ENFOQUE: Calores extremos, incendios y más… ¡Alto a la destrucción ambiental!


Hay que aplaudir la lucha anticorrupción porque es vital, pero al mismo tiempo se deben impulsar otras acciones indispensables, como preocuparse por el medio ambiente y el futuro.

Gonzalo Marroquín Godoy

Lo urgente y lo importante deben caminar de la mano.  Es urgente atacar la corrupción y las estructuras que la promueven y generan impunidad, pero es indispensable atender –¡de inmediato!– el tema del ambiente para mitigar los efectos del cambio climático y empezar a rescatar nuestro país, como parte de un planeta que está siendo destruido por el ser humano.

Guatemala vive hoy una encrucijada terrible.  Lo peor de todo es que, en vez de tener un Gobierno concentrado en abordar los enormes problemas acumulados durante décadas y hasta siglos, como el pésimo nivel educativo, la pobreza, el calamitoso sistema de salud o la insuficiente infraestructura, estamos ante una administración bajo ataque de la “Vieja alianza”, esa que quiere continuar con la corrupción y trabajan para que Bernardo Arévalo y su equipo fracasen estruendosamente.

En realidad, hay muchos temas para plantear y discutir bajo esta visión, pero hoy me quiero concentrar en algo que es urgente e importante y que, correctamente abordado, puede darle al gobernante una muestra de lo que se puede hacer cuando se adquiere una visión de Nación, una visión de futuro, una visión de lo que deseamos para tener una Guatemala mejor.

El invierno en nuestro país solía llegar en mayo.  Las temperaturas más altas se producían a finales de marzo y principios de abril.  Era nuestro llamado “verano”, que tanto se aprovechaba para campañas publicitarias de la época.  Este 2024 las cosas han cambiado y, en toda su dimensión, se muestran –y se agravarán– los efectos del cambio climático, de la mano esta vez del Fenómeno del Niño.

¿Quién no sufrido por los calores estos días?  ¿Y la peligrosa calidad del aire por incendios forestales y quema de basura? En la ciudad capital hemos pasado en varias ocasiones los 32° grados Celsius.  En Zacapa se ha superado la barrera de los 40° y Petén ha estado por encima de los 42°.  Y las lluvias no llegan.  Hace muchos años que desaparecieron los recordados zompopos de mayo, un recuerdo de la etapa escolar de los que ya estamos viejos.

Recuerdo que ya hace bastantes años, cuando empezaba a hablarse de los efectos del cambio climático, se dio como una noticia a nivel internacional que algunos países sufrirían más por los fenómenos climáticos.  Guatemala aparecía entre los países con mayor riesgo.  La noticia tenía varios aspectos importantes a considerar, pues no solo se trataba de una ubicación geográfica, sino también se contemplaban factores como la vulnerabilidad de la sociedad, entre otros. Recordemos que en América nuestro país es uno de los dos o tres con mayor índice de pobreza.

Ahora sufrimos de calor, y sufriremos por la sequía, especialmente en el llamado “corredor seco” de oriente.  Pero lo peor es que cuando vengan las lluvias llegarán con demasiada intensidad y entonces se verá el efecto contrario, es decir inundaciones y daños colaterales a la agricultura, pues el exceso de agua también afecta a muchos cultivos y llegará la escasez. Los extremos ambientales, como sucede en muchos campos, siempre son malos.

Y sí, es bueno que se libre la lucha anticorrupción, pero ¡por favor!, que el ministerio de Ambiente y de Recursos Naturales (MARN) entienda y atienda el rol que le corresponde y se apresure a generar políticas ambientales y a crear conciencia en todos los guatemaltecos sobre lo importante que es cambiar de hábitos de consumo y producción.

Algunos de mi generación recuerdan que decíamos y repetíamos que Guatemala era el “país de la eterna primavera”.  Pues bien, eso quedó atrás.  Hemos destruido bosques para explotar la madera o cambiar la vocación de la tierra.  Decimos que la ciudad capital “es verde”, pero explotamos el agua hasta la saciedad, no tratamos la basura correctamente, las áreas verdes desaparecen paulatinamente, contaminamos asquerosamente los ríos y, por lo tanto, lagos y océanos.

Vergonzosamente se impuso el interés de un sector económico –la industria del plástico–, y ni siquiera ha entrado en vigor la ley para dejar de consumir las bolsas de plástico, un pequeño paso para proteger el ambiente y hacer que los ciudadanos meditemos a diario sobre la importancia de tomar una conciencia ambiental.

Por razones políticas estuve durante poco más de un año en California.  Algunos dicen que es un estado socialista, pero lo que sí pude comprobar, es que van adelante en materia de protección ambiental.  Hay una política clara para lograr que el parque vehicular pase a ser eléctrico en una década, se promueve que se consuma menos el agua como líquido vital que hay que resguardar, se fomenta la producción eléctrica limpia y tantas otras políticas ambientales.

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Es momento de que la administración Arévalo amplíe su visión.  Que siga la batalla contra los corruptos, que es indispensable, pero que el aparato estatal trabaje en la protección ambiental.  La población y las nuevas generaciones lo apreciarán.

Es lamentable que se hayan perdido las fuertes voces ambientalistas que había a principios del siglo XXI y se alzaban contra la minería, la depredación de bosques y todo lo que causaba el daño ecológico que ahora sufrimos.  La prensa –de la que he sido parte la mayor parte de mi vida–, también ha bajado en intensidad sus mensajes ecológicos, a pesar de que cada vez los efectos del cambio climático nos agobian más.

Tareas pendientes entonces: para el Gobierno del presidente Bernardo Arévalo, para la sociedad y para la prensa. No más corrupción y al mismo tiempo, trabajemos por salvar a Guatemala del desastre climático.

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