Gonzalo Marroquín Godoy
En cualquier ranking latinoamericano en materia de desarrollo humano, encontramos a Guatemala en los últimos tres lugares: pobreza, desnutrición, mortalidad infantil –salud–, escolaridad y calidad educativa. Los índices socioeconómicos debieran ser deprimentes para cualquier gobernante o político serio.
Las carreteras son un desastre, no hay sistemas eficientes de transporte, la inseguridad nos lleva al extremo de no poder ni salir tranquilamente y caminar por la calle para disfrutar de un momento de esparcimiento. Como gran logro, después de 20 meses de gestión, el presidente Jimmy Morales presume diciendo que los hospitales “están abastecidos en un 80 por ciento”, sin aclarar si las medicinas que están en ese 20 por ciento son vitales para salvar vidas en momentos de emergencia o casos extremos.
El despilfarro en el Estado es impresionante. El funcionamiento, y no la inversión, es prioridad de gasto
¡Ah!, pero eso si, podemos darnos el lujo de tener en los primeros puestos del ranking de sueldos presidenciales a nuestro flamante y sacrificado gobernante –esto ya venía de antes–.
Bien se puede decir que somos un país de marcados contrastes. Tenemos premio Nobel de la Literatura –Miguel Ángel Asturias (1967)–, pero la educación nacional es pésima, tenemos premio Nobel de la Paz –Rigoberta Menchú ( 1992)–, pero en el país reinan las maras, las extorsiones y el crimen organizado. Tenemos a uno de los presidentes más caros de Latinoamérica –si no el que más–, pero en los municipios rurales tres de cada cuatro personas viven en niveles de pobreza (dato del Banco Mundial), con ingresos que apenas son de sobrevivencia.
Ahora resulta que el sindicato del Organismo Judicial solicita un bono navideño que podría alcanzar el desembolso de Q60 millones y los magistrados contemplan darlo –porque les toca a ellos también, por supuesto–. Por cierto que son los empleados de este organismo quienes más bonos se recetan a lo largo del año, porque cada vez van en aumento. Recordemos que los beneficios que adquieren los trabajadores se vuelven obligatorios en el futuro.
Sería interesante que se hiciera algún estudio para determinar cuantos bonos se dan en el Estado, porque los funcionarios de turno los regalan como chicles, pues finalmente el dinero no es de ellos y así se ganan los aplausos en todas las actividades oficiales.
Pero claro, como no van a pedir bono tras bono, cuando además se enteran que el presi se recetaba uno mensual de Q50 mil que le daban los militares –a los que llena de piropos y reconocimientos cada vez que puede en sus improvisados discursos–. Devolvió el dinero, porque sabía que no podría aguantar las criticas sociales, pero si no lo descubren, se lo embolsa tres años y vaya si no es buena plata.
Y si a los bonos, plazas fantasmas que generan los políticos a lo largo y ancho del país, se le suman los famosos pactos colectivos leoninos, entonces vemos que el crecimiento de la burocracia se ha convertido en una gigantesca ancla que impide que podamos aspirar –algún día– a encontrar la senda del desarrollo.
¿Quieren más?. En el presupuesto que Jimmy Morales –quien dice que saldrá con la frente en alto de la Presidencia por su lucha (¿?¿?¿?¿?) contra la corrupción– propone para el próximo año, contempla el incremento de más de Q2 mil millones para el pago de nuevas prestaciones en el renglón 029. ¿Para que crecer más la burocracia, si la actual ya es excesiva y costosa?.
Ni siquiera se sabe cuántos burócratas hay en el Estado. El manejo de personal es un desastre –¿¿¿intencional???– en TODAS las dependencias. Se maneja como que si fuera una gigantesca piñata. Por eso no extraña que en promedio el salario de un trabajador del Estado sea el 70 por ciento más elevado que el de un empleado privado, y casi el triple que el de un jornalero del campo.
Así no hay presupuesto que alcance. Así nunca habrá desarrollo y privará siempre la ineficiencia.