Gonzalo Marroquín Godoy
Sucede cuando el caballo se hace insensible al freno; cuando se pierde la vergüenza o; cuando se toma poder sin moderación. Nunca es algo bueno.
Este Congreso de la República no deja de sorprender. Se ha formado toda una pandilla de diputados en torno al oficialismo y, ahora que se saben con poder, actúan con prepotencia, arremeten contra cualquiera y aprovechan el marasmo que envuelve a la ciudadanía, para hacer de las suyas y consolidar un sistema político corrupto, mediocre e incapaz, que es el que nos ha llevado al punto en que nos encontramos como Nación.
FCN-Nación, la bancada más tránsfuga, hizo alianza todos estos años con los unionistas (PU), Todos, MR, PAN, AC, Fuerza y algunas veces con Creo y la UNE. No he visto alguna iniciativa claramente dirigida a mejorar las condiciones del país. Se la han pasado cuatro años llevando agua a su molino, luchando por mantener la impunidad en Guatemala y haciendo todo tipo de negocios con la aprobación de leyes y presupuestos.
Han tenido varios intentos de desbocarse. Uno de ellos ocurrió el 13 de septiembre de 2017, cuando 106 diputados –los de las mencionadas bancadas y algunos independientes– intentaron aprobar reformas al Código Penal para beneficiar a los corruptos y, en su miopía, pero incapacidad sobre todo, no se dieron cuenta siquiera que también beneficiaban a muchísimos delincuentes que se encuentran en las prisiones por delitos como violación, extorsión y otros.
Fue la fuerza de un grupo de ciudadanos, principalmente estudiantes universitarios, la que les obligó a dar marcha atrás con semejante abuso al legislar descaradamente a favor de la impunidad. A ese frustrado intento se le llamó Pacto de Corruptos, pues lo aprobaron diputados, impulsados por exfuncionarios y funcionarios –del Gobierno actual– que estaban señalados por actos cometidos y sujetos, en algunos casos, a procesos penales.
Pero el lector se preguntará ¿a qué viene esto ahora? Muy sencillo, estos bloques legislativos están de nuevo desbocados. Ahora quieren hacer los que se les ronca la gana. La CC les dice que no pueden hacer una comisión para investigar las acciones de la CICIG y a ellos les pela. Hacen otra bajo el nombre de Comisión de la Verdad. En este momento están cocinando un decreto para darles indemnización a todos los diputados que no lograron su reelección, como si fueran empleados que han sido despedidos.
En realidad ningún servidor público que llega a un cargo por un período de tiempo determinado debiera recibir indemnización, pero ya han sentado precedente varios magistrados y hasta gobernantes. Ahora quieren hacer lo mismo los diputados.
Debieran aprender del gran ejemplo que hace algunos años dio Jorge de León Duque, quien se negó a recibir una indemnización, que algunos de sus antecesores sí se recetaron.
Es una lástima que esa noticia no haya cobrado más notoriedad en su momento, para que ahora sirviera de ejemplo nacional.
No es de extrañar la actitud de estos diputados, porque hay que recordar que durante años –algunos de ellos, demasiados– se la han pasado trabajando solamente para sus intereses o defendiendo los de particulares.
Además de desobedecer a la CC con la famosa comisión, quieren traerse al pique al Procurador de los Derechos Humanos, convertido en su enemigo –de esta trinca infernal– por haber apoyado la lucha contra la corrupción y la impunidad. Quieren que ruede su cabeza.
No se trata de Jordán Rodas, se trata de una institución –la PDH– que fue concebida para servir de contrapeso en el sistema democrático, defendiendo los derechos de los ciudadanos y los abusos del poder. Como no les gusta, pues lo quieren quitar. Este nuevo desboque puede provocar reacciones en contra de los parlamentarios.
Pareciera que no aprenden. El autoritarismo, la imposición, termina molestando al pueblo y las protestas populares brincan alguna vez, como ha sucedido en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Chile, recientemente.
Si a la par de estos desmanes y hasta abusos, se viera al menos un trabajo legislativo serio, pues al menos habría cierto equilibrio entre el bien y el mal. Pero, por favor ¿qué de bueno ha hecho este Congreso? Ellos –estos diputados– se molestan cuando les dicen que forman parte del Pacto de Corruptos, pero en la práctica abonan para que se les vea cada vez más de esta manera.
En mi ya larga carrera como periodista he visto legislaturas malas –como la del período de Jorge Serrano –la depurada–, pero esta se lleva las palmas.
Tampoco hay que olvidar que este Congreso es el que se ha negado a realizar una auténtica reforma al sistema político –la famosa y maltrecha Ley Electoral y de Partidos Políticos– y la que hizo en 2016 terminó siendo un mamarracho como algunos pocos anticipamos.
Qué triste ver que cada vez se pierde aquello de sentir orgullo por ser diputado. Ahora les dicen dipucacos. Ellos tal vez no se dan cuenta, pero la gente les tiene poco respeto y muchos los ven como caballos desbocados… pero no caballos pura sangre, que conste.