la que nos une con El Salvador o los tramos entre México y la ciudad capital. Un desastre absoluto.
Jorge Carpio, político que aspiró dos veces a la Presidencia, trabajó su imagen y se mostraba bien vestido, pero con la corbata floja y la camisa arremangada, para mostrar que era un hombre de trabajo –que lo fue–. Metido en la piscina, Giammattei no se presenta como estadista, hombre de trabajo, político serio. No quiere decir que sea malo descansar y disfrutar de una piscina, pero hay que saber cual es el lugar y momento para decir las cosas.
Los gobernantes, alcaldes –recuerden que está anunciada una pelea de box de dos alcaldes payasos para este mismo mes–, diputados y los altos funcionarios son, ante todo “dignatarios”, es decir, personas que están investidas de dignidad… y la dignidad –excelencia, decoro, etc.– es inherente al cargo.
Ojalá y no tengamos más de lo mismo… porque el desencanto continuará.