Gonzalo Marroquín Godoy
La campaña electoral me ha permitido crecer y aprender, pero también me confirmó que la Ley Electoral es el mamarracho que anticipé en 2016.
Tras un breve paréntesis como columnista de elPeriódico, hoy vuelvo con Enfoque, columna con un largo recorrido, pues nació en Prensa Libre allá por el lejano 1992, luego se trasladó a laRepública, volvió a Prensa Libre antes de llegar a su etapa actual en este diario y la revista Crónica.
Tras tres meses de campaña electoral, debo decir que no me siento para nada frustrado por el resultado –cachimbeada de padre y señor mío–, porque finalmente la experiencia ha sido enriquecedora en muchos sentidos: aumentó mi conciencia social, ambiental y política, además de confirmar –para mí–, que el sistema de partidos políticos está absolutamente podrido por la corrupción y mantiene cooptado el Estado. ¡Por eso estamos como estamos, por eso nunca mejoramos!.
Como se dice en la jerga popular, soy chucho apaleado y he aprendido a salir adelante de cualquier adversidad. El resultado, por lo tanto, no es relevante para mí –no estaba a la caza de un chance–, aunque al verlo después de un par de día, si debo reconocer que tengo suficientes razones para estar preocupado, no por mi persona, sino por Guatemala, nuestro país –de todos–, que entra en una etapa en la que se necesitará de la mano de Dios para salir adelante, porque las fuerzas oscuras son las que se han impuesto en las urnas, tanto a nivel nacional como municipal.
Si se cumplen los pronósticos que se pueden hacer a la luz de los resultados del domingo, podría darse un escenario en el que, muy pronto, tengamos una presidenta electa y un alcalde electo, con procesos de antejuicio por delitos de financiamiento electoral ilícito y corrupción, algo nunca visto en la historia de nuestro país.
Por supuesto que es difícil que ambos antejuicios prosperen, porque no hay que olvidar que el sistema de justicia está cooptado precisamente por los grupos políticos dominantes y la tarea de los magistrados es precisamente la de asegurar que el manto de impunidad cubra a los políticos.
Por eso digo que vuelvo más preocupado por el futuro político de nuestro país. Nos hemos vuelto un pueblo sordo, absolutamente desinformado y sin visión. Algunos lo son de manera consciente, mientras la gran mayoría actúan por conveniencia o confusión, pero finalmente el resultado es el mismo.
Escuché a miles y miles de personas diciendo que “hay que poner fin al autoritarismo e ineficiencia de las autoridades municipales y a los 20 años de arzuísmo” pero Ricardo Quiñónez superó todas las criticas por la incompetencia municipal –no ha atendido la crisis de tránsito, transporte público, agua, basura y hasta drenajes sucios que provocan inundaciones peligrosas–. Los españoles engañaron a los pueblos indígenas americanos a su llegada a América con espejitos –hace más de 500 años–, y ahora suMuni –porque lamentablemente es de los unionistas– engaña a la mayoría con programas de maquillaje que, si bien son buenos, no hacen más que llamar al engaño de los vecinos.
A nivel presidencial, los espejitos son la compra de voluntades por los programas clientelares. Se aprovecha la enorme necesidad que hay a causa de la pobreza –provocada históricamente por el mismo sistema político imperante–, para comprar los votos.
Así es que la cachimbeada no me preocupa. Me preocupa sí, que siga imponiéndose ese sistema corrupto y que el pueblo continúe como viviendo en el limbo. Claro, la campaña electoral se diseñó para que fuera silenciosa. No se podía hacer más que tratar de ganar conocimiento, pero ni siquiera los foros abrían espacios significativos. Finalmente ¿cuánto se puede transmitir de ideas y programas, en encuentros en los que participaban –a veces–, hasta 18 personas, respondiendo a preguntas en un minuto. La prensa tampoco tenía espacios informativos amplios y más allá de algunas entrevistas en medios, nunca hubo coberturas de temas importantes planteados por tanto candidato.
Darse a conocer y presentar ideas y programas resultó una tarea titánica, casi labor de hormiga, imposible de llegar a las grandes mayorías.
Por eso ganaron con tanta facilidad Sandra Torres y Ricardo Quiñónez –entre otros–, pero no hay que olvidar que aún el partido más marcado durante el proceso, la UCN, alcanzó 11 diputaciones. ¿Qué país queremos? Quienes deseamos un cambio, nos queda únicamente patalear y pedirle fortaleza a Dios…